Clásicos Inolvidables (XXX): Cuentos de fantasmas, de Washington Irving

08 junio, 2013

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Con los Cuentos de fantasmas de Washington Irving (Valdemar, 2002, por ejemplo) completamos nuestra anterior entrada, dedicada al escritor neoyorquino y sus celebres Cuentos de la Alhambra. De hecho, esta edición de Valdemar, fundamental editorial consagrada a la literatura gótica en España, completa el volumen con varias de las sugestivas leyendas de misterio extraídas de los citados Cuentos de la Alhambra. Pero en la presente selección cobran importancia otros relatos representativos de Irving, como La leyenda de Sleepy Hollow o Rip Van Winkle.

Washington Irving
Comenzamos por el primero, seguramente el más popular allende los mares, La leyenda de Sleepy Hollow (1820), siquiera por haber encontrado buen acomodo en el cine, a través de adaptaciones como la de Walt Disney en 1949 o la de Tim Burton en 1999.

Nuestra costumbre es interesar al lector (o simplemente charlar con él, en caso de que ya conozca la obra) sin desvelar demasiado las tramas o la resolución de los argumentos, pero la narración de Irving suele ser conocida, así que diremos que en Sleepy Hollow, el maestro de escuela Ichabod Crane imparte sus clases en un pueblecito de Nueva Inglaterra y pretende a la hija de un próspero granjero.

Pero tras una fiesta en la que parece haber sido rechazado por la joven, Ichabod desaparece cuando es perseguido por un jinete con la cabeza bajo el brazo, personaje que, filigrana metalingüística, forma parte en la ficción de una de las leyendas más populares de la región.

El relato resulta excelente por la descripción del entorno y por cómo este incide en el carácter de sus habitantes. Irving, pilar fundamental en el nacimiento de una literatura norteamericana que siguieron edificando autores como Poe o Whitman, concreta la atmósfera de una geografía determinada, la de las colonias independizadas, que comienza a desplegar todo un imaginario de corte romántico.

Imagen extraída de Digital Blasphemy
Rip Van Winkle (1819) es otro relato donde prima el escenario, en este caso una colonia holandesa, Nueva Ámsterdam (la futura Nueva York), en un tiempo anterior a la Guerra de Independencia con Gran Bretaña (1775-1883). Nuevamente un entorno pródigo para leyendas y relatos de corte sobrenatural, como cerciora el prólogo mismo, situado en un pasado ancestral poblado por los indios.

La acción se narra en flashback, ya que los hechos quedaron escritos en unos manuscritos, junto al río Hudson y los Apalaches. Estos relatan la sorprendente peripecia de un haragán, Rip, que huyendo de los requerimientos y abusos de su mujer, escapa como alma que se lleva el diablo, refugiándose en los bosques cercanos, para finalmente despertar en el mismo lugar… ¡pero en un tiempo diferente!

Rip van Winkle, según el ilustrador John Howe
Los siguientes relatos pertenecen a la obra Tales of a traveller, de 1824. En La aventura de mi tío, un anciano relata lo que aconteció a su tío estando de visita en el castillo de un marqués amigo suyo, en Francia, ¡visita espectral incluida! Como curiosidad, la acción transcurre esta vez antes de la Revolución.

Es El espectro del novio un encantador relato que narra el huésped de una posada a sus acompañantes. En él, una hermosa joven, la hija de un acaudalado barón, encuentra el amor en un chico perteneciente a otra casa enemistada. Se produce un efervescente juego entre apariencias, en el que el final del relato (otro rasgo de modernidad) propone un giro que altera el sentido de lo narrado. Sobresale igualmente, el marco de bosques y castillos de la ancestral Alemania. En La aventura del estudiante alemán un joven estudiante encuentra en el París de la Revolución a una desdichada joven bajo la lluvia, y reconociéndola como la mujer de sus pertinaces sueños, la acoge llevándola lleva a casa. ¡Lo sucedido a la mañana siguiente quedará grabado para siempre en la mente del joven Gottfried!

El Diablo y Tom Walker (Charles Deas, 1843)
Sigue El Diablo y Tom Walker, un irónico relato en el que el mismo Diablo entabla negociaciones con un lugareño de Nueva Inglaterra (otro colono), en un bosque cercano a su aldea, con el fin de apoderarse de su alma bajo la filfa de poder adueñarse del tesoro oculto de nada menos que el capitán Kidd. Tras comprobar el bueno de Tom cómo su mujer no regresa a casa, tras una encendida disputa con tan maligno personaje, y pensando que no hay mal que por bien no venga, se establece en Boston con su recién adquirida fortuna, montando un negocio de empréstitos. Hasta que le toca rendir cuentas con su socio…

Como adelantábamos, el volumen se completa con cuatro de las leyendas recogidas en los Cuentos de La Alhambra (1832). Como la recordada Leyenda del astrólogo árabe, excelente relato en el que un rey, acechado por sus enemigos, toma a su servicio a un longevo erudito que conoce todas las artes y encantamientos, pues se ha formado en Egipto, para tratar de repeler las agresiones.

O La leyenda del príncipe Ahmed Al Khamel, aquel excelente relato sobre las peripecias de un joven príncipe musulmán recluido por un oscuro vaticinio, que parte en pos de una hermosa princesa cristiana y en el que llamaba la atención el hecho de que se hacía entender por las aves del relato: una paloma, un loro y una lechuza, que prestan su ayuda al joven príncipe, ofreciendo momentos tan irónicos como hermosos (además de contar cada uno con una personalidad bien definida).

El resto son las no menos poéticas Leyenda de la rosa de La Alhambra, historia de Jacinta, aislada en una de las torres de La Alhambra, la cual logra romper el hechizo de la princesa Zorahaida, lo que a su vez propiciará el reencuentro con su joven enamorado, el joven paje Ruy; o La leyenda de las dos estatuas discretas, en el que la hija del jardinero del palacio nazarí encuentra un amuleto por el que entra en contacto con la joven cristiana del relato anterior, y a su vez, con el sabio del relato del astrólogo árabe.

Finalmente, en La leyenda del soldado encantado, un joven estudiante salmantino trata de romper, con ayuda de un clérigo, el hechizo que ata a un soldado de la escolta de Isabel y Fernando, al tesoro de Boabdil, en una cueva sita en las inmediaciones del Darro, ¡con inesperadas consecuencias!

Escrito por Javier C. Aguilera


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