¿Por qué comenzar esta sección sobre cine con En la boca del miedo? La respuesta sería, ¿por qué no?, ya que esta película plantea muy bien la distorsión o indefinición entre realidad y ficción, hasta tal punto que el personaje de esta ficción llega a plantearse dudas muy razonables acerca de lo que está viviendo como real. Nosotros, como espectadores, también participamos de esa indefinición. Así, al buscar una película que nos hable tanto de (buen) cine como de literatura o las artes en general (cine relacionado con otras artes), este modesto pero inspirado film de John Carpenter estrenado en 1994 se nos presenta como una sorpresa bajo el siempre atrayente envoltorio del fantastic o el terror.
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Cartel de In the mouth of madness, distribuida por New Line Cinema |
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John Carpenter, director del film |
No será la primera vez que Carpenter presente personajes que sufran una involución o tomen el desvío lovecraftiano de la locura, al no ser capaces de discernir la realidad. Ejemplos los hallamos en otras obras del autor como
Christine (1983),
El príncipe de las tinieblas (1987),
Están vivos (1988) o la seminal
La cosa (1982), donde lo real se funde con lo inaudito, lo inasible, orgánica y ontoló-gicamente. Como sabemos y apuntábamos antes,
En la boca del miedo bebe de las fuentes del escritor norteamericano
Howard Philips Lovecraft (1890-1937), un mundo poblado por personajes que no son lo que aparentan, y por unos seres indefinidos y viscosos, que son los que controlan a los pobres humanos a su antojo, como una antigua raza de dioses malvados y antediluvianos. Existen intentos de clasificar los seres inmundos imaginados y descritos por Lovecraft, que el lector podrá hallar con facilidad apenas indague en el fascinante y horroroso mundo del escritor de Providence.
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Escena de la película con un plano del personaje de John Trent (Sam Neill) |
La película narra las desventuras de John Trent, interpretado por un siempre eficaz y jocoso Sam Neill, agente de seguros y desenmascarador de fraudes (la máscara que cubre la realidad de nuevo), que tiene el encargo de averiguar el paradero del famoso escritor superventas de terror Sutter Cane, interpretado por Jürgen Prochnow, por encargo de su editorial. Lo que en principio era un truco comercial publicitario, otra falsificación, deviene en un auténtico pavor en la editorial al no poder dar con su particular
gallina de los huevos de oro.
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Entre la realidad y la ficción |
Con la lectura (casi habría que hablar de asimilación, como les ocurría a los infortunados protagonistas de
La cosa) de la obra de Cane, y su posterior viaje en busca del lugar llamado
Hobb's End (nombre que hace referencia a otro film fantástico de 1967,
¿Qué sucedió entonces? de Roy Ward Baker, que Carpenter conoce y estima), Trent vivirá angustiosos momentos
que parecen reales, con flashes de desubicación, que distorsionan su o la realidad. El principal temor es, por supuesto, la pérdida de la propia identidad. El retorno a la pesadilla se va incrementando desde la llegada a aquel lugar, el típico y bonito pueblo de la geografía estadounidense, y con la imposibilidad final de poder escapar de él. Una dimensión paralela, que refrenda el aserto de Paul Éluard de que
existen otros mundos, pero están en este, tal y como refleja esta obra.
Destacar como parte del citado proceso de
descomposición, el extraordinario plano de la hoja abierta del libro por el cual Trent se asoma al abismo, o detalles como el cambio de look (resulta ideal la palabra en inglés en este caso), del despacho del dueño de la editorial, interpretado por Charlton Heston. Si a ello unimos el placer de reencontrar a entrañables y apreciados actores como David Warner, Bernie Casey o al citado Charlton Heston, todos bien relacionados con el fantástico, los alicientes de disfrutar de una obra así aumentan.
Extraordinario comentario y análisis sobre un film notable. Coincido con las apreciaciones. Muy prometedora esta sección.Un saludo
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