Vaiana, de John Musker, Ron Clements, Don Hall y Chris Williams

03 enero, 2019

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Se reitera con asiduidad la idea de que todo está escrito ya. En efecto, las historias suelen repetirse en sus formas más básicas y esenciales cambiando los detalles y las ideas concretas que las encarnan. En el panorama de la animación de Disney, ha sido habitual mostrar un mismo eco del argumento de búsqueda y reafirmación de la propia identidad en el momento crucial en que el individuo se forma y se distancia del entorno familiar. Los directores John Musker y Ron Clements dieron el pistoletazo de salida a una época dorada con La sirenita (1989), que adopta ese argumento, y retornan junto a Don Hall y Chris Williams, con Vaiana (Moana, 2016), que vuelve también a las mismas ideas con una renovada imagen.

Situándonos en el Pacífico Sur, con la mitología de la Polinesia, nos encontramos en un período en que las tribus de la zona han dejado de navegar y se refugian en islas. Todo se debe al mal provocado por el simidiós Maui al robar el corazón de la diosa creadora y todopoderosa Te Fiti, lo que empezó a extender la muerte por todas las islas y la ira del monstruo Te Ka, quien derrotó a Maui. Mil años más tarde, la joven Vaiana, hija y sucesora del jefe de su tribu, ha vivido siempre deseando navegar. En el momento en que perciba que la muerte está llegando a la isla donde viven, se embarcará a la aventura siguiendo las pautas de su abuela: deberá encontrar a Maui y devolver el corazón de la diosa a su lugar. No obstante, el viaje no será tan sencillo como ella esperaba. Ni Maui será el honorable semidiós que cabría encontrarse. Juntos, tendrán que superar sus diferencias y encontrar la forma de crecer y superarse para lograr su propósito de salvar al mundo que conocen.


Vaiana nos arroja a una mitología poco conocida, pero que tiene algunas semejanzas con otras más cercanas. Lo principal es que esta cosmología se centra en la vida en el océano y donde se cree en la reencarnación del espíritu en forma de animal, generalmente marino. Aunque no aparecerán demasiadas criaturas o información sobre este aspecto, lo cierto es que todas las criaturas cuentan con suficiente carisma. Por ejemplo, los Kakamora como unos simpáticos, pero agresivos piratas, o el cangrejo gigante Tamatoa, que tiene una personalidad humorística capaz de romper incluso la cuarta pared.

Pero, por encima de todo, conoceremos al semidiós Maui, afamado por ayudar a la humanidad y haberle otorgado regalos como el fuego, como hiciera Prometeo, pero que guarda tras de sí una trágica historia que le otorga sentido a su personalidad dependiente del cariño de los demás, aunque también esto haya provocado su egocentrismo y vanidad. Un ser que ofrece una fachada que se traiciona a sí misma, gracias en este caso al recurso de otorgarle vida a los tatuajes, que actúan como mimos.


Contra eso tendrá que enfrentarse Vaiana, nuestra protagonista, que se arroja al océano en contra de la sobreprotección familiar, justificada como se ha hecho habitualmente en Disney, con un pasado oculto y secretos. No se diferencia de, por ejemplo, la negativa del rey Tritón a que su hija Ariel conociera el peligroso mundo exterior en La sirenita. Sin duda, una crítica habitual y reiterada contra la excesiva protección de los padres o la negación de la identidad y la personalidad de los hijos. Ahora bien, en contra de lo habitual en el universo Disney, desaparece el factor romántico, sustituido en esta ocasión por un espíritu más habitual en Pixar: la acción. Este factor está potenciado por la colaboración con Don Hall y Chris Williams, que se habían encargado anteriormente de Big Hero 6 (2014).

En cuanto a la trama general, es bastante típica en su desarrollo, ofreciendo sobre todo aspectos novedosos en sus personajes y elementos, por lo haber sido los habituales de anteriores obras. Se nos narra de forma conjunta la idea de que cualquiera puede ser un héroe o, en este caso, una heroína, algo habitual en obras recientes, como ha sucedido en Los últimos Jedi (Rian Johnson, 2017) o la reciente Spiderman: Un nuevo universo (Peter Ramsey, Robert Persichetti Jr., Rodney Rothman, 2018), con la reivindicación de los personajes femeninos, en el caso de Vaiana, rompiendo con algunas tendencias como la dependencia a las tramas románticas o a la salvación de estos personajes por parte de héroes masculinos en anteriores historias. En esta senda se situaba también la posterior ¡Ralph rompe internet! (Rich Moore, Phil Johnston, 2018). Pero, además, la trama de Maui es la búsqueda de una redención para sobreponerse a un fracaso que provocó él mismo, un combate que bien podría ser una metáfora de la depresión y la dependencia emocional del personaje.


Por último, cabe destacar que el nivel de animación es fabuloso, como viene siendo habitual en el estudio, y también la música, que si bien es menos carismática a nivel global que otras obras semejantes, tiene algunas canciones atractivas y algo pegadizas, en la línea de los musicales de Disney. La obra es, sin duda, un cuento luminoso bien medido, que combina las secuencias más maduras con el desparpajo de algunos chistes y personajes, como el recurso humorístico que es el gallo. Vaiana es, por tanto, una película digna, que recurre a un argumento más tradicional de lo que aparenta, pero que es una renovación fresca y atractiva.


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