Wallace y Gromit, de Nick Park

01 enero, 2019

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En el mundo de la animación las aventuras singulares y cercanas de Wallace y Gromit tienen un destacado puesto. Fueron escritas, animadas y dirigidas por el británico Nick Park (1958), siguiendo la noble técnica artesanal del stop-motion, esto es, animando las figuras del plano fotograma a fotograma. Al igual que los inolvidables Willis O’Brien (1886-1962) y Ray Harryhausen (1920-2013) hicieron para dar vida a sus creaciones.

La primera de estas aventuras, a modo de cortometraje, es La gran excursión (A Grand Day Out, Aardman Animations-NFTS, 1989), que se abre con un plano detalle, convertido en panorámica, que avanza sobre una serie de revistas de viaje. Es de noche, y el cándido Wallace trata de decidir dónde pasar sus vacaciones, en compañía de su inteligente perro Gromit.

Llama la atención hasta qué punto están cuidados los detalles de la vivienda, como una bandeja con antiguas señales de vasos, lámparas, cuadros, el papel pintado de la pared y la propia iluminación.

El caso es que Wallace se da cuenta de que no le queda un mal trozo de queso que llevarse a la boca. El té no sabe lo mismo sin él. De modo que será esta circunstancia la que decida el lugar de asueto: destinos con queso. Sabedores de que la luna está compuesta por dicho alimento, como todo el mundo sabe, será finalmente este asequible emplazamiento el rumbo a seguir por nuestros protagonistas. A tal efecto, Wallace elabora un cohete para alcanzar el satélite. Al fin y al cabo, como anuncia un diario, ¡las acciones de queso de luna se han disparado!

Aunque prevalecen los momentos de acción, no se escatiman otros más reposados y primorosamente expuestos, como el que muestra a Wallace planificando su cohete, o el mismo viaje a la luna de queso. Situaciones que remiten de forma directa al cine mudo y a los primigenios dibujos animados; de nuevo, la elaboración del cohete o la mecha que origina la ignición del mismo y que proporciona situaciones de suspense (a la ida y a la vuelta). Con anterioridad, el astro ya había enlazado la ventana de la salita de estar con el sótano/estudio de la casa de Wallace y Gromit.


Al igual que sucedía con Walt Disney (1901-1966), todo esto se enmarca en un ámbito estrictamente cinematográfico; es decir, donde prevalece una cuidada planificación, fotografía, montaje y el resto de componentes distintivos del séptimo arte, incluida una música identificativa. Como ejemplo, podemos señalar el contraplano de unas ratas que observan con interés a Wallace y Gromit ante su vehículo espacial.

Tampoco se abusa de los diálogos, el desarrollo narrativo y la puesta en escena es primordialmente visual (cinematográfica otra vez). La acción argumental va al grano y los personajes están bien definidos desde el principio. Wallace es soñador, confiado y algo despistado. Gromit actúa como su contraparte, es espabilado, pero como es un can, no habla, resultando, pese a todo, muy expresivo a través de sus expresiones faciales y el entrecejo.

Como antes indicaba, una partitura en consonancia, con un tema principal de reminiscencias jazzísticas e inspiradas melodías de intriga, a cargo de Julian Nott (1960), acompañan a Wallace y Gromit en su turné del queso y dan vida a este mundo tan particular pero reconocible, junto con una buena edición y unos elocuentes efectos de sonido. Un conjunto que se completa con la estupenda idea del electrodoméstico-recogedor que alguien ha dejado abandonado en el satélite tiempo ha, y que una vez más, se humaniza como si fuera otro ser vivo.


Los pantalones equivocados (The Wrong Trousers, Aardman-BBC, 1993) fue el siguiente cortometraje de Wallace y Gromit, distinguido con un OSCAR. Wallace se ve en la necesidad pecuniaria de alquilar una de sus habitaciones. Proponiendo un nuevo ejemplo de destreza narrativa, esta vez por medio del sonido, sabemos que es el cumpleaños de Gromit gracias a una acústica tarjeta de felicitación. La cual se ve acompañada de un regalo envenenado, unos tecno-pantalones diseñados por la NASA, que sirven para sacar a pasear a Gromit sin que Wallace se haya de tomar la molestia. 

El nuevo inquilino resultará ser un pingüino muy avieso, que lo primero que hace es apropiarse del cuarto de Gromit (este, regresa triste a su, no obstante, acogedora caseta). Nick Park contó con la ayuda de Steve Box (1967) en las tareas de animación, en un relato con preponderantes secuencias de acción, co-escrito por Bob Baker (1939), guionista, por cierto, de la -para toda una generación- inolvidable serie -no película- Dentro del laberinto (Into the Labyrinth, ITV, 1982). Estos colaboradores de la empresa de animación Aardman repetirían sus tareas en trabajos posteriores. Respecto a la realización de Nick Park, junto al excelente empleo del sonido, destaca el tratamiento cinematográfico en aquellos planos en que Gromit atisba al pingüino (en el interior de una caja de cartón o bajo las sábanas), o el de un Wallace dormido, mientras atraviesa las estrías láser del sistema de alarma de un museo de joyas, en su involuntario intento de robo.


Pese a que, en La gran excursión, Wallace daba a entender que trabajaba en un banco, sin dejar de ponerse de manifiesto su capacidad como inventor, al confeccionar un cohete, en Un esquilado apurado (A Close Shave, Aardman-BBC, 1995), siguiente cortometraje galardonado con un segundo OSCAR, cobra mayor protagonismo esta vertiente creativa. Precisamente en el mundo de los inventos se centrarían otras dos mini-series inéditas en español, Wallace and Gromit’s Cracking Contraptions (Aardman, 2002), con relación a las invenciones del propio Wallace, y Wallace and Gromit World of Invention (Aardman, 2010), que hacía un didáctico recorrido por algunos logros científicos de la vida real.

Pero volviendo a Un esquilado apurado, aquí Wallace alterna como autónomo su negocio casero de limpieza de ventanas con su faceta de inventor. Así, destaca la tricotomática (tricotadora automática) y la parafernalia de artefactos que disponen a los protagonistas para tomar el desayuno, vestirse y ponerse a trabajar. Los inventos, como decía, tienen una mayor presencia y están bien ensamblados en la narración.

Wallace y Gromit acuden a la llamada de la dueña de una tienda de lanas, Wendoline, que parece estar presa, más que custodiada, por el siniestro dogo Preston. Esto sucede en un momento en el que la apacible comarca está siendo asolada por ladrones de ovejas. Abundando en ello, hasta tenemos ocasión de observar cómo a Gromit le gusta entretenerse tejiendo.

Nuevas situaciones de narrativa cinematográfica muestran al malvado Preston contemplando a escondidas la invención de Wallace, en el sótano. Más tarde, tras librarse Gromit de una acusación de falsa culpabilidad, destaca la persecución al camión de Preston con el sidecar que se transforma en un aeroplano.


El siguiente cortometraje fue Una cuestión de pan y muerte (A Matter of Loaf and Death, Aardman-BBC, 2008). Alguien está eliminando a los panaderos de la ciudad. Ahora, Wallace y Gromit se dedican a este menester (a ganarse el pan, como dicen ellos), valiéndose de todo su arsenal de inventos y cachivaches para la tienda.

En plena calle, Wallace acude al rescate de una damisela en apuros, que resultará no serlo tanto, Piella Bien Horneada (y su perra Flus), ya que esto no es más que una treta para engatusar a Wallace. Piella vive en un caserón sombrío y misterioso, y oculta una secreta venganza, como Gromit tendrá ocasión de averiguar. El caso es que la damisela es un remedo de la Viuda Negra.

En esta nueva peripecia, podemos resaltar la visión cenital de Gromit, camuflado en una de las lámparas de la mansión de Piella.

Poco antes, Wallace y Gromit también tuvieron su largometraje. Fue La maldición de las verduras (Curse of the Were-Rabbit, Aardman-DreamWorks, 2005), dirigida al alimón por Nick Park y Steve Box, junto a Bob Baker y Mark Burton (1960) como autores del guion. En esta ocasión, nuestra pareja protagonista posee un humanitario sistema de control de plagas llamado Anti-Pesto, una empresa de protección con alarma. Su finalidad es abortar todo intento de acabar con las verduras por parte de la población de conejos. Por ello, Wallace y Gromit acuden raudos ante cualquier señal de peligro.

Pero el estoico Gromit, además de ejercer de recolector (más que exterminador) de conejitos, ayuda de cámara y cocinero (el mejor amigo del hombre a la enésima potencia), cultiva un calabacín. Como buena parte -sino toda- de la población, desea participar en la competición anual de verduras gigantes que se va a celebrar en la Mansión Tottington.


Lady Campánula Tottington ha requerido los servicios del dúo para acabar con una plaga que amenaza su bello jardín (ella ha dispuesto su cosecha para el concurso en una zona elevada de la casa). Esto hace que Wallace se quede prendado de la aristócrata, y viceversa, mientras una amenaza más grande se gesta, la del temible Hombre-Conejo al que hace referencia el título original. En ambos desafíos tendrá Wallace como oponente al cazador Victor Quatermaine (oscuro émulo del héroe creado por el magnífico Rider Haggard [1856-1925]).

En La maldición de las verduras, Wallace hace gala de dos nuevos inventos que se combinan con la narrativa de la historia, el manipulómetro mental y el aspira-conejos.

Al igual que sucedía con los gremlins diabólicos, el conejo-monstruo es el producto de una mutación y se lanza a devorar todas las verduras que encuentra a su paso, para consternación de los vecinos del pueblo. Por suerte para ellos, el proceso será reversible.

La excelente ambientación que ya hemos comentado al hablar de los cortometrajes, se hace extensiva a la confortable localidad en la que residen Wallace y Gromit. Lo que conlleva cierto tono sarcástico respecto al conocido gardening inglés. La película está plagada de guiños y situaciones sardónicas que se refieren a dicha ocupación, no exclusivamente inglesa pero sí muy característica (con alguna alusión visual a King Kong [Merian C. Cooper & Ernest B. Schoedsack, 1933] o narrativa a La mosca [The Fly, Kurt Neumann, 1958]).


Todos estos elementos visuales y narrativos se ensamblan en un desarrollo impecable de la acción dramática, con elaborados movimientos de cámara y una pulcra planificación. Muestra de ello es la persecución aérea por la mansión, o la captura del conejo con la que se abre el relato. Por último, quisiera llamar la atención acerca del instante en que Gromit escucha en su tocadiscos, de forma relajada (o todo lo que le dejan), un segmento de Venus, de la extraordinaria suite Los planetas (1916), compuesta por Gustav Holst (1874-1934).



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