Animando desde Oriente (XXIV): Periodo azul, de Kôji Masunari y Katsuya Asano

06 septiembre, 2022

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Nos cuesta asumir que existen millones de personas en este mundo y que, en este mismo instantes, millones de circunstancias vitales se están desarrollando de forma paralela a nuestra existencia. Entender al otro siempre ha sido algo complejo. Y a pesar de la experiencia, siempre podemos encontrar nuevas personas que nos sigan sorprendiendo o rompiendo los esquemas que nos habíamos formulado. El arte, la literatura, la música o el cine sirven como espejo de nosotros mismos, pero también para mejorar nuestra comprensión de los demás. No ha sido poco habitual encontrar que una familia pudiera ver sus circunstancias transcritas en las vidas ficticias de los personajes de una serie y, a veces, han podido entenderse mejor. Solo hay que fijarse en los testimonios que circulan por la red para comprobar cómo la ficción nos ayuda a entender mejor a los demás.

En ocasiones, los elementos que componen este tipo de ficción pueden estar alejados de nuestra realidad, incluso estar situados en mundos fantásticos o en futuros lejanos. Pero ya hemos comentado en múltiples ocasiones que en general la mayor parte de estas obras suelen remitir, en realidad, a un debate en torno a la condición humana, con todo lo que ello supone. Es decir, son simples marcos narrativos que enmascaran la auténtica intención comunicativa. Suele suceder así con un tipo de series de animación japonesa, o anime, que suelen enfocarse en el ámbito deportivo o artístico para desarrollar la evolución de sus personajes, generalmente adolescentes que están tratando de descubrir su identidad.. Nada novedoso, pero que se suele enfocar desde facetas menos corrientes. Podría ser el caso de El bosque del piano (manga de Makoto Isshiki, 1998-2015, película de Masayuki Kojima, 2007 y serie de Gaku Nakatani, Ryūtarō Suzuki y Hiroyuki Yamaga, 2018-2019) o Your Lie in April (manga de Naoshi Arakawa, 2011-2015, serie de Kyōhei Ishiguro, 2014-2015) con la música como tema de fondo o Yuri!!! on Ice (Sayo Yamamoto, 2016) con el patinaje artístico. Y, por supuesto, es el caso de Periodo azul (Blue Period, manga de Tsubasa Yamaguchi, 2017-, serie de Koji Masunari y Katsuya Asano, 2021), aunque con una diferencia: no es tan melodramática como otros títulos similares ni tan excéntrica para el público occidental poco habituado a los elementos habituales del anime.


Su nombre hace referencia al periodo azul de la trayectoria de Pablo Picasso (1881-1973), a quien se menciona en la propia historia. Por lo tanto, no es difícil deducir que el tema de la historia será el arte pictórico. Pero, como decíamos antes, la vida de los personajes en este ámbito tan concreto se puede extrapolar a otros terrenos personales, porque así mismo sucede con sus personajes. No obstante, como en cualquier serie temática, debemos tener cierta predisposición, ya que durante los capítulos se irán desarrollando diversas conversaciones sobre cómo dibujar o pintar, sobre técnicas pictóricas y sobre los pasos necesarios para entrar al mundo del arte.

El protagonista es Yatora Yaguchi, un adolescente aplicado en los estudios al que también le gusta disfrutar con sus amigos de una vida más libertina en sus momentos libres. No obstante, es un personaje bastante completo y sincero con el espectador, que atravesará una profunda evolución en el desarrollo de su identidad y su psicología a lo largo de los doce capítulos que dura la primera temporada de la serie. Como iremos descubriendo, detrás de su carácter abierto y amable con los demás, se esconde una persona introvertida, incapaz de sentirse conectado con lo que hace y que suele actuar más bien por el deseo ajeno que por el propio. Tanto es así que su aplicación en los estudios es una consecuencia del respeto que le debe a sus padres en vez de una iniciativa personal. No obstante, tiene capacidad de sacrificio y disciplina, logrando sus metas con esfuerzo. Como él mismo observará en varios momentos de la serie, solo es una persona normal, pero que ha decidido esforzarse en lograr algo y para superar a los demás debe practicar y trabajar de manera constante. En efecto, en esta historia hay un debate sobre el valor del talento frente al esfuerzo. Otros personajes alrededor del protagonista demuestran un talento superior, pero no siempre lograrán sus objetivos, mientras que Yaguchi, pensándose siempre inferior a los demás por haber empezado más tarde en el mundo del arte, logrará ir mejorando progresivamente.


La serie también es bastante honesta con el espectador: el protagonista no es un genio ni brilla desde el principio. Hay una evolución basada en el trabajo y en las reflexiones del protagonista. Como en otras series similares, se le da mucho espacio al monólogo interno del personaje principal, lo que nos permite ver cómo debate consigo mismo y eso nos acerca más a su psicología. La serie está muy focalizada en Yaguchi, pero en ocasiones veremos también a otros personajes haciendo cosas que el protagonista desconoce. De esta forma, veremos cómo el estudiante descubre que le gusta dibujar y se entrega a ello entrando al club de arte de su instituto gracias a la invitación de Ryuji Ayukawa. 

En el proceso de la serie, observaremos con atención dos cuestiones muy relevantes en torno al protagonista y su relación con el arte. En primer lugar, cómo le ayuda a comprender mejor a los demás. El desarrollo es lento, pues se desarrolla conforme avanzan las lecciones que aprende sobre la pintura, pero nos permite ir fase a fase. Por ejemplo, empieza observando mejor el mundo que le rodea, descubriendo ambientes o situaciones desde una perspectiva que otros no pueden ver, así le sucede con su visión sobre Shibuya al inicio de la obra. Pero poco después, esa misma observación le permite acercarse más a su madre en un preciso y delicado diálogo con ella. Además, con la observación del arte que realizan otros estudiantes también comprenderá mejor cómo son ellos y cómo debería actuar en consecuencia. En segundo lugar, cómo le ayuda a definir su identidad. Mediante la pintura y el dibujo, el protagonista trata de encontrar su propia voz, aunque no será un camino nada sencillo. Así podemos comprobar cómo el arte se convierte en una pasión dentro de una vida más bien anodina y desinteresada, como el protagonista comenta, parecía que su vida transcurría sin que él estuviera conectada a la misma. Siempre pendiente de agradar a los demás, de resultar afable, pero tampoco implicarse demasiado, como le echará en cara Ryuji cerca del final. Durante su aprendizaje se planteará dudas sobre qué significan las cosas que le rodean para él, todo enfocado a cómo proyectar su identidad, esto es, sus inquietudes, sus anhelos, sus emociones y sus pensamientos en aquello que pinta.

Es evidente que aunque la pintura sea el marco narrativo, su papel es vertebrador en la historia. Es tanto excusa como eje temático y su rol en la obra es inexcusable. Ahora bien, como descubre también Yatora, es solo un medio para llegar a un fin, siendo lo realmente importante ese fin, esa meta. Durante los doce capítulos hay un gran enfoque al aprendizaje que realiza el protagonista, atravesando distintas fases, como la observación, la aplicación de diferentes técnicas, el uso de materiales diversos o la búsqueda de un objetivo, de aquello que quiera transmitir. Cada fase le ayudará a comprender y a comprenderse mejor. Y la serie lo enfoca de una manera cercana y amena, sin pesadez.


Aparte del protagonista, atraviesan la serie diferentes personajes que enriquecen el panorama con sus personalidades, desde los amigos iniciales de Yatora y los compañeros del club de arte hasta sus rivales en la escuela preparatoria. De entre ellos, me gustaría destacar a dos que resultan fundamentales en esta primera temporada por su impacto para el protagonista, pero también por tener un trasfondo bastante interesante. En primer lugar, Ryuji, que es quien anima a Yatora a inscribirse en el club de arte, aunque hasta entonces no habían tenido una relación muy cercana. A través de este personaje se desarrolla la incomprensión familiar, mostrando además una crítica a la rigidez de la familia japonesa, la inseguridad en la carrera elegida, siendo un ejemplo contrario al caso del protagonista, ya que pasa de tener seguridad en sus sueños a rendirse del mismo por no sentir motivación alguna, y, por último, la cuestión del género y la sexualidad. Se trata de un personaje bastante original para la narrativa habitual de los animes, que tendían a sexualizar o burlarse de este tipo de personajes. En este caso, Ryuji es un chico que se viste como mujer y que presenta una orientación bisexual, aunque aún está en el desarrollo de su propia identidad. La amistad con Yatora y el rechazo de la familia serán ejes fundamentales de su desarrollo como personaje, sin que su sexualidad o su género sea su motivación como personaje, sino una más de sus características.

En segundo lugar, Yotasuke Takahashi es el personaje inverso a Yatora. Se trata de un muchacho con un talento inaudito para la pintura, pero, como él mismo revelará, para nada más. Su relación con el protagonista es fría y, aunque llegan a compartir confidencias y acaban respetándose mutuamente, ambos odian el carácter del otro, por ser antitéticos. A fin de cuentas, a través de su relación se introduce el debate de si prima más el talento innato o el esfuerzo, aunque la serie tiene una respuesta bastante clara a esta disyuntiva. No obstante, una de las características primordiales de Periodo azul es el tratamiento de sus personajes, que se sienten más realistas por sus imperfecciones y sus reacciones. En muchas ocasiones, y dentro del realismo de la serie, no acertaremos a adivinar la motivación de un personaje para reaccionar de determinada forma, lo que también sucede en la vida real. Es más, hasta ellos mismos revelarán que no saben muy bien por qué hacen lo que hacen. En el caso de Yotasuke, también percibo, aunque no se mencione en la serie, la posibilidad de que haya una representación de ciertos síndromes, como pueda ser autismo o Asperger, por la forma de relacionarse con todos los demás personajes e incluso por su atención plena en la pintura, pudiendo tener el síndrome del sabio. En conjunto, la serie muestra un abanico interesante de la sociedad. Por ejemplo, los amigos iniciales del protagonista siguen presentes de forma leve a lo largo de los capítulos, pero su comportamiento revelan fidelidad y honestidad. Suponen un apoyo para el protagonista aunque no acaben de entender su decisión de dedicarse al arte. Es más, a través de uno de estos personajes, el más reservado de los tres, se muestra también cómo los demás pueden convertirse en modelos a seguir, inspirándonos para tomar decisiones que sean más fieles a nuestros deseos.


Quiero también destacar distintas cuestiones que atraviesan la serie y que provocan que su contenido sea aún más significativo. Como antes he señalado, el protagonista atraviesa distintas fases de aprendizaje, pero no aprende solo. En la serie es fundamental el trabajo ejercido por las docentes que aparecen, Saeki en primer término, siendo la profesora encargada del club de artes del instituto, y Ooba, la instructora de la escuela preparatoria a la que acude Yatora para mejorar y poder presentarse al examen de ingreso de la Universidad Nacional de Bellas de Tokio, conocida como Geidai, el único centro que puede permitirse su familia por su economía, pero también uno de los más exigentes del país. Ambas profesoras, a pesar de presentar caracteres distintos, siendo más tranquila Saeki y más impulsiva Ooba, representan a la perfección el rol de docentes implicadas e interesadas en la evolución de sus alumnos. Podemos destacar especialmente las entrevistas entre el protagonista y Ooba en las que le ofrece distintos consejos para mejorar su forma de dibujar y pintar, que también pasan por cuestionarse a uno mismo. Detrás de una apariencia extrovertida, Ooba demuestra ser bastante reflexiva. Una de las escenas de la serie está dedicada a observar sus pensamientos mientras valora a sus alumnos en su cuaderno, mostrándonos cómo ha llegado a conocerlos personalmente. 

De la misma forma, no falta también cierta crítica al estrés, la presión y la competitividad que existe en el arte. Conforme se acerque el examen de ingreso a la Geidai podremos ser testigos de cómo los alumnos sufren considerables cuadros de ansiedad y fatiga junto a la necesidad de aislarse socialmente. No se cortan en mostrar cómo una alumna acaba ingresada con un inicio de trastorno alimenticio causado por el estrés de este camino y el propio protagonista sufre urticaria y dolores de cabeza que hacen peligrar su participación en el examen. En un país tan exigente y elitista como Japón es bastante razonable esta crítica. No podemos olvidar que el fallecimiento por exceso de trabajo es prácticamente una pandemia allí, recibiendo el nombre de karoshi, así como el alto estrés profesional, o burnout, que padecen, por ejemplo, los dibujantes de mangas, que tienen extenuantes jornadas laborales. Además, como hemos comentado antes, existe a la par una crítica a la rigidez familiar, que llega a ser inhumana e insolidaria, en el caso de la familia de Ryuji, pero también un agradecimiento al sacrificio de los padres, sobre todo en el caso de la madre, en la familia del protagonista.


En definitiva, Periodo azul es una serie con un importante factor humano. Aunque suponemos que vendrán más temporadas, esta primera podemos considerarla autoconclusiva, por cumplir un arco narrativo completo y desarrollar adecuadamente todas las tramas, pero dejando puertas abiertas que se pueden desarrollar. El manga está aún en publicación, por lo que seguramente se puedan ampliar las distintas vidas de estos personajes. No obstante, esta primera temporada, sin caer en tópicos, grandes hazañas ni grandes romances, ha logrado mostrarnos un buen retrato de unos personajes realistas e imperfectos, unos personajes que buscan su lugar en el mundo a través del arte mientras atraviesan las dificultades que podría vivir cualquier aspirante a pintor. Si bien cuenta con un estilo visual bastante pulido, no es lo más destacable del conjunto, a pesar de que se trata precisamente de una obra sobre el arte. Sin embargo, sí logra destacar por su sensibilidad y por la manera de integrar la pintura como una forma de descubrimiento personal.

Escrito por Luis J. del Castillo



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