Cuando estudiamos el desarrollo de la historia, aprendemos nombres de acontecimientos que quedan encapsulados en nuestra cabeza como un hecho concreto, en una fecha concreta, que tuvo una serie de causas y de consecuencias. Pero, en ocasiones, no valoramos lo absurdo del hecho en sí. O cómo debió ser para los auténticos protagonistas, no quienes lo promovieron, sino quienes lo vivieron ajenos a las razones reales o a los sucesos posteriores. Incluso estos grandes acontecimientos no cambiaron nada de forma inmediata, sino que tuvieron su repercusión pasado un tiempo, por lo que quienes lo vivieron no sabían que habían vivido algo crucial o digno de ser recordado por las grandes letras de la historia, aunque sí por sus anécdotas personales.
Benito Pérez Galdós (1843-1920) quiso dar vida a esa historia y lo hizo a través de sus Episodios nacionales. No se trata de una obra sesuda y concienciada con el estudio historiográfico, sino un fragmento de existencia nacional a través del foco de sus personajes. La diferencia es clara: Pérez Galdós otorga sensibilidad, pensamiento y espíritu a los nombres huecos que forman las listas de héroes y fallecidos, a las calles célebres de nuestra historia y a los actos que ocupan apenas una línea al pie de página. Y sin restarle nada de credibilidad y documentación, pues el autor canario investigaba, buscaba testimonios y reunía toda la información más fiable posible para, después, dar aliento a la mezcla entre esa realidad y la ficción de sus personajes.
Aunque debemos precisar que, a diferencia de otras novelas, quizás en Trafalgar (1873) no encontremos un desarrollo tan profundo de sus personajes como en otras de sus novelas, siendo más superficial por estar tan atado al acontecimiento concreto por encima de las acciones concretas de sus personajes. Por ejemplo, no hay tanto espacio para las relaciones entre personajes como en Marianela (1878) ni para el reflejo de la cotidianidad de novelas como Tormento (1884), La de Bringas (1884) o Miau (1888). No quiere decir que Galdós no deje lugar para mostrarnos a sus personajes, pero sin tanto hincapié como en otras obras de su trayectoria. Sobre todo encontraremos las explicaciones que nos proporciona la simpática voz de Gabriel de Araceli, protagonista y narrador de la novela.
Las tres edades, de Friedrich |
Así tenemos tres partes en que podemos dividir esta breve novela. La primera nos presenta el panorama previo a la batalla a través del recuento biográfico que hace Gabriel desde su infancia hasta los prolegómenos de la contienda. Es un resumen en el que Pérez Galdós nos presenta a una familia cualquiera de Cádiz, que vive en Vejer de la Frontera, compuesta por un matrimonio algo mayor y una hija. Como herencia de la novela picaresca, aparte de la voz que narra su vida desde un presente, nuestro protagonista proviene de una familia de los bajos fondos en la que recibió maltrato físico, razón por la cual acabó huyendo y encontrando una familia a la que servir. Podemos precisar que nuestro narrador está más cercano a la trama vital del Lazarillo de Tormes (1554) que a las posteriores novelas que asentaron el género, como El Guzmán de Alfarache (Mateo Alemán, 1599) o El Buscón (Francisco de Quevedo, 1626), siendo más un adolescente aún pilluelo y travieso, poco entendido en los asuntos sociales, pero en plena formación y que recibirá a través de sus vivencias en Trafalgar las primeras grandes lecciones de su existencia, incluyendo la cercanía con la muerte, el enfrentamiento bélico o la toma de conciencia de que debía tomar las riendas de su vida.
Indicamos esto porque la única decisión real que toma el protagonista la realizará al final de la novela, dado que en el resto de la obra irá a remolque de los deseos ajenos, que pertenecen a sus superiores, sobre todo a don Alonso, su amo. Aún así, tiene sus propios gustos y demuestra su individualidad. Por ejemplo, aunque es maltratado por su ama, doña Francisca, la prefiere a doña Flora, que le resulta demasiado empalagosa. En general, los personajes que componen Trafalgar son cotidianos, simples y directos, incluso rayan en algunos aspectos lo ridículo, como la obsesión de don Alonso y Marcial por las batallas marinas a pesar de no tener edad ni fuerzas reales; hay que tener en cuenta que a Marcial le faltaba prácticamente la mitad del cuerpo. Bien podemos encontrar una especie de alabanza al arrojo de los soldados como una crítica a un nacionalismo por el que los ciudadanos acaban arrojándose a la locura. Curiosamente, la voz de doña Francisca será la más sensata, aunque sea un personaje tópico de ama de casa severa y gruñona.
También la subtrama amorosa es bastante simple y tópica: la hija del matrimonio, la amita doña Rosa, quiere a Rafael Malespina, con quien se compromete, aunque se casarán tras la batalla en la que también se ve obligado a participar Rafael. Gabriel está celoso ante Rafael porque a él le gustaba doña Rosa desde que eran niños, pero la novela subraya que se trata de un amor imposible, dado que pertenecen a mundos distintos. No obstante, será interesante la evolución de Gabriel ante sus propios sentimientos con respecto a Rafael, sobre todo en el último tercio de la novela.
Batalla de Trafalgar, de Juan Vallejo |
El segundo tramo de la novela es la batalla en sí. Gabirel nos cuenta sus vivencias desde que embarca en el principal barco de la flota hispano-francesa, el Santísima Trinidad hasta que retorna a su hogar pasando por varias circunstancias. En primer lugar, destaca la forma en que Pérez Galdós narra las batallas navales. Como parte de un narrador protagonista, deberá recurrir a otros personajes que le narren a Gabriel lo sucedido en otros barcos. Todas suelen repetir el mismo esquema: la táctica que llevaron a cabo ambos bandos, la crudeza de la batalla, los intercambios de proyectiles y la posterior derrota, generalmente rindiéndose, intentando curar a los heridos y siendo abordados y controlados por los ingleses. Interesante es la reflexión sobre la cortesía entre enemigos tras el final de la batalla, que revela para nuestro narrador la absurdez de la guerra, convirtiendo a Trafalgar en una novela antibélica y contraria a los intereses políticos que llevan a los ciudadanos a la muerte.
No obstante, no olvida el escritor canario a los héroes caídos, dedicándoles un espacio considerable en la narración o, al menos, una mención necesaria. No faltan la honorable mención al vicealmirante Nelson, que lideraba la armada inglesa y enemiga, las críticas al vicealmirante francés Pierre Villeneuve por su táctica así como la valentía y el liderazgo del general Cisneros, encargado del Santísimo Trinidad, de Cosme de Churruca, a cargo del navío San Juan Nepomuceno, o de Federico Gravina, que logró regresar con su navío Príncipe de Asturias a Cádiz, sobre todo reconociendo cómo los líderes españoles se habían opuesto al plan del vicealmirante francés. A través de las crónicas oficiales y de los relatos de supervivientes de la batalla, Pérez Galdós recrea su participación y el desarrollo de la contienda. Destacan también los últimos sucesos del Rayo, en el que acaba Gabriel y que nos deja uno de los fragmentos más emotivos de la novela entre Marcial y nuestro narrador.
La muerte de Churruca, de Eugenio Álvarez Dumont |
Resulta curioso que el tramo final tenga una confusión propia de la comedia de enredos, aunque muy bien aplicado para causar cierta gracia tras la devastación y las penurias anteriores. Esta novela de formación concluye con la primera decisión propia que toma Gabriel y con un abrupto final que nos invita a seguir sus aventuras en próximas entregas. En esto se revela el carácter de folletín que tuvieron los Episodios Nacionales, además de tener como protagonista al mismo narrador durante su primera serie. La vida de Gabriel continuaría con La corte de Carlos IV, publicado el mismo año.
En definitiva, Trafalgar contiene una mezcla de géneros, desde la novela de formación de un protagonista carismático, que seguirá creciendo en las siguientes entregas, con la estructura de la novela picaresca, ya mencionada, y con el tema central de una novela bélica, siendo la batalla de Trafalgar su eje central. A pesar de no encontrar una gran profundidad en sus personajes, el estilo de Pérez Galdós es bastante atractivo. A pesar de su apego histórico, no resulta pesado en la cantidad de datos que se nos proporciona, sino que lo hace de forma atractiva, ágil y muy bien dispuesta. Da voz a los auténticos protagonistas, es decir, los anónimos participantes en la batalla, mostrando tanto sus alegrías como sus desgracias personales, pero sin olvidar la necesaria justicia que requieren los héroes. No se trata de la obra más perfecta o redonda del autor, pero nos da muestra de su grandeza narrativa.
Curiosamente estuve hace poco en el Cabo de Trafalgar en Cádiz, y vi el monolito que alguien le puso allí a Galdós. Qué optimismo tenía pensando que alguna vez nuestra historia iría a mejor...ya ni siquiera por la historia, es que humanamente estamos muy lejos de los ideales de esa literatura.
ResponderEliminar