El jilguero, de Donna Tartt

29 enero, 2021

| | |
El discurrir de una vida está marcado por hechos que dejan huella en el carácter de las personas. Obsesiones, accidentes, encuentros, pérdidas, casualidades, relaciones, rupturas... todo se acumula en una mochila que todos llevamos siempre en nuestro interior. Aunque el cómo llevamos esa carga es lo que determina cómo vivimos. Y muchas novelas se acercan a trazar todas esas sendas posibles de la vida, para crear posibilidades y para hablarnos de nosotros mismos a lo largo de cualquier época, en cualquier mundo posible. En ocasiones, conectaremos con ese espejo y, en otras, querremos despreciarlo. Porque el ser humano contiene en su interior todo lo que amamos y, también, todo lo que odiamos.

Donna Tartt (1963) parece cocinar sus novelas en el fuego lento de los años. Su última novela, El jilguero (2013), llegó a las librerías once años después de su anterior obra, Juego de niños (2002), y lo hizo con un Premio Pulitzer como recompensa y la atracción de crítica y público. Incluso tuvo una adaptación cinematográfica con el mismo nombre en 2019, dirigida por John Crowley (1969).

Su trama nos transporta a la vida dura e inadaptada de Theo Decker, que en un momento crítico de su vida, solo y encerrado en un hotel de Ámsterdam, hace repaso a las circunstancias que le han llevado a esa situación, remontándose a su adolescencia y al fatídico hecho que le cambió para siempre. Lo cierto es que la novela se desarrolla mostrando múltiples facetas de una vida y de una sociedad fracturada e heterogénea, con la misma desilusión que retrataba Salinger (1919-2010) en El guardián entre el centeno (1951) y el mismo espíritu de crítica social que impregnaban los retratos de Dickens (1812-1870), pero adaptados a una época contemporánea.

Así pues, los tramos en la vida de Theo nos permiten acercarnos a las circunstancias vitales de esa sociedad que mencionábamos. El primero de todos ellos nos muestra la normalidad de una familia monoparental, una madre preocupada, pero también cariñosa, que visita junto a su hijo el Metropolitan Museum y cómo todo acaba por romperse por el acto siempre destructivo del terrorismo. A partir de ese momento, se aborda el tránsito hacia la madurez desde el punto de vista de un muchacho que ha quedado desgarrado para siempre y que está unido inevitablemente a un cuadro, el de jilguero, que pudo rescatar de entre los escombros y que es la cicatriz palpable de la pérdida de Theo. Su lugar en el mundo se pierde al convertirse en una carga y empieza entonces un periplo de búsqueda de una nueva vida pasando por varias fases.

Fotograma de la adaptación cinematográfica

La siguiente, aunque breve, sirve a Tartt para retratar a esas familias estiradas y ricas que se vienen abajo, compuesta de gente insatisfecha como los personajes de El gran Gatsby (Francis Scott Fitzgerald, 1925), incapaces de lograr establecer relaciones sanas e íntimas. Precisamente, la autora no dejará de subrayar su disfuncionalidad a través de sus múltiples desgracias y descalabros, mostrados tanto por las relaciones entre padres, hijos y hermanos como por la relación que mantiene Theo con todos sus miembros. Curiosamente, nuestro protagonista vive siempre sumando pérdidas y despedidas de aquellas personas con las que lograba cierta cercanía.

Sin embargo, no es esta una novela de iniciación ni una crítica social, sino que va entremezclando géneros conforme avanza mientras retrata los aspectos más sombríos de esa sociedad, la norteamericana, rompiendo sus ilusiones. Lamentablemente, para lograr eso, se introduce en una serie de casualidades que provocan una caída hacia los abismos del protagonista durante gran parte de la novela para acabar hacia el final en una trama próxima al thriller, pero sin excesiva fuerza ni carácter narrativo, en torno al tráfico de arte.

De esta forma, de ese primer tramo que tenía un carácter dramático, pasamos a un segundo en el que Theo se adentra en el sórdido mundo de las drogas, el alcohol y la vida fragmentada y desestructurada a la que le condena su propio padre, todo representado por las afueras de Las Vegas. A este segundo tramo le dedica una considerable cantidad de tiempo Donna Tartt, quedando todo en suspenso, porque la vida exterior parece detenerse para dar cabida a la tristeza y la agonía de un adolescente que está perdido y que encuentra su refugio en las drogas. De aquí, destaca la relación con uno de los personajes más importantes de la novela, Boris, quien se convierte en su mejor amigo y su compañero de juergas. Sus conversaciones son el reflejo del choque entre la mentalidad de Europa del Este que arrastra Boris con todo lo que había aprendido Theo en la Nueva York en la que se crio. Al final, se vuelve bastante repetitivo, incluso deprimente (lo cual no es malo) y repulsivo en varias ocasiones.

Se da paso a un tercer arco que supone un periodo de reinserción y desintoxicación para Theo, en el que encuentra su lugar en el mundo logrando un espacio de cierta esperanza y luminosidad dentro de los terrenos tan sombríos en que se había adentrado la novela, consiguiendo además una nueva figura paternal y la promesa de un futuro nuevo. No obstante, llegados a este punto, debemos mencionar que la conexión emocional que se podría haber logrado, aquí se pierde por la frialdad del protagonista, que ya se desenvuelve como un personaje más adulto, pero bastante incapaz. Donna nos vuelve a apuntar hacia los aspectos más grisáceos del ser humano gracias a un protagonista imperfecto, que cuando tiene la oportunidad de decidir, su decisión supone una decepción moral, como descubriremos tras una elipsis que nos adentra en el último tramo de la novela. El arco final es, sin duda, la parte más inverosímil de todo El jilguero, en el que todo el tono de la obra cambia para adentrarse en un thriller en el que se ve envuelto el protagonista por el susodicho cuadro, pero no contaremos más.

Donna Tartt

En conclusión, es evidente que El jilguero está bien escrito y que tiene fragmentos muy bien desarrollados y narrados, capaz de adentrarse en la psique fracturada de unos personajes rotos, sobre todo su protagonista, aunque en ocasiones tengamos que suspender la credibilidad. A fin de cuentas, algunos personajes no tienen evolución ni interés ninguno por la forma en que Donna Tartt los plantea, el tramo final es poco convincente y la novela palidece por sus irregularidades en el desarrollo y por algunos cambios bruscos para modificar el rumbo existencial del protagonista. Por ejemplo, parece que Tart necesita siempre incluir una tragedia en la vida de Theo para dar paso a otro tramo de la novela, sin que ese cambio se pueda originar por la propia evolución del protagonista. Es decir, todo avanza no por decisión de los personajes, sino por las tragedias que van sucediendo siempre fuera de su control: el atentado terrorista, el retorno indeseado del padre, la marcha obligada de Las Vegas por un accidente o la reaparición estelar de un personaje para introducir una trama de thriller. Así, toda la trama va dando tumbos para finalizar en una perorata final que deja la puerta abierta al futuro de su protagonista.

Por tanto, estamos ante una novela capaz de mostrarnos las dualidades del ser humano, de unir los miedos y los vicios a la esperanza y la bondad, pero que se alarga en exceso, que deja huecos en blanco y que avanza más por el deseo de cambiar de ambiente que por la naturalidad con la que la vida se desarrolla en realidad.


0 comentarios :

Publicar un comentario

¡Hola! Si te gusta el tema del que estamos hablando en esta entrada, ¡no dudes en comentar! Estamos abiertos a que compartas tu opinión con nosotros :)

Recuerda ser respetuoso y no realizar spam. Lee nuestras políticas para más información.

Lo más visto esta semana

Aviso Legal

Licencia Creative Commons

Baúl de Castillo por Baúl del Castillo se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.

Nuestros contenidos son, a excepción de las citas, propiedad de los autores que colaboran en este blog. De esta forma, tanto los textos como el diseño alterado de la plantilla original y las secciones originales creadas por nuestros colaboradores son también propiedad de esta entidad bajo una licencia Creative Commons BY-NC-ND, salvo que en el artículo en cuestión se mencione lo contrario. Así pues, cualquiera de nuestros textos puede ser reproducido en otros medios siempre y cuando cuente con nuestra autorización y se cite a la fuente original (este blog) así como al autor correspondiente, y que su uso no sea comercial.

Dispuesta nuestra licencia de esta forma, recordamos que cualquier vulneración de estas reglas supondrá una infracción en nuestra propiedad intelectual y nos facultará para poder realizar acciones legales.

Por otra parte, nuestras imágenes son, en su mayoría, extraídas de Google y otras plataformas de distribución de imágenes. Entendemos que algunas de ellas puedan estar sujetas a derechos de autor, por lo que rogamos que se pongan en contacto con nosotros en caso de que fuera necesario retirarla. De la misma forma, siempre que sea posible encontrar el nombre del autor original de la imagen, será mencionado como nota a pie de fotografía. En otros casos, se señalará que las fotos pertenecen a nuestro equipo y su uso queda acogido a la licencia anteriormente mencionada.

Safe Creative #1210020061717