Animando desde Oriente (XV): Your lie in April

16 abril, 2019

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¿Qué nos empuja a ser quiénes somos y a hacer lo que hacemos? Nuestra determinación para cumplir con ciertas metas y sueños viene marcada por muchos factores, tanto intrínsecos, que surgen de la propia persona, como extrínsecos, que proceden del efecto de los demás sobre nosotros. Y, en cierta forma, nuestra manera de afrontar ese camino es lo que define nuestra personalidad y nuestra vida. Cuando nos encontramos con algún quiebro inesperado, con el fin anticipado de la motivación que nos mantenía en camino o con un cambio en el significado que le otorgábamos a lo que nos rodeaba, es fácil desviar el rumbo, entrar en un estado de dudas y desesperación, con cierto carácter existencialista, incluso cambiar nuestra forma de ser. Suele ser algo que sucede en la adolescencia, pero supongo que nadie que tenga en su vida ciertas metas no se haya encontrado con algún punto determinante en que ha tenido que tomar una decisión en la diatriba entre continuar o dejarlo, o verse obligado a tomar otra senda distinta a la que hubiera soñado. Supone una ruptura con aquello que somos y también la entrada a ciertos cambios negativos, motivados por la frustración, el dolor y la desilusión. Sobre esto versa Your lie in April (Shigatsu wa Kimi no Uso, 2014-2015) en un tono esperanzador, pero sin olvidar todo el sufrimiento.


Nos referimos al anime dirigido por Kyōhei Ishiguro, que adaptaba el manga homónimo creado por Naoshi Arakawa. A lo largo de 22 episodios, de casi media hora cada uno, acompañaremos al prodigioso pianista juvenil Kousei Arima en un año de su vida, desde abril hasta la siguiente primavera, en su proceso de volver a tocar el piano tras más de dos años sin hacerlo, desde la muerte de su madre, hecho traumático que provocó que dejara de oír las teclas de su instrumento mientras tocaba. Sin embargo, cuando en su vida aparece la violinista Kaori Miyazono, una entusiasta y despistada joven, todo da un vuelco, dado que ella prácticamente le obligará a volver a tocar y a convertirse en un nuevo pianista, capaz de entender la música de forma distinta a como lo hacía de niño.

La serie podría malinterpretarse como un anime romántico puro, aunque comparte elementos característicos del shojo, como el ambiente escolar, el proceso de idealización de la pareja, el contraste entre la personalidad de los personajes principales que están destinados a enamorarse o la cantidad de vueltas y dudas por las que pasa su relación antes de confirmarse (si se llega a ese estadio). Sin embargo, no es realmente su temática o intención principal, como tampoco el propio tema de la música, como pudiera suceder en otros animes relacionados con alguna disciplina, como los deportivos, aunque, de nuevo, sea un elemento imprescindible en la obra: la disciplina que siguen los jóvenes intérpretes, las reglas de los concursos y certámenes musicales, la distinta forma de entender la música o la cantidad de piezas clásicas que podemos oír, y que le otorgan todo un plus a la serie, a lo largo de los capítulos, con especial predilección por Chopin, aunque no será el único compositor que aparezca representado.


Sin embargo, donde parece encajar mejor, es con el slice of life, los recortes de una vida, ese género pretendidamente realista o costumbrista que, en esta ocasión, no aparece de forma pura, sino que está entremezclado con los elementos anteriormente mencionados. Este género nos permite acercarnos a la vida de unos personajes en un ambiente determinado, dentro de un estilo muy realista e incluso naturalista, siguiendo con los conceptos occidentales. A ello hay que sumar un recurso imprescindible en Your lie in April: el monólogo interior de los personajes, sobre todo el de Kousei Arima. De la misma forma que Proust se servía de una magdalena para que un personaje se hundiera en sus recuerdos, aquí el momento de enfrentarse al piano para tocar una determinada pieza servirá para ahondar en los recuerdos, traumas y reflexiones íntimas de los personajes. Ese recurso provoca que el tiempo narrativa se ralentice y prácticamente la acción quede suspendida mientras la voz del personaje en off se entremezcla con la música que está ejecutando y con las escenas, normalmente flashbacks, aunque también encontramos algunas secuencias oníricas y realmente bellas, que se suceden en su mente.  

En realidad, argumentalmente, suceden muy pocas cosas. Los resúmenes literales de los capítulos podrían ocupar apenas un par de líneas. Básicamente, porque lo relevante se encuentra en ese monólogo interno de los personajes. Este hecho provoca que la trama avance de forma muy lenta, dedicada a la exploración de la psique de sus personajes. Es más, aunque el central y más relevante sea Kousei, la serie se permite explorar a todos los demás personajes relevantes en mayor o menor medida. Por lo tanto, es bastante completa a la hora de profundizar en sus personajes, componiendo cada uno de ellos una trama que deja entrever la complejidad de las personas por encima de la apariencia más o menos ligera que muestran. Por ejemplo, los golpes con los que Tsubaki o Kaori castigan a Kousei ocultando realmente sus pensamientos, que nos son desvelados con sendos monólogos internos. O la frivolidad de Ryota en sus relaciones, con cierta ligereza de cascos, quien, a pesar de ser uno de los personajes menos elaborados, se nos descubre como un muchacho más comprometido de lo que aparenta, por ejemplo, a nivel deportivo.


A lo largo de sus veintidós episodios podemos establecer dos claras partes, la primera alcanza hasta el episodio once, justo la mitad, y es evidente que es la que mejor aprovecha el gran potencial que tiene la historia. Desde el primer capítulo en que conocemos a los personajes principales y se nos deja intuir los traumas del protagonista hasta el capítulo final de este arco en que encontramos un capítulo definitivo y muy bien realizado, en el que vemos los frutos del encentro y la amistad entre Kousei y Kaori en el primer episodio hasta este momento cumbre. Cabe destacar que aunque la historia versa sobre la superación y la entrega, sobre la comprensión de la música como disfrute y no como una obligación, hay muchos detalles que nos reflejan también una crítica a cierto tipo de educación, muy extendida en la cultura oriental, muy marcada en Japón: la de exigencia de ser el mejor, la competitividad llevada al extremo.

En este sentido, la difunta madre de Kousei lo había convertido en un niño prodigio con unos métodos abusivos y poco ortodoxos, hasta el punto de convertirlo en un pusilánime incapaz de ser feliz con la música que tocaba. Varios flashbacks nos desvelarán esta caótica y dura relación que culminará al revelarnos la herida traumática que arrastra al protagonista a no ser capaz de oír su propia música y a haberse aislado del piano. Curiosamente, cuando se produzca un cambio en su trayectoria, dejará de importar ganar para empezar a valorar más transmitir emociones. Los propios jueces de los concursos serán juzgados por ser incapaces de ver cómo los músicos logran emocionar y llegar al público, embelesado por estas emociones convertidas en música, frente a la estricta fidelidad a la partitura. En cierta forma, esta historia no deja de valorar cómo estas emociones son las que cambian a las personas: las actuaciones de aquel niño prodigio, el metrónomo humano en que se convirtió, fueron las que alteraron para siempre la vida de otros niños; por ejemplo, sus rivales (Takeshi Aiza y Emi Igawa), que aparecen a partir del octavo episodio y sobre los que también se detiene la serie para mostrarnos cómo intentando superar a Kousei se han convertido en auténticos músicos. Por cierto, no será el único tema que se aborde: todos los personajes fracasan en esta serie. Tsubaki no logra ganar el partido de béisbol por estar afectada por sus pensamientos, básicamente centrados en sus sentimientos hacia Kousei, y Ryota tampoco consigue alzarse con la victoria en la final de fútbol como deseaba, teniendo que aguantar el tipo ante la derrota para después derrumbarse en solitario por no haber sido capaz de lograr su sueño.


La segunda mitad de la serie sirve para revelar mejor los entresijos emocionales de los distintos personajes y acompañar a Kousei en la consolidación de una nueva etapa de su vida. En esta ocasión  tendremos un arco de episodios que se siente más postizo, incluso innecesario, con la inclusión de una alumna bastante energética y nerviosa y una mayor presencia de Hiroko, antigua maestra de Kousei y amiga de su madre, que nos dará otra visión sobre los años de infancia del pianista protagonista. También es el momento en que la historia se centra más en Kaori y en mostrarnos su auténtica motivación y sus entresijos, que nos ahorraremos revelar. No obstante, este segundo tramo se hace más pesaroso y repetitivo, aunque el clímax final, en los dos últimos episodios, nos deja una secuencia estéticamente preciosa, de gran belleza tanto visual como significativa, para finalmente concluir con un giro argumental que nos ofrece otra perspectiva con la que observar la obra completa.

En definitiva, Your lie in April es una obra sentida y crítica, capaz de emocionarnos combinando bien la historia de sus personajes, en torno a las motivaciones personales, la autosuperación, la rivalidad y los traumas personales, con la música clásica y las exigencias de una sociedad muy competitiva. No obstante, es un anime irregular y lento, de más reflexión y emotividad que acción, lo que puede provocar que se sienta repetitivo. Hubiera mejorado de haber sido una pieza más breve, como sucedía con El jardín de las palabras (Makoto Shinkai, 2013), que prefería el mediometraje al largometraje, o bien haber ampliado algo más la profundidad que se le otorga a personajes secundarios. Aún así, algunas de las secuencias bien merecen la pena y el final de cada arco, con las actuaciones frente al público y el desarrollo de los monólogos interiores, son de lo más logrado en la serie.


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