Simetría de lo Natural, de Juanse Gutiérrez

23 enero, 2017

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El mercado editorial ha cambiado en las últimas décadas y ha fomentado que cada vez más personas se atrevan a publicar, o a autopublicarse, con los nuevos métodos que permite tanto la red como las editoriales de nuevo cuño, aquellas que sitúan sus tarifas como única barrera para ver tu libro entre tus manos. La apertura del mercado es un movimiento de claroscuros, dado que por una parte, permite romper lo establecido por las grandes marcas y abrir la oferta de forma considerable, pero por otra, elimina cualquier filtro, lo que dificulta encontrar o distinguir entre la inmensa oferta que mencionábamos a las obras que merecen la pena rescatar. Y a su vez, los autores quieren ser leídos, quieren compartir con el público lo que han escrito porque consideran que es bueno, que se han esforzado en esa tarea a la que han dedicado mucho tiempo y a la que hasta consideran parte de sí.

Aunque no es la primera vez que comentamos una obra de un autor novel o de un escritor que se autopublica, he querido aprovechar la ocasión de comentar esta recopilación de relatos de Juanse Gutiérrez, también conocido como Nubis, para realizar una introducción en torno a esta cuestión. 

No se trata de algo gratuito: Simetría de lo Natural (2016) es su carta de presentación, un conjunto de textos varios, sobre todo relatos, que han tenido buena acogida en internet, como señala el autor, y que ahora ha unido en este volumen con una selección de los que considera mejores. Y lo que más engarza con nuestra introducción es que he podido observar que además de reunir textos, también reúne los rasgos tanto positivos como negativos más usuales de las publicaciones noveles. Por una parte, su irregularidad o la ausencia de cierta elaboración de edición y corrección entraría dentro del apartado negativo, siendo ambas cuestiones usuales en este tipo de obras. Por otra, encontramos textos bastante interesantes, bien escritos y estimulantes, así como el manejo de ciertos recursos y referencias que le otorgan personalidad propia.

Juanse Gutiérrez (Nubis)
Para empezar, debemos referirnos a lo más evidente: Simetría de lo Natural contiene textos muy desiguales, teniendo una trayectoria irregular no solo en cuestión de calidad, sino también en temática, tono y forma. En principio, no existe detrás de Juanse una labor de edición que haya podido encauzar mejor la presentación formal de la obra. Estamos ante una colección bastante amplia de cincuenta textos, que podríamos dividir entre relatos, cuentos, textos reflexivos o poemas, que varían entre extensiones muy breves, de apenas una página, o más largas, pudiendo ocupar en torno a diez o quince, no siendo usual el término medio.

No existe un orden evidente ni una conexión temática común, aunque sí hay una serie de rasgos o temas comunes que son propios de las inquietudes del autor, pudiendo encuadrarlos con cierta cercanía al realismo sucio por sus imágenes más usuales. Tampoco hay una corrección a fondo de los textos, encontrando algunos errores ortográficos leves. Ahora bien, dentro de la vorágine que puede suponer la lectura de esta obra, encontramos relatos bastante interesantes y un estilo común en el que se maneja con bastante eficacia el diálogo y la primera persona. 

En la mayoría encontramos muy presente el espíritu ideal de un narrador común, aunque los personajes varíen; en algunos casos podemos considerar que se trata del reflejo del propio autor. Así, encontramos como constantes la defensa de lo artístico sobre el materialismo utilitario, el arrepentimiento sin redención positiva, la crítica a la homofobia o la aparición de la homosexualidad reprimida, la violencia en variadas formas, incluyendo el acoso escolar o el suicidio, la relevancia del amor, el sexo en todos sus aspectos, los vicios presentes en nuestra sociedad, con especial hincapié en la búsqueda de la fama o del dinero, o la suposición de los límites a los que podríamos llegar, cierto sentir melodramático de la vida, con un uso bastante prolífico de la imagen de la lágrima cayendo al cierre de la historia, o el sentido de superioridad moral adoptada por la voz narrativa en la mayoría de textos.

En este último caso, existen dos vertientes: cuando encontramos la voz del autor real defendiendo o criticando ciertas ideas (por ejemplo, en El hacedor de sillas, Ecos del dinero o Los abstractos) o cuando nos encontramos ante el punto de vista adoptado de un personaje que comete un crimen y que se considera por encima de otras personas que no lo comprenderían, tal es el caso de El poder de cada unoEl delator o Nuestro silencio. Destacamos aquí el uso de la primera persona, que mencionábamos antes, para adentrarse en la mente de esta clase de personajes. La excepción de estas dos vertientes la encontramos en los relatos que presentan un protagonismo dual, por ejemplo, en Conversación, donde logra recrear un diálogo cotidiano entre una pareja con bastante acierto y naturalidad, o en Tres cuerdas.

Mirada y mano (2003), de Antoni Tàpies (1923-2012)
No podemos abarcar un comentario de cada uno de los relatos dado la elevada cantidad de los mismos, aunque podemos comentar algunos aspectos relevantes. Lo primero que quiero señalar es la existencia de un texto dentro de la obra, Oda a una canción (Confesiones desde el borde de la vida), que funciona realmente como prólogo y expresión del autor sobre sí mismo y, por relación, sobre la obra. Sin valorar ni mencionar su contenido, hubiera sido preferible situarlo en primer lugar, o quizás como epílogo, dado que rompe el tipo de lectura general. Sucede algo similar con la intercalación de poemas, que no comentaremos con detenimiento, aunque podemos mencionar que algunos tienen un tono experimental y teatral; quizás hubieran podido agruparse en una sección o diferenciarse de los relatos en otro volumen.

Entrando en el comentario del resto de piezas, comenzamos con tres relatos conectados entre sí y distribuidos en distintos lugares del libro. Los tres ahondan en cuestiones como el genio o dios  y emplean el recurso del pastiche, rescatando a personajes literarios como Sherlock Holmes, Moriarty, al que le adjudica un hijo, o Victor Frankenstein. En torno a estos personajes trata de mostrar distintas ideas, como el enfrentamiento entre el esfuerzo y el talento natural, el panteísmo o la capacidad de creación. Como curiosidad, resalta el hecho de que en el segundo relato el autor se vea en la obligación autoimpuesta de explicar que Victor es un científico real semejante al creado por Mary Shelley (1797-1851) para su novela, cuando no ha tenido problema en emplear como reales a personajes de ficción como Holmes o Moriarty en convivencia con este mismo personaje. O que introduzca un anacronismo como el concepto de canción del verano si nos encontramos ante los personajes en su época real (o ficticia, dado que este aspecto realmente no se aclara).


Siguiendo con las referencias literarias, varios de los relatos de Juanse ahondan en el terror, recordándonos ocasionalmente a Edgar Allan Poe (1809-1849), a Stephen King (1947) o, incluso, a H. P. Lovecraft (1890-1937). Entre ellos, merece la atención No te atreverás, un inquietante relato donde un personaje atormentado vive atrapado y atraído por su hogar, no solo en tanto casa, que podríamos encuadrar como encantada, sino también en el aspecto familiar del término. En este sentido, tiene ecos de la torturada relación maternofilial del célebre Norman Bates, personaje de Psicosis (Robert Bloch, 1959; remitimos también a la adaptación de Hitchcock, 1960).  Además, al protagonista le persigue la frase que da título a la pieza, al estilo del "nevermore" de El cuervo (1845). Podemos mencionar también Alquilando el alma al diablo, sobre las consecuencias funestas de desear algo y que se cumpla con todas sus consecuencias, el macabro Sé mi modelo, sobre la creación artística más inesperada, o La cancioncilla y Y en su mirada, amor verdadero, que siendo tan diferentes en su desarrollo, muestran un curioso punto obsesivo común.

Dame de comer es uno de los relatos más largos y donde más se desarrolla una trama narrativa usual. La mayoría de sus elementos nos recuerdan a varias obras de Stephen King, pero logra erigirse con una personalidad propia. Es decir, aunque no puedo saber si es verdad que se basa en esos elementos, lo cierto es que la influencia es notable, pero están tan bien entremezclados que logra crear un relato original. Así tenemos al ser que habla desde la alcantarilla a una niña, como sucediera con It (1987), el acoso escolar y la venganza, con poderes incluidos, de Carrie (1974; mencionamos la adaptación de Brian de Palma, 1976) o también, en el caso de otro de los poderes empleados, Ojos de fuego (1980). También merece aquí mención el inquietante Mi lolita, que recurre a la imagen de la tentación similar a Lolita (Vladimir Nabokov, 1955) pero ofreciendo un giro de tuerca algo macabro.


Algunos relatos tienen un ambiente propio de la ciencia ficción distópica, por ejemplo, para criticar una vida enfocada al utilitarismo mercantil, abogando por la vida como algo más natural, artístico y espiritual, recordándonos a obras como Fahrenheit 451 (Ray Bradbury, 1953) o 1984 (George Orwell, 1949), como sucede en El hacedor de sillas o Sé libre, incluso con Prohibida la magia, donde sí se ofrece una reconstrucción utópica que acaba por sentirse desaprovechada por su brevedad. O bien para mostrarnos la perturbación a la que podemos llegar, como han hecho más recientemente obras como Battle Royale (Koushun Takami, 1999) o Los juegos del hambre (Suzanne Collins, 2008), sería el caso del relato El colmo de la perversión. o, en un sentido distinto, Axioma, de carácter más sexual, donde el protagonista se debate entre perder la virginidad con un robot o seguir esperando al amor.

Sol de junio (1913), de Henry Scott Tuke (1858-1929)
Una historia realista enfrenta la ficción idealizada que solemos consumir con la realidad a través de la perspectiva de un personaje deprimido, seguramente acosado, que no encuentra en esa ficción la representación de sus auténticos sentimientos y emociones. Por contra, Tu musa (El camino de la inspiración) nos enfrenta a un prejuicio por la ambigüedad de la intencionalidad sexual del inicio, lo cual es lógico después de haber leído en el mismo volumen textos como Mi lolita, para acabar hablándonos de cierta reconexión con nuestro lado infantil.

Algunos relatos breves proporcionan un argumento que hubiera podido explorarse más, sería el caso, por ejemplo, de Obra y vida, que aparte del perturbador hecho narrado, podría servir de metáfora a la libertad con la que cabalgan las obras artísticas ajenas a su creador, o del anteriormente mencionado Prohibida la magia. Por contra, otros aprovechan bastante bien su brevedad, como Todos somos asesinos inconscientes, que traza bastante bien una serie de hechos sustentados en la teoría del caos, o La nariz, en torno a los complejos que derivan en una presión autoimpuesta y cuyo giro final impacta incluso a la protagonista.

Merece la pena mencionar, aunque sea de los largos, La lotería, que logra sentirse único por distanciarse en su final de la oscuridad eventual del resto de relatos, pero manteniendo un mismo tono que, pese al cambio con respecto a los demás, encaja a la perfección. Por último, varios de los relatos se encuadran como cuentos que suelen abordar temas con un carácter metafórico y tratando de transmitir una moraleja no siempre evidente. Como ejemplos, encontramos La luz, Cuento abstracto (que incluso reta al lector a comprenderlo), Sopa de lluvia, El ego no alimenta, Ejecutados o Cuento #3445, este último, quizás como reconoce el propio autor, más tópico.

En conclusión, Simetría de lo Natural cuenta con propuestas más que interesantes e inquietantes, pero están salpicadas de otras piezas de menor interés y orquestadas sin una necesaria labor de edición que, seguramente, hubiera mejorado la calidad general de una obra algo dispersa. Con todo, si os gusta el terror, lo perturbador o si estáis abiertos a propuestas como las anteriormente descritas, no perdáis la oportunidad de conocer la literatura de Juanse Gutiérrez.

Escrito por Luis J. del Castillo


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