Este análisis comenta cuestiones relativas al argumento y a detalles de la trama (spoilers).
La herida está tan reciente que resulta complicado hablar sobre esta película sin estar aún envuelto de esa corriente de reacciones negativas contra las que apenas encontramos algunas zonas de sosiego. No nos engañemos: cuando se extiende una opinión pública, aunque esté fundamentada, se puede llegar a olvidar cómo valorar aquello sobre lo que se opina de forma libre, sin influencias. Hay muchos problemas a los que enfrentarmos a la hora de abordar lo que ha sido Batman v Superman: el amanecer de la Justicia (2016).
En primer lugar, la lucha entre la expectativa y la realidad, o la realidad y el deseo que diría Cernuda, ese horizonte de lo que se espera de un producto y lo que al final afrontamos. Una película que unía a dos de los superhéroes más célebres del cómic y del cine era obvio que elevaría el ansia de los espectadores más acérrimos a este tipo de cine. Y esa ansiedad es una bomba de relojería, que estalla con facilidad si se maneja sin cuidado. Hay un claro ejemplo de esta circunstancia en la saga Star Wars, con la diferencia clara entre lo que sucedió con su retorno con el Episodio I (1999) y lo que ha ocurrido más recientemente con el Episodio VII (2015).
En segundo lugar, que ambos personajes ya tienen precedentes, no solo de sí mismos o de otros superhéroes (especialmente de Marvel) en cine, sino en el cómic. Muchos son los que han apreciado este arte donde estos personajes llevan una vida más rica y, por tanto, conocen o, al menos, creen conocerlos mejor. No es la primera vez que Batman y Superman se enfrentan y ahí se asentaba la idea de los más fanáticos del cómic, que como ha sucedido en tantas ocasiones con los lectores, se han tenido que enfrentar a esta adaptación (casi mejor, versión) que ha realizado Zack Snyder.
Snyder mantiene un estilo estético de tintes oscuros, con recursos preferentemente digitales puestas al servicio de la espectacularidad y una carrera que ofrece su visión en torno a obras del arte gráfico, como pueden reflejar 300 (2007), Watchmen (2009) o, incluso, Sucker Punch (2011), que sin estar basada en ningún cómic, mantiene la misma línea que el resto, incluyendo cierta influencia del anime. Antes de Batman V. Superman (2016) se encargó del reinicio de Superman con El hombre de acero (Man of Steel, 2014), que otorgaba un ambiente cercano al de la ciencia ficción junto a una simbología evidente, influenciado por otra parte por el estilo de Nolan a la hora de crear superhéroes más dubitativos; no en vano se contaba con el guionista David S. Goyer.
Esta creación de Superman en El hombre de acero prosigue en Batman v Superman observando las consecuencias de los hechos de esa película (algo similar a lo que ha sucedido con Capitán América: Civil War [Joe y Anthony Russo, 2016], que abunda también y precisamente en las consecuencias de los actos de los Vengadores en el mundo y del enfrentamiento de los superhéroes entre sí) y manteniendo un estilo coherente con lo ya mostrado, arrastrando así defectos y virtudes. Por contra, el otro coloso, Batman, es un personaje incipiente en su versión dentro de este universo cinematográfico, que será descubierto en esta película, al menos parcialmente.
Por otra parte, fuera del combate entre ambos personajes, previsible por el título, tenemos un subtítulo relevante: El amanecer de la Justicia, que orienta esta obra al futuro del DC cinematográfico con La Liga de la Justicia (cuya primera parte verá la luz en 2017) y que obliga a incluir ciertas subtramas. Un matiz relevante que comentaremos en nuestro análisis. No obstante, recalcamos, una cuestión relevante: en esta película, como en cualquier obra artística, existe una pugna entre las ideas que podemos percibir y la ejecución con la que se han desarrollado estas ideas. Por ello, aquí comentaremos ambos aspectos, dado que consideramos relevante destacar la calidad de gran parte de las ideas unidas a una ejecución deficiente, que lastra el resultado final. Volveremos a ello en nuestras conclusiones.
Cuando El hombre de acero llegó a nuestras pantallas, hubo diversas reclamaciones por parte de los espectadores, algunas relacionadas con lo que Superman era o había sido: ¿cómo se permitía tanta destrucción? ¿Por qué Superman era así? Se trataba de la lucha de la expectativa con la incomprensión de lo que vemos: no es mi Superman, no es mi Batman, no es mi Lex Luthor, no es mi Wonder Woman, no son los personajes que conocemos. Y era algo obvio, dado que la película era otra propuesta que bebía de diferentes fuentes del cómic y de la mitología en torno al personaje. A partir de esta idea, lo que se debe analizar es lo que vemos, lo que se nos presenta y si esto resulta, dentro de sí mismo, congruente y verosímil. No nos podemos quejar por lo que debería haber sido como adaptación literal, sino por lo que es y qué nos parece.
Batman v Superman recala en las consecuencias de lo que vimos en El hombre de acero, en las consecuencias que tienen para la humanidad la aparición de Superman (Henry Cavill, manteniendo una línea de actuación bastante inexpresiva), algo que se enfoca a la perfección en esta película desde el punto de vista de Bruce Wayne. El personaje de Jonathan Kent (Kevin Costner) avisaba a su hijo de estas circunstancias, pero dado que era inevitable defender la Tierra de la amenaza que se cernía sobre ella, se desveló la existencia de un ser extraordinario y extraterrestre. Y comenzó tanto la admiración como el miedo, sentimientos usuales ante lo que no conocemos y tambalea nuestras creencias y pensamientos. Esta es la posición en la que se encuentra nuestro superhéroe tras El hombre de acero y ante lo que se deberá enfrentar a lo largo de esta película.
Al otro lado, Batman (Ben Affleck, no tan mal como se especulaba, algo lineal en su actuación, pero dando la talla), un ser humano del que sabemos poco dentro de este universo: la secuencia inicial, que repasa la mítica escena de la muerte de sus padres desde una perspectiva visual intensa y habitual en Snyder, la caída a la cueva de los murciélagos y la visión idealizada del rescate como la transformación en un ser superior, el héroe de Gotham. Sin embargo, más que un héroe, parece una amenaza, como lo acabará viendo Clark Kent por las noticias (Snyder hace un uso excesivo de la televisión como forma de que los personajes obtengan información), dado que a diferencia del Batman habitual, parece tan decidido a llevar a cabo sus acciones que no le importa que los criminales sufran o mueran por el camino. Tras años combatiendo el crimen, Batman es una persona descreída, pesimista y hastiada, cuya realidad da un vuelco con la aparición de Superman, como nos revela la escena en que se adentra en la destrucción de Metrópolis. Encontramos en esta lograda secuencia algunos detalles absurdos, como la actitud de los trabajadores de la empresa o el intento de intensificar la escena con la aparición de una niña, como si acaso la destrucción del lugar no fuera más que necesaria.
Apoyado por el guion, Snyder trata de humanizar a Superman mostrándolo como un ser dubitativo, lo cual no debería ser un procedimiento malo a priori, incluso siendo un recurso más realista que el esperpento en que otros superhéroes han llegado a caer. Ahora bien, lo mantiene todavía como un personaje inseguro, en una linea continuista con El hombre de acero que nos hace dudar sobre si ha habido alguna evolución respecto a aquellos acontecimientos. Su determinación se muestra en momentos clave: para demostrar la importancia de sus lazos afectivos (mostrando a la vez que existe la posibilidad de la venganza y el odio que vislumbrara Bruce en sus sueños) y cuando finalmente asume su papel para la salvación de la humanidad. Por su parte, Batman parece más decidido a encontrar la forma de detener a Superman, pero su determinación se verá reforzada por ciertas acciones provocadas por Luthor; tan solo un hecho puntual y muy criticado que comentaremos posteriormente induce al personaje a un cambio brusco de parecer, cuando ya había obtenido su victoria.
Con todo ello, Snyder expone y ofrece hechos, pero no otorga ninguna profundización trabajada o de gran calado para el espectador. Considera la sutileza como un arma efectiva en el desarrollo de los personajes, justo al contrario que su valoración de lo estético, que es excesiva. La falta de desarrollo y de visión intrínseca hacia los personajes produce la sensación de estar ante personajes fríos, con los que resulta casi imposible crear un vínculo catártico. Aun más cuando, como detalle aparte, los alter ego de ambos personajes están desaparecidos, tanto Clark Kent como Bruce Wayne, ¡hasta la película se burla de esta circunstancia cuando Lex Luthor habla con ellos y los trata más como Superman y Batman que como un reportero y un millonario! Industrias Wayne o el Daily Planet parecen el decorado de sus vidas, cuando se supone que deberían ser vidas paralelas. Para el espectador será fácil comprender sus motivaciones porque la película, de una forma más directa o bien de pasada, las expone, pero eso no basta, y no basta especialmente cuando la pretensión evidente es realizar un relato no ya adulto, sino serio en torno a los superhéroes.
Zack Snyder junto a Henry Cavill |
Esta creación de Superman en El hombre de acero prosigue en Batman v Superman observando las consecuencias de los hechos de esa película (algo similar a lo que ha sucedido con Capitán América: Civil War [Joe y Anthony Russo, 2016], que abunda también y precisamente en las consecuencias de los actos de los Vengadores en el mundo y del enfrentamiento de los superhéroes entre sí) y manteniendo un estilo coherente con lo ya mostrado, arrastrando así defectos y virtudes. Por contra, el otro coloso, Batman, es un personaje incipiente en su versión dentro de este universo cinematográfico, que será descubierto en esta película, al menos parcialmente.
Por otra parte, fuera del combate entre ambos personajes, previsible por el título, tenemos un subtítulo relevante: El amanecer de la Justicia, que orienta esta obra al futuro del DC cinematográfico con La Liga de la Justicia (cuya primera parte verá la luz en 2017) y que obliga a incluir ciertas subtramas. Un matiz relevante que comentaremos en nuestro análisis. No obstante, recalcamos, una cuestión relevante: en esta película, como en cualquier obra artística, existe una pugna entre las ideas que podemos percibir y la ejecución con la que se han desarrollado estas ideas. Por ello, aquí comentaremos ambos aspectos, dado que consideramos relevante destacar la calidad de gran parte de las ideas unidas a una ejecución deficiente, que lastra el resultado final. Volveremos a ello en nuestras conclusiones.
Cuando El hombre de acero llegó a nuestras pantallas, hubo diversas reclamaciones por parte de los espectadores, algunas relacionadas con lo que Superman era o había sido: ¿cómo se permitía tanta destrucción? ¿Por qué Superman era así? Se trataba de la lucha de la expectativa con la incomprensión de lo que vemos: no es mi Superman, no es mi Batman, no es mi Lex Luthor, no es mi Wonder Woman, no son los personajes que conocemos. Y era algo obvio, dado que la película era otra propuesta que bebía de diferentes fuentes del cómic y de la mitología en torno al personaje. A partir de esta idea, lo que se debe analizar es lo que vemos, lo que se nos presenta y si esto resulta, dentro de sí mismo, congruente y verosímil. No nos podemos quejar por lo que debería haber sido como adaptación literal, sino por lo que es y qué nos parece.
Batman v Superman recala en las consecuencias de lo que vimos en El hombre de acero, en las consecuencias que tienen para la humanidad la aparición de Superman (Henry Cavill, manteniendo una línea de actuación bastante inexpresiva), algo que se enfoca a la perfección en esta película desde el punto de vista de Bruce Wayne. El personaje de Jonathan Kent (Kevin Costner) avisaba a su hijo de estas circunstancias, pero dado que era inevitable defender la Tierra de la amenaza que se cernía sobre ella, se desveló la existencia de un ser extraordinario y extraterrestre. Y comenzó tanto la admiración como el miedo, sentimientos usuales ante lo que no conocemos y tambalea nuestras creencias y pensamientos. Esta es la posición en la que se encuentra nuestro superhéroe tras El hombre de acero y ante lo que se deberá enfrentar a lo largo de esta película.
Al otro lado, Batman (Ben Affleck, no tan mal como se especulaba, algo lineal en su actuación, pero dando la talla), un ser humano del que sabemos poco dentro de este universo: la secuencia inicial, que repasa la mítica escena de la muerte de sus padres desde una perspectiva visual intensa y habitual en Snyder, la caída a la cueva de los murciélagos y la visión idealizada del rescate como la transformación en un ser superior, el héroe de Gotham. Sin embargo, más que un héroe, parece una amenaza, como lo acabará viendo Clark Kent por las noticias (Snyder hace un uso excesivo de la televisión como forma de que los personajes obtengan información), dado que a diferencia del Batman habitual, parece tan decidido a llevar a cabo sus acciones que no le importa que los criminales sufran o mueran por el camino. Tras años combatiendo el crimen, Batman es una persona descreída, pesimista y hastiada, cuya realidad da un vuelco con la aparición de Superman, como nos revela la escena en que se adentra en la destrucción de Metrópolis. Encontramos en esta lograda secuencia algunos detalles absurdos, como la actitud de los trabajadores de la empresa o el intento de intensificar la escena con la aparición de una niña, como si acaso la destrucción del lugar no fuera más que necesaria.
Apoyado por el guion, Snyder trata de humanizar a Superman mostrándolo como un ser dubitativo, lo cual no debería ser un procedimiento malo a priori, incluso siendo un recurso más realista que el esperpento en que otros superhéroes han llegado a caer. Ahora bien, lo mantiene todavía como un personaje inseguro, en una linea continuista con El hombre de acero que nos hace dudar sobre si ha habido alguna evolución respecto a aquellos acontecimientos. Su determinación se muestra en momentos clave: para demostrar la importancia de sus lazos afectivos (mostrando a la vez que existe la posibilidad de la venganza y el odio que vislumbrara Bruce en sus sueños) y cuando finalmente asume su papel para la salvación de la humanidad. Por su parte, Batman parece más decidido a encontrar la forma de detener a Superman, pero su determinación se verá reforzada por ciertas acciones provocadas por Luthor; tan solo un hecho puntual y muy criticado que comentaremos posteriormente induce al personaje a un cambio brusco de parecer, cuando ya había obtenido su victoria.
Con todo ello, Snyder expone y ofrece hechos, pero no otorga ninguna profundización trabajada o de gran calado para el espectador. Considera la sutileza como un arma efectiva en el desarrollo de los personajes, justo al contrario que su valoración de lo estético, que es excesiva. La falta de desarrollo y de visión intrínseca hacia los personajes produce la sensación de estar ante personajes fríos, con los que resulta casi imposible crear un vínculo catártico. Aun más cuando, como detalle aparte, los alter ego de ambos personajes están desaparecidos, tanto Clark Kent como Bruce Wayne, ¡hasta la película se burla de esta circunstancia cuando Lex Luthor habla con ellos y los trata más como Superman y Batman que como un reportero y un millonario! Industrias Wayne o el Daily Planet parecen el decorado de sus vidas, cuando se supone que deberían ser vidas paralelas. Para el espectador será fácil comprender sus motivaciones porque la película, de una forma más directa o bien de pasada, las expone, pero eso no basta, y no basta especialmente cuando la pretensión evidente es realizar un relato no ya adulto, sino serio en torno a los superhéroes.
No obstante, en este sentido, no logro comprender ciertas críticas que han valorado como inexistentes tales motivaciones, cuando la película, como decíamos, sí incide en ello. El problema no está en que no existan tales razones, el problema reside más bien en cómo se plantean en la película. Que Batman vea a Superman como una amenaza mundial tras lo sucedido en Metrópolis dos años atrás (en los acontecimientos de El hombre de acero) se enlaza perfectamente con el drama post-11S de Estados Unidos, que se lanzó a una ofensiva escudada o excusada en el miedo a lo que podría llegar. Así que no, no resulta tan descabellado que Batman, con sus recursos, trate de buscar alguna forma de detener, en caso necesario, al héroe kriptoniano.
También se suman las advertencias de Alfred (Jeremy Irons, que recuerda más al Lucius Fox de Morgan Freeman en la trilogía de Nolan que al mayordomo habitual de Batman; una particular versión del mayordomo que particularmente me ha satisfecho bastante) que muestran el estado en que se encuentra su jefe y amigo, cercano a la crueldad de los criminales (como se nos muestra) o afectado por una vida dedicada a la salvación de la ciudad con más pérdidas que ganancias (el traje de Robin, el alcoholismo que se intuye por la mención a la bodega casi vacía, la mansión Wayne destruida, así como la consideración de Gotham como una ciudad criminal pese a sus esfuerzos). Incluso se nos incide mediante el mundo onírico, que pretende más la espectacularidad sobre la fundamentación: el murciélago terrorífico que sale de la tumba de Martha Wayne o la visión de tintes post-apocalípticos que muestra a Superman como un villano. Todo ello detalles sutiles donde no se ahonda, son símbolos bien de un pasado que aún no conocemos o bien de un posible futuro.
También se suman las advertencias de Alfred (Jeremy Irons, que recuerda más al Lucius Fox de Morgan Freeman en la trilogía de Nolan que al mayordomo habitual de Batman; una particular versión del mayordomo que particularmente me ha satisfecho bastante) que muestran el estado en que se encuentra su jefe y amigo, cercano a la crueldad de los criminales (como se nos muestra) o afectado por una vida dedicada a la salvación de la ciudad con más pérdidas que ganancias (el traje de Robin, el alcoholismo que se intuye por la mención a la bodega casi vacía, la mansión Wayne destruida, así como la consideración de Gotham como una ciudad criminal pese a sus esfuerzos). Incluso se nos incide mediante el mundo onírico, que pretende más la espectacularidad sobre la fundamentación: el murciélago terrorífico que sale de la tumba de Martha Wayne o la visión de tintes post-apocalípticos que muestra a Superman como un villano. Todo ello detalles sutiles donde no se ahonda, son símbolos bien de un pasado que aún no conocemos o bien de un posible futuro.
Mientras, en el mundo humano, se debate sobre el papel del superhéroe de Krypton. Como advertíamos, Superman cambia el paradigma en que entendemos el funcionamiento del mundo y, como todo ser o aspecto de la vida que nos resulta extraño o desconocido, causa tanto pavor como admiración. Y este superhéroe es un ser inseguro aún, no es ya el blindaje carismático y perfecto de adaptaciones de antaño (veremos si algún día lo volverá a ser en este universo), sino que se revela como un ser humano, criado como tal, que rechazó el determinismo de su propio mundo y se enfrentó a quienes querían destruir su nuevo hogar, y que no puede evitar dudar de su papel en la Tierra, sintiendo la presión de quienes lo odian a pesar de sus buenas intenciones. Aunque cursi, la determinación final de Superman en esta película supone un posicionamiento ante tales sentimientos y una respuesta fidedigna a lo que le planteó su madre, Martha Kent (Diane Lane), entre ser su héroe o no ser nada (una diatriba que enlaza muy bien con los mitos, ahí tenemos el caso de Aquiles y la guerra de Troya).
Alejándonos de Batman, tenemos a las instituciones humanas, encarnadas por una comisión del Senado estadounidense, y a Lex Luthor (Jesse Eisenberg). Un tramo de la película está dedicado al apartado burocrático de la justicia humana, representado por la senadora June Finch (Holly Hunter). En esta visión ideal de la justicia se crea un tribunal específico para evaluar los actos cometidos por Superman en perjuicio de la humanidad. Como resulta obvio, esta acción es plenamente simbólica, dado que se sobreentiende la superioridad de Superman y, por tanto, solo su entrega voluntaria permitiría un auténtico juicio. Esta eventualidad acaba teniendo lugar en la película, pero es desaprovechada, no tanto por su resolución, que me parece adecuada en cuanto a que logra aumentar las sospechas en torno al superhéroe de cara a Batman, pero cuya velocidad impide finalmente que Superman llegue a defenderse. Una defensa que hubiera servido para mostrar la evolución y la determinación del personaje y acercarlo más a su forma de ser definitiva, con lo que el golpe que recibe hubiera sido más fuerte todavía; sin embargo, se prefiere ahondar aún más en la inseguridad sin mostrarnos aún un carácter más fuerte.
Por otra parte, se ha cuestionado la visión idealizada del gobierno estadounidense, pero lo cierto es que mientras se postulaba a la senadora Finch como representante positiva, honesta y justa, también encontrábamos a otros personajes del mismo gobierno dispuestos a participar y ayudar en los planes turbios de Lex Luthor para lograr un arma contra Superman. No obstante, no se ahonda en esta cuestión, que está ilustrada de una forma deficiente y cuya principal escena, en la que Luthor comienza a pedir todo lo que quiere, la podríamos tildar de desfachatez. Siguiendo con este personaje, no es de extrañar que sea el más desdibujado de la trama, no solo por ser una versión muy extravagante, similar al Joker, sino porque todo lo que rodea a las acciones de Luthor está invadido por una sensación de inverosimilitud que convierte sus intervenciones en auténticos despropósitos argumentales.
Ahí tenemos un superordenador sin una mínima protección, su capacidad para manejar la nave kryptoniana con rapidez y eficiencia en apenas un día, o una motivación escasa, casi ausente. Podemos valorar del personaje que construye a lo largo de la película un plan maquiavélico con escenas poderosas y espectaculares, como la resolución del juicio a Superman, la conversación con la senadora en su despacho o el momento en que derrota psicológicamente a Superman y logra extorsionarlo y que actúe según sus deseos. La película trata de reivindicar que los hilos son movidos por este personaje, pero desconocemos la razón. Es cierto que su locura es visible en varias ocasiones y que sus diálogos muestran una obsesión religiosa en torno a Superman, llegado a argüir en contra del superhéroe que no existe la bondad absoluta en un ser omnipotente y viceversa, que un ser omnipotente no puede ser bondadoso. Una consideración filosófica que en determinado momento de la película parece sustentarse en su pasado, con una mención clave a la relación con su padre. De nuevo, una sutileza que se siente vacía.
Sobre todo cuando, en añadidos posteriores como escenas eliminadas, se ha dejado entrever cómo este personaje podría estar manipulado por el villano principal de las siguientes películas (previsiblemente, Darkseid). Este recurso no es malo per se, dado que previene sobre el futuro en la trama de DC al igual que sucediera con Loki en Los Vengadores (Joss Whedon, 2012), pero de la forma en que se ha introducido parece un error que se suma a la creación deficiente de Lex Luthor. Si bien puede ayudarnos a comprender cómo es capaz de manejarse dentro de la nave de Krypton, parece un parche que no tiene correlación con lo que se ha podido ver en el cine, lo que al final ofrece la sensación de ser un añadido impostado que no aporta nada y que, incluso, resta valor al villano. Algo similar a lo que sucede con la aparición final de Doomsday, que ya los trailers se encargaron de arruinar.
Que este personaje aparezca como enemigo final puede comprenderse de dos formas distintas: una es una trampa para el espectador, dado que se aleja de lo que la película prometía en principio (la lucha entre los dos célebres superhéroes), la otra es que puede tratarse de la mejor forma de que se vean obligados a colaborar juntos a pesar de sus diferencias. En este sentido, debemos reconocer la labor de Capitán América: Civil War a la hora de realizar algo similar, pero con un trasfondo trabajado y sin que, por ello, se reste importancia a lo esencial, que es la división o el enfrentamiento entre los protagonistas. Porque, en efecto, no parece trazarse que la intención original de Lex sea la de crear a Doomsday, al menos no hasta el tramo final, y tampoco sabemos cuál es su intención al originarlo. Ante la ausencia de motivación de Luthor para llevar a cabo tales actos, aunque se puede entender el temor o el odio a Superman, provoca que este monstruo se caiga por sí solo; es decir, parece un añadido de los guionistas para otorgar mayor espectacularidad, aunque su presencia no se sostenga. Precisamente, la batalla contra Doomsday es el apartado más espectacular de la obra, aunque roza lo excesivo y lo absurdo para el poco espacio que ocupa en el entramado principal (por ejemplo, más impactante y lleno de sentido resultaba la presentación de Batman, casi extraída de una película de terror). Podemos valorar que esto era algo habitual en las películas de superhéroes, siempre dadas a maniqueísmos, a un desarrollo de corte pueril y a una acción desbordante, pero a estas alturas se pide algo más, especialmente cuando Batman v Superman aparenta darlo. En efecto, es muy entretenido de ver, pero tiene la misma profundidad o el mismo sentido que ver fuegos artificiales de lejos: son bonitos, se miran con expectación e incluso solemnidad, pero se desconoce de dónde proceden ni a qué se deben.
Junto a él, la otra aparición extraordinaria (también avisada en los trailers) fue la de Wonder Woman (Gal Gadot, espléndida en su breve rol), cuya introducción se engarza mejor con el argumento y propone a un personaje que duda sobre si emplear o no sus poderes, cuestión sobre la que la película no se detiene en exceso: basta un par de escenas, comprobar que no está sola y que el mundo corre peligro. Desconocemos gran parte de su pasado, pero se deja entrever cosas que le otorgan cierto protagonismo de cara al futuro (su pasado lo veremos en Wonder Woman [2017]), siendo esta su primera aparición en el universo cinematográfico que plantea DC. Por contra, siguiendo con otro personaje femenino, todo lo relacionado con Lois Lane (Amy Adams, irregular por lo poco que le ofrece el personaje) podría ser eliminado de la película sin perjuicio para el argumento: no es necesaria la entrevista al terrorista, dado que ya existe el precedente de Metrópolis para medir las acciones de Superman, no encontramos interés en su relación con Superman (por no hablar de la falta de química entre ambos actores) ni la trama de investigación de las balas de Luthor sirve para resolver ninguna cuestión importante. Incluso se expone a un peligro que ella misma había provocado de forma insensata y sin sentido en el tramo final. Un personaje perdido y desaprovechado en medio de una trama donde no aporta nada.
Que este personaje aparezca como enemigo final puede comprenderse de dos formas distintas: una es una trampa para el espectador, dado que se aleja de lo que la película prometía en principio (la lucha entre los dos célebres superhéroes), la otra es que puede tratarse de la mejor forma de que se vean obligados a colaborar juntos a pesar de sus diferencias. En este sentido, debemos reconocer la labor de Capitán América: Civil War a la hora de realizar algo similar, pero con un trasfondo trabajado y sin que, por ello, se reste importancia a lo esencial, que es la división o el enfrentamiento entre los protagonistas. Porque, en efecto, no parece trazarse que la intención original de Lex sea la de crear a Doomsday, al menos no hasta el tramo final, y tampoco sabemos cuál es su intención al originarlo. Ante la ausencia de motivación de Luthor para llevar a cabo tales actos, aunque se puede entender el temor o el odio a Superman, provoca que este monstruo se caiga por sí solo; es decir, parece un añadido de los guionistas para otorgar mayor espectacularidad, aunque su presencia no se sostenga. Precisamente, la batalla contra Doomsday es el apartado más espectacular de la obra, aunque roza lo excesivo y lo absurdo para el poco espacio que ocupa en el entramado principal (por ejemplo, más impactante y lleno de sentido resultaba la presentación de Batman, casi extraída de una película de terror). Podemos valorar que esto era algo habitual en las películas de superhéroes, siempre dadas a maniqueísmos, a un desarrollo de corte pueril y a una acción desbordante, pero a estas alturas se pide algo más, especialmente cuando Batman v Superman aparenta darlo. En efecto, es muy entretenido de ver, pero tiene la misma profundidad o el mismo sentido que ver fuegos artificiales de lejos: son bonitos, se miran con expectación e incluso solemnidad, pero se desconoce de dónde proceden ni a qué se deben.
Junto a él, la otra aparición extraordinaria (también avisada en los trailers) fue la de Wonder Woman (Gal Gadot, espléndida en su breve rol), cuya introducción se engarza mejor con el argumento y propone a un personaje que duda sobre si emplear o no sus poderes, cuestión sobre la que la película no se detiene en exceso: basta un par de escenas, comprobar que no está sola y que el mundo corre peligro. Desconocemos gran parte de su pasado, pero se deja entrever cosas que le otorgan cierto protagonismo de cara al futuro (su pasado lo veremos en Wonder Woman [2017]), siendo esta su primera aparición en el universo cinematográfico que plantea DC. Por contra, siguiendo con otro personaje femenino, todo lo relacionado con Lois Lane (Amy Adams, irregular por lo poco que le ofrece el personaje) podría ser eliminado de la película sin perjuicio para el argumento: no es necesaria la entrevista al terrorista, dado que ya existe el precedente de Metrópolis para medir las acciones de Superman, no encontramos interés en su relación con Superman (por no hablar de la falta de química entre ambos actores) ni la trama de investigación de las balas de Luthor sirve para resolver ninguna cuestión importante. Incluso se expone a un peligro que ella misma había provocado de forma insensata y sin sentido en el tramo final. Un personaje perdido y desaprovechado en medio de una trama donde no aporta nada.
Vistos todos estos inconvenientes, ¿qué nos puede quedar? Sin duda, aquello en lo que debería haberse centrado la película: la relación entre Batman y Superman y sus acciones en el mundo (o en Metrópolis y Gotham). Cuando la película trata de alejarse de ambos personajes, se siente artificial e innecesaria, pero no porque no encontremos ideas buenas en lo que muestra, sino porque o bien falta profundidad o bien se nota innecesario, lo que al final solo lastra el resultado final. Ahí tenemos, por ejemplo, la incomprensible y confusa incorporación de Flash (Ezra Miller) en una visión de Bruce Wayne, que despista tanto a los aficionados del cómic como al espectador medio, cuando el aviso, o el easter egg, de que hay más superhéroes (Flash, Aquaman, Ciborg en concreto) bastaba con la información que Wonder Woman recopila de Luthor con ayuda de Batman. O en el otro lado, la visión apocalíptica de Bruce y malinterpretada por el personaje ya servía como aviso para un futuro peligro.
Pero regresemos a los que deberían haber sido los protagonistas absolutos. El primer encuentro entre ambos, ya como Batman y Superman, se produce tras una escena de persecución entre Batman y los secuaces de Luthor. Este momento está muy bien realizado: en un primer momento, sirve para presentar el potencial táctico y armamentístico de Batman, informando al espectador de las cualidades de este veterano superhéroe y mostrando su superioridad frente a humanos cualesquiera. Sin embargo, la aparición de Superman corta la secuencia y nos ofrece otra perspectiva: a pesar del poder de Batman, el kryptoniano es superior a él sin necesidad de tácticas ni armas, solo su fuerza, sus capacidades innatas. Durante la escena se puede sentir el temor y la frustración (incluso la admiración) de Batman, quien se recompone y con entereza es capaz de oponerse a las amenazas de Superman y retarle, aunque sabe que en ese momento no está a su alcance. A pesar de que este punto es de lo mejor de la película, cuenta con dos incoherencias que podrían haberse ahorrado.
La primera es el momento en que Batman coloca un rastreador a un camión que luego trata de destruir, cuando lo habitual sería hacerlo a la inversa; claro que con la aparición de Superman hubiera sido imposible, pero eso provoca que sepamos que la acción anticipada de Batman es obra del guionista y no del personaje. La segunda, el hecho de que Superman detenga al murciélago sin plantearse qué está haciendo. Podemos estar de acuerdo con Clark Kent a la hora de juzgar de forma negativa la brutalidad que ejerce Batman sobre los criminales, pero aún así, sigue persiguiendo villanos, por lo que todo el despliegue de armas que plantea Bruce debe deberse a alguna razón, que es ignorada (sin más explicación) por Superman.
Pasamos después a la batalla definitiva entre ambos, motivada por Luthor, que ha manejado los hilos para tratar de potenciar la opinión pública negativa sobre Superman y también para extorsionarlo con asesinar a su madre. Hay quien ha juzgado que el héroe kryptoniano podría haber usado sus poderes para salvar a su madre, pero a pesar de sus capacidades, correría un gran riesgo al intentarlo, por lo que busca finalmente el apoyo de un aliado, quien está más decidido a hacerle frente que nunca. El hecho de que la batalla no dure demasiado muestra fácilmente cómo el objetivo original de la película se desvió para incluir a Doomsday, pero no resta valor al combate, que resulta espectacular y donde se reafirma cómo la inteligencia y la astucia son mejores que la fuerza incontrolada. Y llega el punto álgido: el momento en que Batman se detiene antes de matar a Superman al escucharlo nombra a Martha, una escena que ha sido fácilmente calumniada como ridícula.
Parece ser que la mayoría de espectadores conoce muy bien el sentimiento de pérdida que supone quedarse huérfano de niño y habiendo visto morir a tus padres delante de ti. Una afirmación que se apoya en esa posición privilegiada que gran parte de estos espectadores adoptan para burlarse del personaje de Batman por esta cuestión, algo que ya se hacía antes de esta película, que le llevará finalmente a dudar y cambiar de parecer cuando está a punto de matar a Superman. Ese momento, aunque brusco y de apariencia ridícula, marca un giro en la forma de pensar de Wayne. Primero, la duda frente al todopoderoso Superman: ¿cómo sabe ese nombre? Y luego descubre que Superman no solo sangra, sino que también es humano.
Antes, había idealizado a Superman, o demonizado si se prefiere, y lo consideraba una especie de deidad a la que había que derrotar por el peligro que suponía para la humanidad. Curiosamente, dado que no se explica en la película cómo lo sabe, conoce la debilidad física del superhéroe, la kryptonita, pero no consideraba que tuviera la debilidad habitual del ser humano: los lazos que nos unen a otros. No se trata de que Superman tenga madre y que se llame igual, sino que es la correspondencia de todo lo que supone ser humano, como tener una familia, y ver, por tanto, al otro como un igual. Se alcanza así la redención. Batman perdona a Superman por su humanidad y así también se salva a sí mismo. Como Alfred y los sueños advertían, el murciélago era cada vez más cruel y la línea entre el bien y el mal se difuminaban, pero en este momento, decide no tomar la última decisión, la que le arrancaría de la humanidad.
El problema de esta idea, que en lo personal me parece buena, es que no ahonda en las razones que han llevado a Batman a comportarse de la forma en que lo hace. Como decíamos antes, Snyder señala los restos de la debacle personal del murciélago, pero no se aporta ni siquiera una aclaración. Estamos ante el mismo director que fragmentó el pasado de Superman en El hombre de acero para que accediéramos a su pasado a través de un caleidoscopio, pero que aquí rehuye rememorar el pasado de este particular Batman para otorgarle un sentido al comportamiento bruto y desesperanzado del superhéroe. Debemos señalar dos excepciones, que, sin embargo, ya forman parte del imaginario colectivo y que, por ello, son insuficientes, dado que realmente marcan su inicio como héroe, no su decadencia: la muerte de sus padres y la caída al pozo de murciélagos.
No obstante, en lo que sí se incide en la reflexión sobre lo divino y lo humano. Desde Alfred hasta Lex Luthor, se lanzan opiniones sobre esta cuestión que, además, está muy presente en la estructura argumental y estética de la película. A pesar de que fueron muchas las voces que señalaron las conexiones entre Cristo y Superman en El hombre de acero, se ha valorado poco cómo se ha continuado en esta misma línea del mito de héroes tan apegada, por otra parte, al cristianismo de una forma brillante. En primer lugar, la discusión en torno a Superman como un ser bueno o malo, incluyendo a un juzgado del Senado (como el Sanedrín) o a personas que le persiguen (Luthor, Wayne...). En segundo lugar, las dudas de la madre, Martha, sobre el papel de su hijo en la Tierra, semejantes a las de María. Y continuamos con el cambio repentino de Batman, que equivaldría a un quantum, en terminología psicológica, similar al que se plantea en la Biblia respecto a la conversión repentina de San Pablo, cuya labor antes de su particular redención, era la de perseguir cristianos. Curiosamente, el santo se convirtió en uno de los máximos exponentes de la expansión cristiana, como deducimos que Batman se convertirá en la pieza central de la próxima Liga de la Justicia. Si en El hombre de acero vimos las dudas de Superman y cómo aceptaba el papel que le encomendaban sus padres rechazando además las tentaciones de Zod, aquí vemos su sacrificio por la humanidad ante Doomsday (Juicio Final), una secuencia semejante al descendimiento de la cruz de Jesús que termina por realizar una representación de la Piedad, para acabar concluyendo en la promesa de una previsible resurrección.
En este sentido, Snyder y Goyer son coherentes con lo que habían trazado en la película anterior, a pesar de que erran en la forma de plantear la película completa con tanto contenido a desarrollar. Han sido excesivos en aspectos donde no era necesario serlo y demasiado sutiles a la hora de dar cierto calado a los personajes. Sin duda, Batman v Superman es una película ambiciosa en contenido y forma, que trata de ser seria (hasta podemos mencionar que le falta algo más de humor) y compleja, pero aunque está repleta de buenas intenciones, al final acaba engañándose a sí misma con una mala ejecución, tanto en desarrollo argumental, en aspectos técnicos y, sobre todo, en montaje.
En este último apartado tenemos ese tira y afloja de secuencias, con escenas que no concluyen, introducen otras, y finalizan la anterior de manera continua. Esta es una forma de realizar propia de series de televisión, pero que bien resuelta suelen o bien dejar en tensión antes del primer corte (cliffhanger) o bien estar relacionadas argumentalmente en las acciones individuales y distintas de los personajes protagonistas de ambas secuencias (por ejemplo, mostrar a un villano a punto de ser derrotado, hasta que en un anticlimax, otros personajes acaban mal gracias a una acción premeditada del villano, para regresar a la escena inicial donde el protagonista, por ejemplo, se entera de lo que acaba de suceder), pero que aquí es empleada de forma continua para engarzar escenas. Mejor suerte han tenido las escenas de acción, de lo mejor de la película. Por otra parte, la película se pasea continuamente en la oscuridad, con baja iluminación y cierto nivel de saturación, algo que sí es propio de Batman, pero que no deja espacio para la luz de Superman. Además, y claro está, facilita las cosas al equipo de efectos especiales.
Por otra parte, a pesar de que las composiciones de Hans Zimmer suelen gustarme, la presencia musical de Batman v Superman no solo me parece redundante, sino que no ayuda en la construcción argumental, sino solo en el aumento de la espectacularidad. Todo se siente importante con la música, aunque no lo sea. Por ejemplo, en algunas casos se evidenciaba acción, cuando en la secuencia no estaba pasando nada relevante. Toda una serie de incongruencias que pretendían potenciar ciertos factores en detrimento de una combinación entre imagen y sonido más orgánica, natural y poderosa. En conclusión, un subrayado excesivo de determinadas emociones que funciona cuando la secuencia transmite lo mismo, pero resulta incoherente en otras ocasiones.
Por último, no ayudó en nada a la película la campaña de marketing que se realizó ni tampoco las excusas posteriores. El primer aspecto fue nefasto, destripando y adelantando elementos que deberían habernos sorprendido durante el visionado; lamentablemente, se está convirtiendo en algo cotidiano que no debiera ser así. En cuanto a las excusas, nos referimos a los problemas de duración (en torno a media hora o una hora de diferencia entre el montaje completo y el visto en cines) y a las continuas defensas de Snyder de su película, que parece querer explicar algo que no está presente en lo que nos ha mostrado, quizás por los recortes de montaje, quizás porque realmente no ha sido capaz de conectar con los espectadores.
No sería la primera vez que una película vapuleada en su estreno se realza con el tiempo. No sabemos si será este el caso. Ahora bien, no consideramos que esta película haya sido un ejercicio tan fatídico como el que realizó Joel Schumacher en los noventa con Batman, ni tampoco que se vaya a convertir en el hito que el Superman de Reeve supuso a finales de los setenta o el Batman de Nolan en la primera década de este siglo. Nos hemos limitado a mencionar otras versiones de estos mismos superhéroes, pero en el género hemos sido testigos de lo peor como de varias muestras de brillantez. Batman v Superman se queda en ese límite entre ambos polos, no es tan mala como se ha planteado por todos sitios, pero tampoco ha llegado al nivel que se esperaba. Porque seguramente de esta película se esperaba más, mucho más. Y de ahí la decepción.
Por último, no ayudó en nada a la película la campaña de marketing que se realizó ni tampoco las excusas posteriores. El primer aspecto fue nefasto, destripando y adelantando elementos que deberían habernos sorprendido durante el visionado; lamentablemente, se está convirtiendo en algo cotidiano que no debiera ser así. En cuanto a las excusas, nos referimos a los problemas de duración (en torno a media hora o una hora de diferencia entre el montaje completo y el visto en cines) y a las continuas defensas de Snyder de su película, que parece querer explicar algo que no está presente en lo que nos ha mostrado, quizás por los recortes de montaje, quizás porque realmente no ha sido capaz de conectar con los espectadores.
No sería la primera vez que una película vapuleada en su estreno se realza con el tiempo. No sabemos si será este el caso. Ahora bien, no consideramos que esta película haya sido un ejercicio tan fatídico como el que realizó Joel Schumacher en los noventa con Batman, ni tampoco que se vaya a convertir en el hito que el Superman de Reeve supuso a finales de los setenta o el Batman de Nolan en la primera década de este siglo. Nos hemos limitado a mencionar otras versiones de estos mismos superhéroes, pero en el género hemos sido testigos de lo peor como de varias muestras de brillantez. Batman v Superman se queda en ese límite entre ambos polos, no es tan mala como se ha planteado por todos sitios, pero tampoco ha llegado al nivel que se esperaba. Porque seguramente de esta película se esperaba más, mucho más. Y de ahí la decepción.
0 comentarios :
Publicar un comentario
¡Hola! Si te gusta el tema del que estamos hablando en esta entrada, ¡no dudes en comentar! Estamos abiertos a que compartas tu opinión con nosotros :)
Recuerda ser respetuoso y no realizar spam. Lee nuestras políticas para más información.