A Luis J. del Castillo, con afecto.
Aloysius Bertrand |
El lugar, un parque solitario sin nombre, al igual que el ocupante de uno de sus bancos. Un reflexivo flâneur. Solitaria figura hasta que un tal Gaspar de la Noche se deja caer por allí y pone en sus manos un manuscrito de evocaciones pictóricas, sobre la vida y la muerte, y lo que hay más allá de ambas. De este modo, el anónimo personaje se convierte en el propio autor de la obra, y su receptor, en editor, al manifestar su deseo de dar a conocer al público tales páginas.
De Gaspar nada se sabe, salvo que, tal vez, pueda identificarse con esa parte mundana y diabólica que nos habita, bajo una apariencia raída. Lo cierto es que con tan curiosa visita, el joven, al que podemos finalmente dar el nombre de Bertrand, aparca sus ensoñaciones para tratar de alcanzar un nivel más elevado de trascendencia, al adentrarse en el grimorio.
Y aunque el lector ya no participe de las apreciaciones de tan curioso destinatario, sí que puede intuirlas al fusionarse con él por medio de la lectura. Al hacerlo, el abstraído caminante descubre, además, un nuevo lenguaje que se nutre de la tradición, pero cuyo (re)conocimiento, casi hermético, destila la esencia del ser humano por medio de una serie de viñetas poéticas, a veces redactadas en verso, a veces dibujadas en una prosa que nunca deja de ser poética.
Ensoñaciones pesadillescas, imágenes naturalistas o impresiones que toman como punto de partida una pintura que actúa a modo de intertexto, disponen un escenario para la aparición de personajes inesperados y criaturas legendarias, estampas de costumbres (gustosas y mordientes las pintorescas líneas dedicadas a España e Italia), que no solo se manifiestan por medio de los sentidos visuales, sino también sonoros y verbales (a través del diálogo). Todos estos elementos constituyen el fundamento del deleitoso y señero libro de Aloysius Bertrand (pseudónimo parcial de Louis Jacques Napoleón Bertrand; 1807-1841), Gaspar de la Noche (Gaspard de la Nuit), cuyo subtítulo lo define como “fantasías” al modo de Rembrandt (1606-1669) y Callot (1592-1635).
Gaspar de la Noche fue publicado póstumamente en 1842, por intercesión del poeta amigo Saint-Beuve (1804-1869), pero su redacción se sitúa entre el periodo que va de 1832 a 1836, ambos inclusive. La edición a cargo de José Francisco Ruíz Casanova (-) para Cátedra (Letras Universales, 2014) se completa con otros poemas, igual de notables, además de con unos dibujos a lápiz del autor, ciertamente inquietantes y netamente simbólicos; más una carta de Víctor Hugo (1802-1885) y el prólogo de Sainte-Beuve a la primera edición de la obra.
Noche estrellada sobre el Ródano, de Van Gogh |
La conforman anécdotas y sucesos aislados, a veces sincréticos hasta lo minimalista, otras, bellamente esencializados, que basculan entre lo humorístico, lo alegórico y lo impresionista. Pueden entenderse como los ensueños de una difusa materia pictórica, o como concisas secuencias, tan abstractas como concretas, tan reales como imaginarias. Así, hasta alcanzar la ejemplaridad poética e imperecedera de los Libros V y VI (el manuscrito de Gaspar se divide en seis; que como digo, transitan entre lo indefinido y lo narrativo). Un lirismo descriptivo el de Aloysius Bertrand que no olvida la propia disposición espacial del texto: su maridaje con el papel lo es igualmente con el entendimiento. Al fin y al cabo, existen tantas estéticas como poetas.
De este modo, la eterna incomprensión del tiempo presente sobreviene a modo de expresión del final de una época que ha sido evocada por partes. Por este motivo, temático y anímico, el espíritu romántico anida en los poemas de Gaspar de la Noche, pese a que su estética nos sorprenda como auténtica precursora del simbolismo.
Violinista burlesco, de Jacques Callot |
No en vano, para Ramón Gómez de la Serna (1888-1963), Baudelaire (1821-1867) se inicia en el dominio del mundo que creó Bertrand gracias al símbolo (Introducción). Y como recuerda Ruíz Casanova en su introducción a la obra, nuestro autor logra tal dominio por medio de una prosa poética que explora un campo virgen de analogías, en un sistema de relaciones nacido de la tradición. Bástenos señalar, de cara al lector, por qué para Bertrand -y para Gaspar-, la poesía es un almendro (Presentación de Gaspar de la Noche) o la luna está cornuda (La serenata).
Por tanto, ¿obsequio del diablo o visión poliédrica del poeta? En cualquier caso, amalgama derivada de una melancolía que reconforta. La de Aloysius Bertrand, protagonista y autor; pero por encima de todo, poeta.
Escrito por Javier C. Aguilera
Esa prosa poètica yo la suelo disfrutar mucho, no sòlo por lo elegante sino porque se puede interpretar de màs de una manera. El hecho de que el libro traigo dibujos, lo hace màs interesante. NO lo he leìdo por cierto, pero ahora me apetece.
ResponderEliminarSaludos cordiales. Te dejo mi link por si algùn dìa deseas visitarme y darme tu opiniòn.
http://arethusa-rococo.blogspot.com/
Bienvenida a este blog :)
EliminarMe alegro de que hayas conocido la obra a través de nosotros. Espero que cuando tengas oportunidad, puedas leerla, seguro que te gustará.
¡Gracias por comentar!
Gracias por tus comentarios, Arethusa. Un saludo.
ResponderEliminarMe place averiguar sobre esta literatura, conocida como prosa poética.
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