La luna es una cruel amante, de Robert A. Heinlein

25 enero, 2019

| | |
Hacia el año 2075 la luna se ha convertido, en buena parte, en una colonia penal, poblada por exilados, obreros y ex presidiarios. En dicho año, nuestro satélite es otro mundo computerizado. Hasta qué punto esto era inevitable y hasta dónde llega tal necesidad, es algo que Robert A. Heinlein (1907-1988) deja al lector de la mano de su narrador, el informático y encargado de mantenimiento Manuel García O’Kelly. Manuel entra en contacto con el díscolo ordenador Mike, el hermano más guasón de HAL 9000 o Colossus.

El caso es que Manuel y Mike se hacen buenos amigos, pues aunque el ordenador muestra una operatividad digamos que errática, se conduce como un ser humano, en el complejo espectro de la inteligencia artificial. Pertenece a la serie Holmes 4, es autoprogramable y muestra un evidente cansancio al realizar únicamente tareas administrativas; en suma, de estar al servicio del estado, aquí denominado Autoridad Lunar, y no emprender cometidos mucho más creativos.

Este es el núcleo central de la novela que hoy comentamos, La luna es una cruel amante (The Moon Is A Harsh Mistress, 1966; La Factoría de las Ideas, 2003), del escritor estadounidense Robert A. Heinlein, galardonada con el prestigioso Premio Hugo para obras de ciencia ficción.

La luna la pueblan unos tres millones de seres humanos. Allí también habita Manuel, pero él no es ningún preso, sino un técnico en reparaciones informáticas. Yo nací libre, nos informa (Libro I: I), para añadir que a las máquinas les gusto, lo que se confirma plenamente. Pero nunca he presumido de saber nada sobre las personas, agrega más adelante (II: XV). Además, asegura que la política nunca me ha tentado… hasta que las circunstancias me obligaron a cambiar (I: IX). También sabremos que Manuel es un nativo lunar de tercera generación (I: IX), y que dispone de una prótesis en su brazo izquierdo que, lejos de incapacitarle, le faculta para llevar a cabo tareas de particular precisión, a las que ningún otro técnico ha osado llegar jamás.

Robert A. Heinlein
La relación de amistad entre nuestro protagonista y narrador de los hechos y el computador Mike, se hace extensiva al lector. El humano y la inteligencia mecánica muestran una mutua comprensión, una afinidad psicológica entre creador y creación. Entre tanto, el autor y sus protagonistas no dejan de poner de manifiesto la manipulación intrínseca a la política (I: II). De este modo, Manuel también entra en contacto con la idealista Wyoming Knott, que incluso ha llegado a ejercer, en el colmo de la anticipación, como “madre de alquiler profesional” (I: III). Los diálogos entre ambos personajes son deudores de la mejor novela negra, esto es, son concisos, certeros y están plagados de sugerencias.

Ambos acuden a una reunión donde, como suele ocurrir, se entremezclan idealistas, exaltados, indignados y hasta terroristas. Lo que, en un nivel menos dramático, pone de relieve lo difícil que es ponernos de acuerdo los unos con los otros, o lo mucho que nos gusta “escucharnos a nosotros mismos”. Allí conocerá Manuel a otro personaje capital, el profesor jubilado Bernardo de la Paz (I: VI). A largo plazo, el gran objetivo era hacer que las cosas empeoraran lo más posible (I: IX), con objeto de sustituir el “desorden” por un orden nuevo.

Siguiendo esta línea de anticipación, lo mismo podemos decir del ramificado e ideologizado organigrama destinado a abastecer a las agencias de noticias, estas últimas, gestionadas por un ordenador central donde, literalmente, puede añadirse, cortarse o cambiarse cualquier cosa. Así, el Alcaide (sic) y la Autoridad Lunar atesoran la capacidad de poder silenciar todo aquello que no les conviene (I: V).


Aquello era “la Roca”, comenta Manuel, un exilio y no un sitio al que amar. Al fin y al cabo, como especifica Heinlein por boca de su personaje, es más fácil conseguir que la gente odie que ame (I: IX). Con la información confidencial y reservada que les proporciona Mike, los tres rebeldes (los patológicos y el neonato) mutan a conspiradores de pacotilla, pero, por eso mismo, harto peligrosos. Tanto, que la luna ya no volverá a ser la misma. Protegido por una contraseña que solo responde a estas tres voces, Mike gesta las reivindicaciones nacionalistas, a las que se suman con ahínco los familiares más jóvenes del grupo, conocidos (no sin sarcasmo por parte de Heinlein) como “Los Irregulares”, nombre por el que eran conocidos los jóvenes ayudantes de Sherlock Holmes. Por lo tanto, asistimos a algo así como una mafia familiar, pero planetaria. Aparte de que, en la luna, el concepto de familia abierta se queda corto.

Junto al aspecto político ya destacado, el de la madurez intelectual no le anda a la zaga. A los niños les encantaba burlarse de los adultos en cuanto descubrían lo fácil que era (I: X), destaca Manuel, testigo y protagonista de esta revolución. Del otro lado, la Autoridad Lunar nombra al Alcaide, identificándose las personas a través de su cargo: los apellidos podrían ser, simplemente, “Estado”.

Por ello, los indignados y los rebeldes (insisto en que no son lo mismo, aunque ambos sucumban a los desmanes de la revolución) se hacen cada vez más fuertes. Pasan horas discutiendo (cómo no) qué acciones les encumbrarán y cuales les denigrarán de cara a la “galería” terrestre, con objeto de obtener el suficiente dinero para sustentar “el golpe”. Tales acciones pasan por fomentar el turismo por medio de agencias territoriales que, en su gran mayoría, se dedican a sostener la propaganda victimista. Con la tecnología (pirateada) a su servicio, y la tergiversación de la opinión pública, el “pobre” Alcaide no es más que un pelele en el diagrama de la novela, sin dejar de ser un inútil “de poltrona”.


Conversaciones intervenidas, medios de comunicación libres refutados o en entredicho (lo que incluye una emisora clandestina, II: XXII), y un personal infiltrado a la caza de debilidades ajenas, hacen que la pompa se expanda en esta circunstancia y, como supondrán, tras el estallido, fuese y no hubo nada (de progreso).

La manipulación en los testimonios y en las comunicaciones no se hace de rogar, auspiciada por todos los medios de difusión al alcance de los cismáticos. De ahí al asesinato, solo media disponer de un láser, con lo que asistimos a algún que otro atentado destinado a culpar al enemigo: ya se sabe que primero se crea y luego se le demoniza. Lo que es una revolución en toda regla, vaya. La luna era nuestra es la última frase del libro primero.

En el segundo, subtitulado Una chusma en armas, Manolo, que es el “tonto útil” de esta historia, concreta tras la revuelta que allí estábamos, con el control antes de lo previsto, sin nada preparado y con mil cosas que hacer (II: I). Los lunares necesitaban un símbolo que odiar, insiste. Es el tiempo de la salida de la clandestinidad, de las purgas por acción u omisión. La ayuda de la tecnología es, en este sentido, inestimable. Que la estrategia y la teoría la marque y sostenga una máquina (no en vano revestida de atributos muy humanos), no deja de tener su lógica: la luna la habitan seres como los de la Tierra, solo que con otra atmósfera (sintética). Razón por la que, en nuestro satélite, se devana los sesos Adam Selene, presidente del Comité de Camaradas por una Luna Libre. A cuya labor se suma otro grupo de “amortiguación”, dispensador de una doctrina apaciguadora y responsable de escuchas ilegales, insignias conmemorativas, indicaciones sobre el uso de la lengua, porcentajes étnicos como forma de segregación foránea, impuestos a tutiplén (incluido uno sobre el aire) y un sistema de guardias propio.

Pintura de Jon Hrubesch
Ahora estamos hacia 2077, y como decía Serpiente Plissken (Kurt Russell) en Rescate en L. A. (Escape from L.A., John Carpenter, 1996), cuanto más cambian las cosas más siguen igual. Al punto de que Manuel acaba por reconocer que en el corazón humano debe de haber el anhelo profundamente enterrado de prohibir a los demás que hagan lo que les apetezca (II: XIV). No es de extrañar tampoco, que Heinlein sea tenido de “polémico”, en el mejor de los casos, por los extremistas de siempre. Más de seis personas no pueden ponerse de acuerdo en nada, reflexiona Manuel. Lo que queda expuesto en los siguientes capítulos. A la anterior lista de “conquistas”, debemos sumar la paridad del género. No permitiremos que aterricen más naves a menos que lleven tantas mujeres como hombres (II: XV).

A todo ello, añade Heinlein el excelente relato del viaje de Manuel a la Tierra, contado por él mismo (II: XVI). Una vez declarados independientes, toca hacerse los conciliadores con los terráqueos, el planeta “opresor”, echando mano de la demagogia. Una narración expuesta, como digo, con la desenvoltura del iluso. El profe siempre tuvo un don para cambiar de tema, recuerda en referencia a Bernardo, que no lo acompaña en ese viaje. El poder de recaudar, una vez concedido, es ilimitado, explica a su vez el buen profesor, añadiendo que el gobierno es una enfermedad inevitable de los seres humanos (II: XXII), como justificación de lo que ha acontecido después.

Pero el papel de las Naciones Federadas terrestre, que traga con todo, no es para dejarlo aparte. La Tierra había pagado todas las facturas, y ahora nosotros los colonos disfrutábamos de todas las ventajas (II: XVII). En suma, lo razoné tan bien que estuve a punto de creérmelo, asegura Manuel (II: XVIII)


En el libro tercero y último de la novela, los acontecimientos hacen que la curiosa relación entre Manuel y el ordenador Mike no sea retomada hasta casi el final del relato, cuando ya han transcurrido bastantes años (III: XXVI). Tal vez, aburrido de tanta injerencia, Mike ha decidido cortar toda relación con los selenitas.

Al final, la luna logra su independencia por la fuerza física y verbal, y el contacto más humano con el computador se pierde.

Aunque creo que la primera parte del libro debía haber estado algo más aligerada, son suficientes elementos de interés los que encontramos en La luna es una cruel amante. No estimo necesario repetir por qué.

Escrito por Javier Comino Aguilera


1 comentario :

  1. Esta vez no me dejo seducir.
    Gracias por tu análisis, siempre tan exhaustivo.
    Beso.

    ResponderEliminar

¡Hola! Si te gusta el tema del que estamos hablando en esta entrada, ¡no dudes en comentar! Estamos abiertos a que compartas tu opinión con nosotros :)

Recuerda ser respetuoso y no realizar spam. Lee nuestras políticas para más información.

Lo más visto esta semana

Aviso Legal

Licencia Creative Commons

Baúl de Castillo por Baúl del Castillo se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.

Nuestros contenidos son, a excepción de las citas, propiedad de los autores que colaboran en este blog. De esta forma, tanto los textos como el diseño alterado de la plantilla original y las secciones originales creadas por nuestros colaboradores son también propiedad de esta entidad bajo una licencia Creative Commons BY-NC-ND, salvo que en el artículo en cuestión se mencione lo contrario. Así pues, cualquiera de nuestros textos puede ser reproducido en otros medios siempre y cuando cuente con nuestra autorización y se cite a la fuente original (este blog) así como al autor correspondiente, y que su uso no sea comercial.

Dispuesta nuestra licencia de esta forma, recordamos que cualquier vulneración de estas reglas supondrá una infracción en nuestra propiedad intelectual y nos facultará para poder realizar acciones legales.

Por otra parte, nuestras imágenes son, en su mayoría, extraídas de Google y otras plataformas de distribución de imágenes. Entendemos que algunas de ellas puedan estar sujetas a derechos de autor, por lo que rogamos que se pongan en contacto con nosotros en caso de que fuera necesario retirarla. De la misma forma, siempre que sea posible encontrar el nombre del autor original de la imagen, será mencionado como nota a pie de fotografía. En otros casos, se señalará que las fotos pertenecen a nuestro equipo y su uso queda acogido a la licencia anteriormente mencionada.

Safe Creative #1210020061717