Clásicos Inolvidables (LIV): Si esto es un hombre, de Primo Levi

22 septiembre, 2014

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Imaginaos ahora un hombre a quien, además de a sus personas amadas, se le quiten la casa, las costumbres, las ropas, todo, literalmente todo lo que posee: será un hombre vacío, reducido al sufrimiento y a la necesidad, falto de dignidad y de juicio, porque a quien lo ha perdido todo fácilmente le sucede perderse a sí mismo [...] (pág. 27)

Sobre la Segunda Guerra Mundial y sus pormenores se han escrito y filmado multitud de obras de muy variada intención y resultado. La cuestión bélica, especialmente las operaciones militares más arriesgadas, o la recreación histórica son algunos de los motivos principales, aunque también el de los campos de concentración, lugares despojados de toda humanidad. En los últimos años han tenido cierto éxito algunos best sellers que han visto este asunto desde el lado de Alemania, pero con la inocencia de los niños, como son los casos de La ladrona de libros (2005), de Markus Zusak, o El niño con el pijama de rayas (2006) de John Boyne.

Primo Levi
No obstante, en este caso debemos remitirnos al presente de aquellos que salieron de esos campos de concentración y vieron la luz tras días, meses o años de esclavitud, dolor y pérdidas. Primo Levi fue uno de esos hombres. En 1944 fue arrestado en Italia y conducido hasta uno de los campos de Auschwitz junto a 650 judíos italianos más. Tras diez meses, el lugar fue liberado por el denominado Ejército Rojo. Solo sobrevivieron veinte italianos, entre los que se encontraba Levi. A partir de entonces, y una vez reestablecido en casa, comenzó a narrar sus memorias, a reflexionar sobre los hechos que había vivido, y comenzó así por Si esto es un hombre (Se questo è un uomo, escrito en 1946, publicado en 1956), la obra de la que hablamos hoy. Continuó su tarea, tanto de memorias como con relatos de ficción, hasta su muerte en 1987, tirándose, y por tanto, suicidándose, o cayendo accidentalmente por el hueco de las escaleras de su edificio. Una tragedia que no nos debe alejar de su obra.

Si esto es un hombre recorre la estancia de Primo Levi en uno de los Lager dependiente de Auschwitz, en Monowitz. Él tenía veinticuatro años, había sido apresado en Italia a finales de diciembre de 1943 y desde allí lo deportaron como judío junto a mujeres, hombres, ancianos y niños hacinados en un tren con vagones cerrados hasta su terrible destino. Una serie de casualidades, como podemos percibir tras la lectura del libro, provocaron que Levi sobreviviera durante diez meses entre trabajos forzosos, el despojamiento de toda dignidad humana y la conciencia de que no existía futuro para ellos en aquel lugar: sus estudios en química, la colaboración de otras personas, especialmente de Alberto, que no sobrevivió, y de Lorenzo, o haber caído enfermo de escarlatina y decidir no abandonar los barracones del Lager en los últimos días del dominio alemán.

La crudeza de su relato aumenta en el uso del presente como motor verbal principal del relato, lo que concede al lector la misma sensación de ignorancia inicial ante un entorno hostil e ininteligible para el narrador-protagonista junto al vértigo de todas las escenas descritas en este breve, pero intenso testimonio.

Con todas nuestras fuerzas hemos luchado para que no llegase el invierno. Nos hemos agarrado a todas las horas tibias, y a cada puesta de sol hemos procurado sujetar el sol en el cielo todavía un poco, pero todo ha sido inútil. Ayer por la tarde el sol se ha puesto irrevocablemente en un enredo de niebla sucia, de chimeneas y de cables, y esta mañana es invierno (pág. 133)

No obstante, no es este un relato emocional ni sentimental. Levi se permite la reflexión, pese a que la escritura fue cercana a la experiencia, incluso en el relato nos muestra el momento en que comenzó a tomar notas, aunque ello supusiera un gran peligro para él. Su forma de escribir nos permite tener un narrador que, de la manera más objetiva posible, nos relata todo el funcionamiento de estos campos de concentración desde su interior: la deshumanización, el exterminio selectivo, los contrabandos, el sistema "sanitario" del Ka-Be, la organización de los barracones siempre dada a tejemanejes y favoritismos, el comercio entre los presos, la dura labor de trabajo insalubre y forzoso, el sistema social a partir de los números tatuados en su piel, las propias y eufemísticas selecciones, así como los últimos días de (super)vivencia en un barracón con de enfermos de tifus y difteria, comiendo patatas y bebiendo agua conseguida de la nieve cuajada en el suelo.

En este último capítulo recupera precisamente la cronología perdida en el principio, una muestra de la recuperación lenta de la humanidad de estos presos, como también los primeros pasos de una solidaridad perdida durante todos esos meses, sustituida por el egoísmo de supervivencia y el miedo, que el propio protagonista muestra haber tenido. "Si supiese que no es verdad, que no he soñado nada de él, que para mí tampoco es él nada, sino durante un instante, nada como todo es nada aquí abajo, salvo el hambre dentro, y el frío y la lluvia alrededor" (pág. 146) nos confiesa tras una escena donde apoya y conmueve a uno de los recién llegados engañándole con un sueño falso. La miseria y el sufrimiento eran mayores. Una caída al infierno, como asemejará al recordar los versos de Dante y su Divina Comedia.


¿No haríais igual vosotras? Si fuesen a mataros mañana con vuestro hijo, ¿no le daríais de comer hoy? (pág. 14)

El relato funciona por la forma en que Primo Levi nos lo transmite, él mismo comenta en el apéndice de 1976 que no quiso usar "el lamentoso lenguaje de la víctima ni el iracundo lenguaje del vengador" (pág. 193) que hubiera podido resultar menos creíble o más vehemente. Puede parecer incluso frío ante las atrocidades que narra, pero no son más que el reflejo al que se enfrenta el lector de una experiencia tortuosa y lamentable, un hecho que la humanidad, como también confiesa en el apéndice, no debe olvidar. A nuestra mirada actual, con un siglo XX que ha avanzado hacia una unión entre el compromiso social y político, pese a todos los escollos y fraudes que también nos ha deparado, nos puede resultar tremendo que apenas un siglo atrás sucediera lo que narra Levi.

Sin embargo, sucede en nuestros días de manera similar. En este sentido podemos destacar la escena onírica del capítulo "Nuestras noches" donde vislumbramos la sensación del sentirse ignorado del exterior, del feliz exterior del campo de concentración, hasta del hombre que lucha en el frente. Una metáfora de la muerte silenciosa que sucede fuera de nuestras vidas y por las cuales no nos interesamos por el simple hecho de no afectarnos. La humanidad de este relato nos aleja de cifras para ponernos nombres, nombres de personas que desaparecen, de personas que, aún sin necesidad de haber sido moralmente buenas, no merecían verse despojados de su humanidad.

En libertad (Fotografía de LJ y cita de Primo Levi)
Parte de nuestra existencia reside en las almas de quien se nos aproxima: he aquí por qué no es humana la experiencia de quien ha vivido días en que el hombre ha sido una cosa para el hombre. [...] El gesto de uno de sus dedos podía provocar la destrucción del campo entero, aniquilar a millares de hombres; mientras la suma de todas nuestras energías y voluntades no habría bastado para prolongar ni un minuto la vida de uno solo de nosotros (pág. 188)

Este último fragmento guarda cierta semejanza con la idea que César Vallejo expuso en su poema Masa, donde observamos cómo es necesaria la presencia de todos los hombres de la tierra para conseguir que un hombre no se muera, la necesidad de ponerse todos de acuerdo, cercano a la bondad y a la paz auténticos. Un imposible en un mundo que estaba y sigue estando en guerra. Levi no critica la guerra, la comprende en la especie humana, pero nos despedaza el alma para mostrarnos el auténtico terror que esta conllevó, y sigue conllevando, con tantas muertes innecesarias y tanto sufrimiento inmerecido.

Escrito por Luis J. del Castillo




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