Este es el
artículo más difícil que he escrito. No me refiero al hecho de la extensión del
texto o lo intrincado del tema. Nada de esto me asusta. Me refiero al
personaje. Dejé de interesarme por Juan José Benítez (1946) en los años
noventa, cuando tuve noticia de un contencioso por plagio con otro ufólogo y
algunos periodistas, del que, pese a ser exonerado, creo que parte de razón la
tenían los “contendientes”. En cualquier caso, siendo un niño y adolescente
interesado por los asuntos “raros” en los años ochenta, lo preceptivo era leer
a Juan José Benítez, como a Antonio Ribera
(1920-2001), por no salir del ámbito español.
J. J.
Benítez, como firma el autor sus libros y es conocido por sus fieles seguidores,
se considera más un periodista que un escritor. Lo cual dice mucho a favor de
su honestidad, pues hasta donde he podido comprobar, su prosa resulta ciertamente
funcional, sin aditamentos estilísticos. En numerosas entrevistas, Benítez
alude a sus obras como reportajes extensos más que ensayos de historia o
investigación. Esto no ha der ser un demérito, aunque el empleo del vocablo periodístico puede llevar a confusión,
ya que muchísimos autores han hecho gala de una riqueza literaria considerable
en este medio (no obstante, la intención del comentario queda clara). Yo diría
que de la escritura de Juan José Benítez llama la atención la inmediatez, más
que el apresuramiento. La llaneza y la ausencia de circunloquios discursivos,
se piense lo que se piense de los contenidos. El caso es que en Existió otra humanidad (Plaza &
Janés, col. Otros Mundos, 1975), el
texto está expuesto con la necesaria claridad para ser entendido, y la suficiente
fascinación y autoridad para resultar atractivo y llamar la atención acerca de su
tesis. En este sentido, Benítez se ha convertido en un autor de referencia, mediático
a su pesar (aunque se huya de ello).
Por mi parte, debo confesar que la parte de su trabajo que más me interesa es la que se refiere a los OVNIS y la posibilidad de vida después de la muerte física. Lo relacionado con la figura de Jesús de Nazareth y el pueblo judío, las implicaciones conspirativas, que incluyen el coronavirus, o la obsesiva desconfianza hacia el ámbito militar, me interesa menos. No porque no me atraigan tales asuntos, sino porque suelo buscar información en otras fuentes. Ello no implica que no se puedan y deban contrastar ambas –o cientos de- posturas, en definitiva. Las investigaciones del escritor navarro suelen ser tildadas de pseudo cientifistas y conspirativas, sin el justo y necesario cara a cara. Despreciado con excesiva alegría por quienes tan solo saben buscar la trascendencia en el deporte o la prensa amarilla.
Si una cosa he aprendido con el tiempo es que, razonables o no (razonadas lo son siempre), Benítez tiene todo el derecho a exponer sus teorías.
En lo tocante al meteorito Gog sí espero que se equivoque (él también lo espera).
Javier Cabrera |
Para ello
solo bastaría con que, quienes ostentan esta capacidad científica, al servicio
de todos los interrogantes, recordaran aquella cita del astrofísico Joseph Allen Hynek (1910-1986) de que a menudo la ciencia del siglo veinte olvida
que habrá una ciencia del siglo veintiuno, y aún más una ciencia del siglo
treinta. Por no retrotraernos a otra máxima indicada por el gran autor Arthur C. Clarke (1917-2008), al asegurar que cualquier tecnología suficientemente
avanzada es indistinguible de la magia. ¿Qué pensarían aquellos visitantes
de las estrellas, en aquel célebre relato de Clarke llamado Lección de historia (History Lesson, en Expedición a la Tierra, edhasa, 2005), al encontrar por todo resto
de los seres humanos las imágenes de una película de WaltDisney (1901-1966)?
Una cita
del biólogo y médico francés Claude Bernard (1813-1878) precede y corona el
contenido de Existió otra humanidad,
segundo libro escrito por Benítez, pero primero en ser publicado, con
fotografías de Fernando Múgica Goñi (1946-2016). Cuando un hecho se levanta sobre una teoría reinante, prescinde de la
teoría aunque la apoyen los hombres más famosos. Credencial que va a
acompañar a nuestro autor se diría que a lo largo de todo su recorrido vital y
periodístico (aún fuera de la órbita de la prensa). De forma intencionada, he
escogido este texto inicial, puede que incluso iniciático, al ser la presente una
sección bibliográfica dedicada a lo oculto. Nos interesa conocer los orígenes
de cualquier misterio. El volumen, pertenece entonces a la etapa primigenia del
prolífico autor. Mezcla de diario personal, relato de misterio en primera
persona (de los que los autores victorianos y post victorianos gustaban de
compartir en los envidiables dining club),
transcripción de entrevistas en forma de diálogos, y documento histórico, Existió otra humanidad continúa siendo
un testimonio fascinante y fascinador.
Tras una
primera toma de contacto sobre la cuestión
palpitante (capítulo I), sobrevienen los grabados con la presencia del
hombre, u homínido, junto a los antedichos animales prehistóricos (II), fotografías
de huellas y utensilios humanos al lado de fósiles de dinosaurios (IV), el
procedimiento por datación del Carbono 14 (V), el llamativo Manto de Paracas y el dictamen de la
Universidad de Bonn, favorable a la antigüedad de las piedras halladas en Ica (piedras
“Manco” para los cronistas de Indias) (VI), la representación del cometa
Kohoutek, que volvió a visitarnos en 1973, y la respuesta del Observatorio de París
(aquella piedra venía a trastocar, a
desequilibrar, todos mis esquemas mentales; VII), los grabados de los
antiguos continentes (cada uno de ellos tiene
perfectamente señalado el tipo de raza que lo poblaba; VIII), el
controvertido asunto de los “pájaros mecánicos”, la insoslayable presencia de
los mapas del almirante y cartógrafo Piri Reis (1465-1554), más la relación de
los gliptolitos con las Líneas de Nazca (IX), las implicaciones de un legado en
piedra por el que las Pirámides de la meseta de Guiza servían para captar y
transformar la energía electromagnética (X), la no menos espinosa cuestión de
los grabados con distintos trasplantes (XI), el conocimiento de los gliptolitos
por parte de los incas (XII), el sustancioso capítulo dedicado al desdén de los
arqueólogos oficiales (XIII), y finalmente, el censo de las piedras (XIV).
Biblioteca lítica |
Una cantidad ingente de información que deja claro que, al margen de lo que signifiquen tales piedras, no se pueden suprimir de un plumazo. La cadena de televisión BBC informaba en octubre de 2021 de las huellas de Trachilos, Creta (Grecia), halladas en 2002, como de costumbre por accidente, que desafían la línea de tiempo aceptada para los orígenes de la humanidad. Han sido datadas en el mioceno tardío (que concluyó hace cinco millones de años).
Cabrera y Benítez, en visitas posteriores |
Esto se ha convertido en algo habitual. Repetir los mismos tópicos y lugares comunes de hace cincuenta años. Lo cual tiene mérito en 2023. No haber aprendido nada. Pero es el periodismo que hay, en mayor o menor medida. Desde 1974 se sabía que Basilio Uchuya y algunos más (prácticamente analfabetos), habían declarado la fabricación de las Piedras de Ica para evitar la prisión, por tráfico de objetos arqueológicos (el propio Fernando Jiménez del Oso me confirmó personalmente este extremo en 2002). Lo que demuestra que el aprendizaje sigue siendo algo particularísimo e interior, difícilmente transferible, por mucho que vivamos en la era de la comunicación.
Benítez y Uchuya, en visitas posteriores |
Entre tanto se resuelve, científicamente, el misterio -y tantos otros-, los detractores o escépticos, ajenos a cualquier investigación, siguen disfrutando llamando a las piedras pedruscos (los OVNIS, cosa psicodélica), amparados en un interés de la comunidad científica que hasta ahora ha sido escaso (ha habido excepciones). Al extremo de llegar a emplear las siglas del escritor, también correspondientes a otras personas, con el objetivo de elaborar un blog satírico.
Siempre ha sido más fácil burlarse que tomarse la molestia de investigar, aunque nuestras conclusiones sean, si no desacertadas, inexactas. Y por otra parte, quién nos dice que la paleontología y arqueología hayan tenido su última palabra. Deducción a la que, como buen virgo, Benítez se aferra (la otra posibilidad del signo es cerrarse en redondo). Lo cierto es que, queramos o no, con Juan José Benítez, siempre nos sentimos virgorizados.
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