Aburrido como estoy de espacios que parecen exclusivamente dedicados a glosar las recientes series, las más de las veces sobrevaloradas, o que se dedican al bucle de las (incontestables) “obras maestras” o los “actores imprescindibles” de siempre, en mi modesto proceder me precio de rescatar y divulgar todo tipo de películas, con un poso de calidad, claro está.
Hoy abordamos un estupendo díptico de aventuras, el género más valorado por los espectadores y con frecuencia el más denigrado por los críticos (eso de que la gente lo pase bien pudiendo disfrutar de un buen ejemplo nórdico-conceptual o de las vaguedades francesas, no todos lo han sabido sobrellevar bien).
La ficción que se involucra en la realidad, y la realidad que acaba convertida en ficción, son aspectos atractivos que han sido abordados y forman parte de la propia esencia cinematográfica. Para muchos de nosotros, la realidad es lo que ocurre en muchas películas. Conatos de verosimilitud mejor o peor llevados, lo cierto es que esta interrelación forma parte de una objetividad que con frecuencia supera la fantasía.
Pues bien, la ficción que alterna con la realidad, es componente directo de Tras el corazón verde (Romancing the Stone, Fox, 1984). Y lo hace en la figura de la escritora de novela rosa Joan Wilder (Kathleen Turner), y por extensión, de su futuro acompañante Jack C. Colton (Michael Douglas), que se ve inmerso en la trama.
Al comienzo del relato, la estimulante Angelina (Kym Herrin) se las ve con el pérfido Grogan (Ted White), en pleno salvaje oeste. Ella semidesnuda pero con armas a su favor, él desalmado y con revolver. Hasta que sobre el horizonte se recorta la figura del amado y solitario jinete Jesse (Bill Burton). Es la representación del emotivo capítulo final del nuevo libro de Joan, una mezcla de Corín Tellado (1927-2009) y Marcial Lafuente Estefanía (1903-1094), pasados por el filtro de Barbara Carland (1901-2000).
Joan vive sola. Bueno, eso si exceptuamos a su gato Romeo y los seres que pueblan su imaginación. Tras la ultimación de este último libro, la autora recibe la angustiosa llamada de su hermana Elaine (Mary Ellen Trainor). Esta le avisa de un paquete por correo y desea saber si lo ha recibido; su vida puede depender de ello.
Se trata de un asunto bastante turbio, de resultas del cual el marido de Elaine ha quedado digamos que algo maltrecho. Pero ya volveremos sobre esta cuestión.
Lo cierto es que Joan no parece muy interesada en el mundo que llamamos real. Sí por vivir con profunda -e irónica- empatía sus ficciones. Por eso, tras una cita con su editora Gloria Horne (Holland Taylor), Joan emprende la posibilidad de una aventura real con ciertas dosis de romanticismo. Antes le ha comentado a Gloria que estoy segura de que ahí fuera hay alguien para mí. Sin embargo, la escritora es consciente de que dar con una persona que merezca la pena no es para nada sencillo, y no se muestra muy dispuesta a intentarlo en el entorno físico. De hecho, Joan se confunde con Angelina, su personaje o alter ego. Los anhelos de su heroína son los suyos, pero no así los finales felices, al menos de momento.
El caso es que Joan viaja hasta Colombia, sin ser muy consciente del peligro que le amenaza. En su descargo, hemos de tener en cuenta que el realizador Robert Zemeckis (1952) tan solo ha informado de dicho peligro al espectador (caso del asesinato de un portero a manos del pérfido y malévolo general Zolo [Manuel Ojeda]).
Así, pronto va a tener Joan la oportunidad de convivir con la realidad y con las sorpresas que esta depara. Material del que sustraer una futura novela, sin lugar a dudas. Pese a las advertencias de Gloria, que le recuerda que no estás preparada para eso, Joan parte siguiendo las indicaciones de Elaine. El sobre que le ha sido remitido contiene un curioso mapa. El mapa de un tesoro, al más clásico y prometedor estilo.
Esta urdimbre ha sido puesta en marcha por los chapuceros primos Ralph (Danny de Vito) e Ira (Zack Norman), pero interceptada por el mencionado Zolo y su troupe de paramilitares. En efecto, doctor o comandante, en palabras de Ira, este sujeto posee un ejército privado a su disposición. Es algo así como un comisionado en jefe de la policía secreta, y hasta ostenta el cargo de ministro de cultura antigua. Todo un entorchado de títulos en la mejor línea de la tradición revolucionaria caciquil.
En definitiva, con todas sus sorpresas e inconvenientes, la vida atrapa a los protagonistas. En este sentido primordial, afín a toda buena película de aventuras que se precie, la idea de la búsqueda de un objeto precioso y la convivencia con la ficción que desarrolla Tras el corazón verde resulta sumamente grata. Escrita por la malograda Diane Thomas (1946-1985), la película contó además con una estupenda música de Alan Silvestri (1950). Por otra parte, da gusto contemplar una fotografía como la de Dean Cundey (1946), contrastada y verdinegra, hartos como estamos de tanta imagen aséptica digital.
Retomo. En Colombia conoce Joan al proveedor de aves Jack, un buscavidas que, como él mismo dice, se ha dedicado a hacer trabajitos (poco más sabemos de él, ni falta que hace). La amistad se va cimentando bajo la torrencial lluvia del país. El Rubicón de Joan consiste en un destartalado puente, al borde de un abismo; una selva abrupta y cimbreante, una traicionera cascada, un desvencijado hotel, la visita “guiada” por los entresijos de un pueblo de traficantes, y el encuentro en una áspera fortaleza con la fauna local, pero también en un risueño baile, en un acogedor pueblo de la serranía, y una velada “romántica” en el interior de un avión de transporte abandonado.
Precisamente por mor de esa visión romántica de la vida que atesora Joan, en un determinado momento de la película recrimina a su acompañante carecer de estilo y tacto, y aceptar el dinero de una damisela en apuros. Lo que, teniendo en cuenta que uno de sus más fieles lectores es el rústico Juan, el campanero (Alfonso Arau), no deja de tener su gracia (Gloria ya se lo advirtió). En efecto, Juan conoce muy bien la obra de Joan. Precisamente, en uno de sus más afamados libros, titulado Tesoros de codicia, la escritora escondía el objeto valioso en el interior de una pieza manufacturada, según nos comenta. Al final, la culminación de toda esta aventura inserta en la realidad se enmarca en la imagen del velero que Jack ha plantado en una calle de Nueva York.
Aventura clásica a la búsqueda de un tesoro y del “redescubrimiento interior” de los protagonistas, Tras el corazón verde continúa siendo un estupendo entretenimiento. Cuyo éxito propició una secuela de idénticas características.
Embarcado Zemeckis en la estupenda Regreso al futuro (Back to the Future, 1985), la secuela fue puesta en marcha por el interesante Lewis Teague (1938), de progresivo sfumato, pero que dejó un reguero de películas apreciables.
Joan está pasando por un interminable periodo de asueto en compañía de Jack, en el barco que este perseguía desde el inicial episodio, y que ha bautizado como Angeline, al igual que la protagonista de los relatos de la exitosa autora. Circunstancia que le está empezando a pesar a Joan. Si posteriormente le va a comentar a su editora que le preocupa no saber qué les sucede a sus personajes al día siguiente, justamente La joya del Nilo (The Jewel of the Nile, Fox, 1985) arranca en ese “día siguiente” que se nos propone, tras el término de la primera aventura, cerrada tan solo aparentemente por la literatura de la cinematografía.
Para colmo, Joan padece eso que se ha dado en llamar el bloqueo del escritor. Asegura a Gloria que después de diecisiete libros ya no se le ocurre nada. O sea, que estando en plenas aguas de la Riviera se halla inmersa en un mar de dudas.
Por suerte para ella, la aventura llama de nuevo a su puerta, y a rebufo a la de Jack, con todo el encantador riesgo que esto conlleva. Una aventura que da inicio, como en el relato precedente, con la puesta en escena de una ficción novelada, aunque en este caso, no se trata del colofón de una historia, sino de su rocambolesco inicio. En él, los protagonistas, ya bajo el rostro de los actores principales, se enfrentan con una horda de piratas punkis en alta mar.
Tras lo cual, Joan insiste en que quiero trabajar en algo serio. La citada oportunidad le viene de la mano de Omar Califa (Spiros Focás). Manos que primero le ofrecen unas flores de su más importante admirador, y que luego a punto están de estrangularla.
Omar engatusa a Joan con la publicación de su biografía, habida cuenta de que va a ser nombrado “emperador” dentro de cuatro noches. El adalid ha sido elegido (por él mismo) para unir las tribus del Nilo, en un alarde de iluminismo mesiánico (que por otra parte nunca falla). Con tal excusa, se lleva a Joan a Egipto, con la consabida crisis entre la pareja, bellamente apuntalada por el tema de amor compuesto por el estupendo Jack Nitzsche (1937-2000). Pronto descubrirá la escritora que es demasiada seriedad la que se desprende de este nuevo propósito literario.
Dicho y hecho. Hospedada en su humilde hogar, Joan no tarda en averiguar que Omar oculta unas aspiraciones menos nobles de las que pretende. De hecho, se ha incautado de un hombre santo, Al-Julhara (Avner Eisenberg), para ocupar su puesto y aparecer como el redentor de todo su pueblo. No puedo poseer el espíritu de mi pueblo si no se le convence de que soy su jefe espiritual, declara Omar. El líder es muy listo, a ejercer la crítica lo llama bulo o fantasía. No acepta mensajes “negativos” de cara a la ciudadanía.
De nuevo Joan pasa de la ficción hecha realidad (yo he escrito esto, determina cuando Omar le enseña su palacio), a una realidad que la supera con creces. Hasta la cámara de torturas donde Jack y Joan están a punto de rendir cuentas al Todopoderoso ha sido extraída de otra de sus novelas.
Pero eso será cercana la conclusión. Entre tanto, Jack ha partido al rescate en compañía de Ralph. Allí topan con el gracejo de una marchosa tribu sufí, que parece haber aparcado sus melodías autóctonas y la evocación de un estado superior, por la materialidad de los ochenta como forma de acercamiento a Dios. Por algo, los sufíes ya eran considerados heréticos por los tradicionalistas aguadores de fiestas, debido a su querencia musical. Divertida es también la posterior parada en la aldea Nubia, hasta desembocar en el espectáculo de luz y sonido que Omar ha dispuesto para su presentación como líder carismático y predestinado.
Si en Tras el corazón verde los protagonistas partían en pos de un objeto valioso real, la chispa de La joya del Nilo estriba en que el tal tesoro resulta ser un ser vivo (no entraré en más detalles por si alguien no ha visto la película). En cualquier caso, sirva esta recomendación para disfrutar de estos dos eficaces relatos cinematográficos de aventuras, por los que el tiempo no parece tener demasiado empeño en causar tantos estragos como sus protagonistas a las intrigas.
Dedico este artículo a mis hermanos, Alejandro y Esther.
Escrito por Javier Comino Aguilera
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