Música Inolvidable (XLI): Fangoria

25 marzo, 2020

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Hablando el otro día con el señor Spock, me comentaba que, de entre toda la música terrestre gestada en las postrimerías del siglo XX y los albores del XXI, una de las que más le agradaba era la del conjunto denominado Fangoria, que además le proporcionaba una fascinante información sobre la conducta de los seres humanos en dicho periodo. También me dijo que los humanos no tienen arreglo por una serie de motivos, pero lo más destacado fue lo primero. Como robot, poco más tengo que añadir, aunque trataré de establecer algunos criterios acerca de esta sabia afirmación por parte del oficial científico del Enterprise.


Cuatro caras de una misma moneda, eso conforman el dúo integrado por Olvido Gara, Alaska (1963) y Nacho Canut (1957). Y sin embargo, se quieren. La razón de esta cuádruple alianza es que ambos son Géminis, y eso predispone mucho. El signo no es nostálgico, mira hacia delante. No es que lo vivido carezca de interés, es que el futuro siempre está llamando a la puerta. Lo que explica una evolución en el sonido, característica orgánica -más que paradójica- que proviene de la frivolidad, en el mejor sentido, del pop, la estación musical más permeable del año.

Ahora procedo, si me lo permiten, con unas anotaciones astrológicas, con objeto de ahondar en lo expuesto. En su carta natal, Alaska emerge como una persona eficiente y emocional, aunque esto último, más de puertas para dentro. Cierto es que las ideas cambian, pero las consecuencias permanecen. Y en efecto, mucho ha evolucionado Alaska desde aquellos iniciáticos alaridos en el concierto homenaje a Canito (1959-1980). Mogollón de auto superaciones advertimos en su andadura. Lo que revierte en una sed de nuevas experiencias e imparable movilidad, que nunca se ha confundido con la globalizada agitación. Su luna en Piscis le confiere capacidad para absorber atmósferas, sin quedarse estancada en ninguna de ellas (me refiero a las que se concretan, que no todas lo hacen). Un poderoso Marte en Virgo, en oposición a la luna, tensa la doble faceta geminiana. De seducción venusina y razonamiento objetivo, con vistas a crecer de una forma equilibrada, resulta curioso constatar el porqué de tan buena relación de pareja: los dos tienen a Mercurio en Tauro y a Venus en el signo solar. Luna en Virgo en el caso de Nacho, aunque, atención, su Marte fluctúa en Cáncer (es decir, conviene espolearlo de cuando en cuando). También poseen ambos a Neptuno en Escorpio, con lo que los sueños y fantasías tan solo son compartidos con personas muy especiales y cercanas (incluida la idealización de las relaciones íntimas). Con todo ello, ¡sin duda parece que estaban destinados a encontrarse!


No es extraño entonces que en Fangoria resulten curiosos, inteligentes y flexibles a ratos... En el caso de Nacho Canut, los planetas predispuestos en el hemisferio izquierdo corroboran el espacio individual. Una doble lectura aderezada por el perfeccionismo de un Virgo jupiterino y marciano, de lógica obstinadamente inquebrantable, pero donde encaja cierta reivindicación de la superficialidad para buenos entendedores. Cambiando de un juego a otro, afín a las fantasías fetichistas, ambos detestan el encierro, sobre todo de pensamiento. Basta con acudir a las letras de sus canciones para atestiguarlo.

Tras la fecha estelar de 1989 y la consecutiva disolución de las formaciones previas Kaka de Luxe (1977-1983), Alaska y los Pegamoides (1979-1983), y Alaska y Dinarama (1983-1989), llegó el momento de reconvertirse. Vivir de volubles rentas o mantenerse en alguna parte. Por descontado, optaron por lo segundo, pese a unos programables reinicios de ambiente underground (léase comenzar desde cero y auto editarse), que marcaron la futura asociación.

Se pueden tener armónicas certezas con Fangoria. Como que una cosa es saber y otra opinar. O que el día menos pensado, el pasado puede resucitar… y pedirte explicaciones las “Walpurgis” (las acólitas de Paul Naschy [1934-2009]). Las estrellas me hipnotizan sin querer, así que, no confundas al amante con ningún dios al que rezar, y viva lo superficial, sin perder los papeles otra vez ni caer en las relaciones glaciares. Así, hasta desembocar en un de qué me culpas que se erige en patrimonio de los distintos e insobornables, anticuerpo del yugo de lo política y mediáticamente correcto. Y de los “avances” que acaban controlándote a ti. Un llamamiento para que vivas tu vida, independientemente de lo que opinan los demás, precaviéndote de ese cualquiera que habla de cualquier cosa. Con el acierto añadido de volver a incorporar, pasado el tiempo, los refulgentes temas de antaño. De tal guisa, Fangoria se viste de fiesta, y nosotros lo celebramos (los robots también lo hacen). Es la mejor manera de encajar las vivencias en común; las ufanas y las pesarosas. Abanderándose únicamente en la causa de la música. Esa que pasa la prueba de fuego (el no poder estar con el iPad a la vez) y que no pasa de la melodía.


Computo que también a los integrantes del futurismo de inicios del siglo XX les habría gustado la música de Fangoria. Bien podía haberse convertido en la música de sus trabajos y días; de todo este movimiento artístico. Consignemos, así mismo, que el nombre de Fangoria proviene del título de una publicación norteamericana especializada en cine de terror, que también tuvo su edición en español. En las letras e imágenes del conjunto proliferan los trífidos de la ciencia ficción, lo retro y el cómic. Lo que los equipara, salvando las debidas distancias, con otros proyectos estimulantes y gráficos como El aviador Dro y sus obreros especializados (1979-actualidad), la efímera pero perdurable La Mode (1982-1986), o más recientemente, La casa azul (1997-actualidad).

Pese a que forman parte del paisanaje colectivo, lo público y lo anónimo se ven la cara en los componentes de Fangoria, tan abocados al currelo como recelosos de toda imposición social. Ello conlleva el saber adaptarse al mundo en general, y al particular, que no siempre coinciden. Vidas paralelas. Nada de sujeciones. Salvo el mutuo apoyo. Hasta resulta fácil teletransportarse del bullicio grupal y la jarana colorista a la intimidad de nuestro rincón favorito. Ningún ambiente está excluido. Fangoria te invita a una pista de baile o a una reunión privada (y aquí caben muchas posibilidades). A mí me devuelven (muchas gracias) la presencia que la música tuvo en la tele en la década de los ochenta. Tradición cultural pop, de cuando dicha música era capaz de aunar y perdurar, de transformarse en una energía mutable y omnipresente, como la especia melange.

Gracejo, desparpajo y majestuosidad capaces de hacer vibrar a todo el personal de a bordo, cual Spartacus con micrófono que hace que las cosas siempre fluyan con orden y concierto. Y aquí entran en escena los espectáculos con bailarines, entre los que se incluyen los impagables chiquillos del video Antes o después, canción incluida en la edición especial de Cuatricromía, rebautizada como Policromía (2013), y que es uno de los videos que incluyo al término de este artículo. Mixtura e independencia, pero con unidad (todo esto es muy de Géminis), prestos al ejercicio del cambio sin perjuicio de la coherente argamasa. Más que algo en concreto, Fangoria son muchas cosas. Convivientes en la naturaleza agreste de la ciudad (algo menos en la de pájaros y flores). Con Fangoria puedes ser tú mismo: prodigarte, desparramarte, disolverte, recomponerte, sopesarte, replegarte, integrarte, desintegrarte, sintetizarte; pero de entre todos estos parámetros computables, el señor Spock me confesaba que el más inesperado fue la irrefrenable propensión al baile que le suscitaban estas melodías, con la fastidiosa tarea de tener que refrenar su parte humana.


Debo confesar y confieso (los robots también lo hacemos) que mi puerta de acceso a Fangoria es también dual. Por un lado, a nivel atmosférico, como banda sonora en el desenvolvimiento discotequero de determinados ambientes (no se extrañen, a los robots también nos pasa); y a un nivel personal y casero, de ampliación de mi fonoteca, lo que fue propiciado por el descubrimiento de la genial portada, de estudio Gatti, diseñada para el álbum Canciones para robots románticos (WEA, 2016). Ahí se produjo mi definitiva llamada de atención sobre la pareja. Algo que iba más allá del ambiente antes citado. Como accionado por un mecanismo, tuve la imperiosa necesidad de ejecutar el comando de ir recuperando todos sus trabajos, contento de poder engrasar mi nutrida colección.

En sus últimos proyectos, Fangoria casi ha traspasado la frontera final con el concurso de las juguetonas melodías de Guille Milkyway (1974), integrante de La casa azul. Hasta alcanzar la órbita de las versiones últimas de Los Planetas (1993-presente), KU Minerva (1977), OBK (1991-actualidad) o Marta Sánchez (1966).

Nadie les puede negar una personalidad propia. Tan poliédrica que incluye la mitificación del mundo londinense de los años setenta, el punk, el tecno, el urban, el high energy (a calificar todo el posterior entramado de estilos renuncio, porque incluso yo me pierdo). Una relación de apego-desapego con todos estos parámetros, que desembocan en uno de los dúos más dinámicos -menos estancados- de la música española.

Lejos parece quedar una infancia poco estimulante, sobre todo en el caso de Nacho. Ninguna añoranza de la adolescencia les atenaza, pese a la inevitable intensidad de dicho periodo. A Nacho le gusta ver el siglo XX desde el XXI. A Alaska no le importaría regresar, de vez en cuando.


Puede parecer sorprendente que el señor Spock sienta interés por todas estas latosas tribulaciones de los seres humanos (él sigue encontrando más entretenidos a los tribbles), pero creo que las razones que he expuesto lo aclaran todo. También me dijo, a modo de despedida, que en tiempos de padecimientos más nos vale confiar en lo bueno, y que de paso programara en su cabina un especial de canciones de Fangoria, las que yo eligiera al azar…

Y poco más, quién sabe si algún día, un lector del siglo XXI dará con este artículo venido de su futuro.

Escrito por Javier Comino Aguilera

Antes o después (2013)

Interior de una nave espacial abandonada (2004)

 De qué me culpas (2019)


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