Suele suceder que cuando somos niños ansiamos ser adultos, y cuando somos adultos, añoramos el tiempo en que fuimos niños, paraíso perdido e imposible. Lo cierto es que solemos vivir en la insatisfacción de nuestra situación vital y pasamos nuestro tiempo proyectando un tiempo que ha de venir o añorando uno que pasó. Ocurre de forma similar con el mundo universitario. Muchos son los que describen ese tiempo como un momento inolvidable, otros parecen intentar seguir pegados a lo que fueron. Incluso se anclan a sus recuerdos y a las lecciones que aprendieron en sus días universitarios. Sobre estas desilusiones plantea su vuelo Amor y letras (Liberal Arts, Josh Radnor, 2012).
El caso de Josh Radnor es paradójico, dado que nos encontramos con un director catalogado como independiente, pero que saltó a la fama precisamente por la popularidad de una sitcom, Cómo conocí a vuestra madre (2005-2014). También resulta curioso cómo muchas de las características intrínsecas del personaje que interpretaba siguen presentes en su forma de escribir y crear cine, como se pudo comprobar en HappyThankYouMorePlease (2010), su debut como director y guionista, y en Amor y letras, desacertada traducción de su, hasta el momento, última obra.
El caso de Josh Radnor es paradójico, dado que nos encontramos con un director catalogado como independiente, pero que saltó a la fama precisamente por la popularidad de una sitcom, Cómo conocí a vuestra madre (2005-2014). También resulta curioso cómo muchas de las características intrínsecas del personaje que interpretaba siguen presentes en su forma de escribir y crear cine, como se pudo comprobar en HappyThankYouMorePlease (2010), su debut como director y guionista, y en Amor y letras, desacertada traducción de su, hasta el momento, última obra.
La película nos transporta a la vida anodina de Jesse (Josh Radnor), encargado de las admisiones de una universidad, cuando un antiguo profesor, a punto de jubilarse, le invita a participar en el homenaje que le van a realizar. Este punto de arranque proporciona a nuestro protagonista la oportunidad de reencontrarse con su pasado universitario, pero también de conocer tanto lo que ha cambiado como lo que realmente no llegó a descubrir cuando era estudiante. Donde más acierta la obra de Radnor es en acercarse a ese deje de nostalgia, mostrándonos a un adulto inadaptado y aburrido con su vida que se encuentra igualmente torpe en un mundo que ya no es el suyo, pero donde se encuentra realmente cómodo. Un mundo que finalmente toma la apariencia de Zibby (Elizabeth Olsen), una joven universitaria de quien irremediablemente quedará prendado, comenzando una relación.
No obstante, la película tantea también otras tramas, sin centrarse en el amor ni convertirse en una comedia romántica: el profesor Peter Hoberg (Richard Jenkins) afronta su jubilación anticipada arrepentido de haber tomado la decisión, la profesora Judith Fairfield (Allison Janney) se muestra desinteresada no solo con su profesión, sino también con las personas que la rodean, Nat (Zac Efron) sirve de contrapunto a Jesse y alecciona al protagonista en una vida moderna, irresponsable y libre, sin prejuicios, mientras que Dean (John Magaro) sirve de espejo a Jesse, mostrándose como una versión más oscura y romántica, pero también como un ser necesitado. Por último, y no menos importante, hay un factor que une a todos los personajes por encima aún de la universidad: las letras o, mejor dicho, la literatura.
Con todos estos ingredientes, Radnor crea una obra centrada en los personajes, en un estilo que muchos han relacionado con Woody Allen, pero que no llega a ser tan redondo como pudiera. Lo cierto es que encontramos en Amor y letras algunos fallos estructurales, en tanto que la única cuestión que se cierra de alguna forma es la trama principal (la relación entre Jesse e Zibby), mientras que el resto de subtramas parecen incluidas sin más motivación que hacer acto de presencia, de acumular interesantes escenas, sin duda, pero faltas de un hilo narrativo que las conecte o que, incluso, las cierre.
En este sentido, Radnor prefiere la conclusión agridulce, la conformidad dolorosa de los personajes ante su situación, lo que realmente es una resolución de características muy humanas, dado que no somos héroes ni actuamos en nuestra vida como muchas veces se nos presenta en la gran pantalla, pero faltando cierto rigor narrativo para dar fondo a los personajes que han desfilado por escena. En este caso se encuentra sobre todo el personaje de Peter, cuya situación ante la jubilación nos presenta algunas pinceladas de interesante calado, especialmente para el tramo de edad, la vejez, que menos se trabaja en la obra, hasta que finalmente su historia se queda coja.
En este sentido, Radnor prefiere la conclusión agridulce, la conformidad dolorosa de los personajes ante su situación, lo que realmente es una resolución de características muy humanas, dado que no somos héroes ni actuamos en nuestra vida como muchas veces se nos presenta en la gran pantalla, pero faltando cierto rigor narrativo para dar fondo a los personajes que han desfilado por escena. En este caso se encuentra sobre todo el personaje de Peter, cuya situación ante la jubilación nos presenta algunas pinceladas de interesante calado, especialmente para el tramo de edad, la vejez, que menos se trabaja en la obra, hasta que finalmente su historia se queda coja.
Otros personajes viven de forma específica por su relación con Jesse, lo cual otorga un mayor sentido a su presencia al situarse el foco sobre este personaje. Pese a ello, el nivel alegórico de Dean o Nat nos puede llegar a plantearnos qué estamos viendo en pantalla. De forma contraria, en la escena de ruptura que se produce en la conversación entre la profesora Judith y Jesse, en un inesperado giro, encontramos un choque de fuerzas, otorgando cierta ironía a la situación, pero todo se asienta sobre un personaje vacío para el espectador. Amor y letras acaba por mostrarnos que su potencial está desaprovechado o que su ambición no ha sido satisfecha del todo, al querer abarcar más de lo que realmente podía llevarse a cabo; por ello, empleando de nuevo el mismo adjetivo, nos deja la sensación de una película agridulce, dado que lo logrado puede resultar agradable.
Ahora bien, el punto fuerte de la película reside en los temas que trata con gran naturalidad: desde la nostalgia hasta plantearse qué es madurar, la relación imposible entre vida y literatura o, incluso, el descubrimiento de lo que se esconde detrás de la cultura de masas. Radnor se permite bromear sobre un fenómeno como Crepúsculo (Stephenie Meyer, 2005), aún sin citarlo directamente, como ejemplo de la mala literatura, pero también como motivo de enfrentamiento generacional con su pareja en escena, mucho menor que él. Se debate así entre lo que significa el gusto literario y culto frente a la evasión vital que para Zibby supone el libro de vampiros. Irónicamente, también se está jugando con un referente literario: Lolita (1955), de Nabokov, aunque en este caso la atracción sea consentidamente mutua. Hay mucho de literatura en la película, desde cómo nos unimos a alguien simplemente por compartir un mismo gusto literario hasta cómo se puede esconder la realidad vital de una persona detrás de una fachada de Romanticismo y de los mejores poemas jamás escritos.
Ahora bien, el punto fuerte de la película reside en los temas que trata con gran naturalidad: desde la nostalgia hasta plantearse qué es madurar, la relación imposible entre vida y literatura o, incluso, el descubrimiento de lo que se esconde detrás de la cultura de masas. Radnor se permite bromear sobre un fenómeno como Crepúsculo (Stephenie Meyer, 2005), aún sin citarlo directamente, como ejemplo de la mala literatura, pero también como motivo de enfrentamiento generacional con su pareja en escena, mucho menor que él. Se debate así entre lo que significa el gusto literario y culto frente a la evasión vital que para Zibby supone el libro de vampiros. Irónicamente, también se está jugando con un referente literario: Lolita (1955), de Nabokov, aunque en este caso la atracción sea consentidamente mutua. Hay mucho de literatura en la película, desde cómo nos unimos a alguien simplemente por compartir un mismo gusto literario hasta cómo se puede esconder la realidad vital de una persona detrás de una fachada de Romanticismo y de los mejores poemas jamás escritos.
Lamentablemente, la película opta más por contar que por mostrar. Tan solo la excepción existe con la música clásica, que también aparece en escena, pero resulta curioso que observando con atención la película nos descubramos ante un panorama más teatral que cinematográfico. La acción transcurre en diálogos de forma continua, se habla de los gustos de los personajes, de lo que hicieron en el pasado, pero no se nos muestra, debemos aceptarlo y eso no cala bien con el formato cinematográfico.
La exploración temática que se realiza es muy interesante, pero generalmente cae fácilmente en la tentación de largos monólogos o diálogos que sirvan para fundamentar la situación. Con ello, no podemos despreciar algunos momentos de brillantez en la actuación, por ejemplo, de Jenkins al retratar con su expresividad la angustia interna del personaje, o los dos momentos clave en que Jesse (Radnor) cambia con respecto a su relación con Zibby: la simpática comparación numérica o la reflexiva mirada ante el espejo del baño. Tampoco se debe menospreciar la gracia con la que Elizabeth Olsen se desenvuelve en su papel, mostrando un gran potencial de cara a otros proyectos, o la muestra de un Zac Efron desligado del tipo de papel que le otorgó la fama. Josh Radnor quizás resbala y se encamina al encasillamiento al continuar ahondando en el mismo tipo de personaje, aunque ello le sirva para desenvolverse con soltura y comodidad como Jesse.
La exploración temática que se realiza es muy interesante, pero generalmente cae fácilmente en la tentación de largos monólogos o diálogos que sirvan para fundamentar la situación. Con ello, no podemos despreciar algunos momentos de brillantez en la actuación, por ejemplo, de Jenkins al retratar con su expresividad la angustia interna del personaje, o los dos momentos clave en que Jesse (Radnor) cambia con respecto a su relación con Zibby: la simpática comparación numérica o la reflexiva mirada ante el espejo del baño. Tampoco se debe menospreciar la gracia con la que Elizabeth Olsen se desenvuelve en su papel, mostrando un gran potencial de cara a otros proyectos, o la muestra de un Zac Efron desligado del tipo de papel que le otorgó la fama. Josh Radnor quizás resbala y se encamina al encasillamiento al continuar ahondando en el mismo tipo de personaje, aunque ello le sirva para desenvolverse con soltura y comodidad como Jesse.
Amor y letras nos plantea una inteligente reflexión sobre la vida y sobre lo que supone envejecer y madurar, pero siempre anclado a un universo de cierta pedantería natural, la de aquellos que disfrutan de la cultura de forma abierta, que ven el mundo cambiar con una sinfonía o que prefieren sumergirse en una lectura antes que en el mundo real. En este sentido, no todos podrán valorar o sentirse atraídos por su propuesta, que en sentido cinematográfico tampoco brilla especialmente, pero aquellos que aprecien los detalles que copan esta película, disfrutarán al menos de los diálogos que abarcan este estilo de vida, del humor torpe y agradable que desprende la película y de ese drama sutil y tan cotidiano que subyace en su historia.
Escrito por Luis J. del Castillo
Magnífica reseña de la película. Y estoy muy de acuerdo con todo lo expuesto. Personalmente me dio una de cal y otra de arena. Por la parte buena, me incluyo en el grupo al que se dirige la película, y me hizo sentir cosas muy familiares, que me han tocado muy de cerca.
ResponderEliminarPor la parte, como bien dices, no lo cierra todo satisfactoriamente,y se queda a medio camino de lo que pudo haber sido. Para mí le falta redondez.
Por cierto, en el debate sobre Crepúsculo, soy de los que se ponen de parte de Zibby. Será que tengo mucha manga ancha, pero personalmente hasta a la mala literatura le tengo aprecio. Así como tampoco siento remordimientos por evadirse con cualquier película mala.
Un saludo.
Me alegro de que te haya gustado la reseña :)
EliminarEn efecto, como comento en la reseña y reafirmas en tu comentario, la película tiene tanto una de cal y otra de arena. Es una pena que no fuera tan redonda como podría haber sido. Sobre el debate, comparto tu opinión, aunque también comprendo bastante bien a Jesse; creo que, en definitiva, hay momentos tanto para libros más profundos como para aquellos que son pura evasión (porque incluso hay libros que fueron pura evasión, que hoy son considerados clásicos).
¡Un saludo y gracias por comentar!