Aunque estrenada un poco antes, el año del cometa Halley (1986) fue también el de Lifeforce, fuerza vital (Lifeforce, Cannon Group, 1985), dirigida por Tobe Hooper (1943), como una personal traslación de la novela Los vampiros del espacio (The space vampires, 1976) de Colin Wilson (1931-2013). Dan O’Bannon (1946-2009) fue su guionista, Alan Hume (1942) se hizo cargo de la fotografía, John Dykstra (1947) de los efectos especiales, y Henry Mancini (1924-1994), regresando a sus iniciales trabajos para la Universal, compuso una envolvente y desasosegante banda sonora; un trabajo realmente impecable.
Originalmente montada a gusto de los productores, Tobe Hooper pudo al fin editar la película como siempre deseó, por lo que la versión en DVD incluye imágenes inéditas, localizadas principalmente a lo largo de la secuencia de arranque, diferente y más amplia, y en la que la inserción de la música de Mancini resulta más acorde. En este sentido, los que conservamos una copia en video reconocemos hasta qué punto el nuevo doblaje hace imprescindible el visionado en su versión original.
Una sucesión de encadenados durante la citada secuencia de apertura, dan cuenta de la aproximación de un transbordador espacial y su tripulación al cometa visitante. Pero el peregrino espacial no viaja solo. En su cola es detectada una nave de grandes proporciones. Tras acceder a su interior por medio de una “arteria orgánica”, los tripulantes terrestres entrarán en contacto con otras formas de vida latentes.
Es un gran acierto la apariencia de la nave extraña, a modo de artefacto viviente, con garras. Como también resulta interesante la sensación del capitán Carlsen (Steve Railsback) de haber estado allí antes. Él es el héroe “trágico” desde el principio. Al término de la larga y ejemplar secuencia, la lanzadera Columbia parte al rescate de estos expedicionarios del espacio.
A su regreso a la Tierra, portando tres humanoides del interior de la nave alienígena, Carlsen es atendido por el doctor Fallada (Frank Finlay), director de un centro de investigación en Londres (Space Researh Center), y por Caine (Peter Firth), un coronel de las Fuerzas Armadas.
Los humanoides representan la imagen mental, quintaesenciada, de los gustos de cada tripulante, idea de por sí muy sugerente, puesto que hablamos de una mujer y dos hombres. Así, el deseo, el impulso sexual, se convierte en el motor de sugestión por excelencia, y en consecuencia, de dominación de los humanos. Los “vampiros” de Lifeforce son tanto psíquicos -se sirven de las imágenes mentales- como físicos -poseen corporalidad y se nutren de la “energía vital” de los terrestres, un elemento invisible hasta entonces, pero que presupone la presencia de otros planos de existencia-. La posterior secuencia en el psiquiátrico conserva todo el brío y el carácter malsano de otros títulos anteriores del realizador.
En la trama destaca igualmente el empleo terapéutico de la hipnosis, no solo en la citada secuencia del hospital para “alienados”, o durante la regresión de Carlsen, sino flotando por todo el relato. Durante el desenlace en un Londres apocalíptico, además de la absorción vampírica masiva, los ciudadanos se transforman en auténticos zombis.
A lo largo de todo este tiempo, “la chica” (Mathilda May) ha estado actuado como un conector, lo que proporciona esa bella y escalofriante imagen del río de almas humanas elevándose hacia el espacio (realmente, hasta el cielo), en lo que, paradójicamente, es una forma de sobrevivir a la muerte. En este sentido, los efectos especiales resultaban sorprendentes, y a día de hoy, nada reiterativos.
Finalmente, la nave se aleja del planeta Tierra, refulgente, para regresar junto al Halley, hasta la próxima visita.
Escrito por Javier C. Aguilera
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ResponderEliminarGracias por amar la literatura.