Wonder Woman: Dioses y mortales, de George Perez

06 octubre, 2019

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Los superhéroes llevan viviendo décadas dentro de las páginas de los cómics, tantos que ha sido necesario en muchas ocasiones reiniciar su historia, ya fuera fruto de una decisión editorial o de algún macroevento que hoy admitimos también en el cine, pero que surgieron con fuerza en las líneas editoriales de DC o Marvel. Por ello, en los años ochenta encontramos Wonder Woman: Dioses y mortales (1987), la nueva versión de Wonder Woman de la mano de George Pérez. A diferencia de la época dorada en que surgieron las primeras versiones de los superhéroes, en estos años se crean orígenes más detallados, aunque partan de la misma premisa, y este hecho permitió asentar algunas ideas básicas sobre los héroes que han ido llegando en los últimos años a la gran pantalla. Por ejemplo, la reciente adaptación de Patty Jenkins, Wonder Woman (2017), se alimenta precisamente de la visión de George Pérez junto a otros detalles del personaje que se han ido perfilando posteriormente.

De esta forma, en Wonder Woman: Dioses y mortales retrocedemos al origen de las amazonas y no hay ningún temor a que sea una historia mitológica, rica en detalles, y que permiten comprender la cosmogonía en la que surge esta superheroína de evidente raigambre mítica. Además, ya desde estos orígenes se observa un trasfondo feminista en la historia de las amazonas que se trasladará también a la protagonista, en la reivindicación de la mujer y en su huida de un rol pasivo o dominado. Es decir, la princesa Diana bien podría haber surgido en los relatos míticos grecolatinos, otorgándole un buen fundamento que permite a los lectores disfrutar de una rica herencia literaria a la par que añaden una visión más contemporánea. Lo bueno es que estos orígenes permiten crear versiones oficiales de la historia y acontecimiento extraoficiales, al punto de retorcer la historia o de incluir detalles como sucede en historias posteriores, por ejemplo, la más reciente Wonder Woman: El Círculo (Gail Simone y Terry Dodson, 2008).


Ahora bien, todavía en los ochenta podemos encontrar cierta candidez. La inocencia con la que Diana se ha de enfrentar al mundo que desconoce, ese mundo ajeno a su isla natal, nos regala escenas en los que choca inevitablemente el universo cotidiano de los lectores con la magia mitológica de Wonder Woman. Pero, curiosamente, ese choque es aceptado con bastante naturalidad, de ahí la candidez que referíamos. Por ejemplo, uno de los personajes más relevantes de esta aventura, Julia Kapatelis, es una experta en la época mitológica que ayudará a nuestra protagonista a entender este mundo mientras sufre las consecuencias de ser perseguida por las fuerzas malignas contrarias a la superheroína. Se trata de un personaje curioso, dado que es capaz de aceptar la existencia de Diana con curiosidad científica, soportar la maldición que afecta a su hija y unirse a la batalla junto a Wonder Woman sin titubear, convirtiéndose a la par en una nueva figura materna para Diana dentro del mundo humano. En cierto sentido, esta historia coarta ocasionalmente la credibilidad por ofrecer personajes fuertes, representantes de unos valores determinados que los hagan afines a la protagonista del relato, pero que se comportan de una forma excesivamente temeraria, todo por seguir a una superheroína a la que apenas conocen. Si bien es cierto que el personaje representa unos valores evidentes, como el pacifismo y la bondad, sus compañeros quedan demasiado planos y vagos en su carácter.

Por otra parte, Wonder Woman normalmente había estado ligada a su intervención en las dos guerras mundiales, cuando salía de su isla para descubrir la maldad y el egoísmo que anidaba en el corazón de los hombres (lamentablemente, casi siempre se recurre a los tejemanejes del dios Ares para explicar el comportamiento del ser humano, restándole verosimilitud y ambigüedad a la entidad humana en las aventuras de esta heroína). Sin embargo, en esta ocasión, Diana llega al mundo durante la Guerra Fría entre Estados Unidos y Rusia, con la tensión presente entre estas dos grandes potencias mundiales a punto de destruirse mutuamente. Obviamente, se recurrirá de nuevo a la némesis de Wonder Woman, Ares, para provocar una conjura de destrucción total en el mundo a partir de su influencia entre los líderes de esos países. Quizás sea en otra historia en la que se observe que la maldad puede proceder también del ser humano sin necesidad de intrigas divinas, de la misma forma que se plantean personajes humanos que son capaces de sacrificarse y combatir junto a Diana por evitar la catástrofe.

No obstante, hay que resaltar la forma en que nuestra superheroína consigue enfrentarse y derrotar a esta amenaza, en la línea de su doble vertiente de guerrera y diplomática. En contraposición a otros héroes que ya existen en este universo, como Superman, con el que es comparado por algún personaje o incluso por la prensa, Wonder Woman alcanzará la victoria desde el debate filosófico (su diálogo con Ares acaba tocando temas como la existencia, la fe y el futuro), recurriendo a sus poderes y a su fuerza cuando el peligro alcanza a los inocentes.

En definitiva, Wonder Woman: Dioses y mortales nos deja un buen inicio en la vertiente más mitológica del personaje. Precisamente, podemos considerar que su parte divina goza de un buen desenlace, mientras que su lado más humano queda abierto, aún por asentarse en la realidad que acaba de conocer; hubiera estado bien encontrar un desarrollo de ambas partes más equilibrado. Como cómic, contiene escenas de batalla algo confusas, pero lo solventa con una gran integración entre la intención narrativa y las imágenes empleadas en los fragmentos más relevantes, a pesar de un coloreado en ocasiones no tan eficaz como debiera.


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