Detrás de cualquier conflicto, subyacen intereses personales de quienes dejan a otros morir sin saber nunca por qué estaban luchando realmente. En la trilogía del Mar Quebrado, Joe Abercrombie ha tratado siempre de dejar al descubierto los finos hilos en que sus personajes están envueltos sin saberlo, hilos que mueven aquellos que tienen acceso a la sabiduría escrita, a la historia, a la comunicación y, por supuesto, al poder, aunque siempre a la sombra de las grandes figuras. Por ello, el auténtico hilo conector de toda la trilogía ha estado en un segundo plano mientras observábamos qué les pasaba a quienes caían en esos hilos. O si acaso podían descubrirse como marionetas y hacer algo para evitarlo.
Como sucediera en Medio mundo (2015), el foco narrativo varía hacia otros protagonistas. Si en el primer volumen había sido uno, Yarvi, y en el segundo, dos, Espina y Brand, en esta tercera ocasión serán tres: la princesa Skara, el guerrero Raith y el aprendiz de clérigo Koll. Desde sus puntos de vista, obtendremos una panorámica de lo que sucede en la guerra contra el Alto Rey, una panorámica representativa, dado que los tres representan por una parte a las tres naciones alzadas (Gettlandia, Vasterlandia y Trovenlandia) con sus respectivas características particulares, y también a tres estamentos privilegiados distintos: la nobleza, el ejército y la religión.
En cuanto a la trama concreta, la primera historia, Medio rey (2014), nos había narrado una odisea que prendía la llama de la venganza de Yarvi, mientras que la segunda, Medio mundo, era una auténtica aventura con el desarrollo de la venganza de fondo y con un clímax potente en torno a un gran duelo final. Esta tercera y concluyente novela nos llevará al caos producido por Yarvi en el mundo del Mar Quebrado, donde se ha iniciado una guerra cruenta en la que todo vale, incluso las alianzas más inesperadas y siniestras o el rescate de objetos prohibidos.
En cuanto a la trama concreta, la primera historia, Medio rey (2014), nos había narrado una odisea que prendía la llama de la venganza de Yarvi, mientras que la segunda, Medio mundo, era una auténtica aventura con el desarrollo de la venganza de fondo y con un clímax potente en torno a un gran duelo final. Esta tercera y concluyente novela nos llevará al caos producido por Yarvi en el mundo del Mar Quebrado, donde se ha iniciado una guerra cruenta en la que todo vale, incluso las alianzas más inesperadas y siniestras o el rescate de objetos prohibidos.
De esta forma, todo comenzará con el desgarro que se produce en la vida de la princesa Skara, cuando debe huir de su hogar para sobrevivir y convertirse en la única y legítima heredera del reino de Trovenlandia. Cuando el líder del ejército del Alto Rey, Yilling el Radiante, comience a destruir su país, ella deberá buscar la ayuda de sus aliados y comenzar a liderar en medio de la disputa. Así, se convertirá en el personaje que más evolucione y que más juego otorgue a lo largo de la trama de esta entrega, endureciendo su forma de ser desde su inocencia inicial hasta la orgullosa y astuta reina en que se convertirá, siendo capaz de participar en el juego de la guerra no desde la batalla, pero sí desde el campo de la dialéctica. Esa será, como se indicará en varias ocasiones, su media guerra.
Junto a ella, el sanguinario Raith, un guerrero de Vasterlandia fiel a su rey, Grom-gil-Gorm, a quien sirve como portaespadas y su copero. Desde su actitud belicosa inicial, deberá adoptar decisiones que lo apartan de aquello en lo que creía y comenzará a darse cuenta del vacío que supone ser un asesino, aunque descubra también que es lo único que se le da realmente bien.
Por su parte, Koll se convierte en el personaje más simpático del trío, a quien ya conocíamos desde su mención en la primera historia y su presencia en la travesía de la segunda aventura de la trilogía. Será quien tenga desde el principio dos caminos entre los que decidirse, caminos opuestos entre lo que quiere y que siente que debe hacer. Además, será quien mantenga el foco puesto en Yarvi para poder seguir viendo sus pasos y con el que tengamos una mirada más limpia de los terribles acontecimientos bélicos o de los inquietantes pasajes con los que cuenta la novela en ciertos momentos. Al poner todo el peso de la trama, incluyendo el final, en nuevos personajes, da cierta sensación de lejanía con los hechos que se narran, en los que suelen estar involucrados personajes ya conocidos anteriormente.
Como mencionábamos, Skara demuestra una gran valía como personaje y nos acerca a una faceta distinta a la que nos ofrecía Espina en el segundo libro, pero al compartir protagonismo con otros dos personajes, puede resentir nuestra empatía con ella. Sobre todo cuando con Koll existe una conexión más cercana por ser un personaje al que ya conocíamos. Y la tercera pieza en juego, Raith, asemeja su recorrido vital a lo que vimos de Brand en Medio mundo, solo que con un carácter más bélico. Por contra, personajes que habían tenido gran relevancia, como Espina Bathu o Brand, acaban por convertirse en sombras hasta llegar incluso a estar en un tercer plano, algo que también le ocurrió al rey Uthil respecto a su rol en Medio rey o a Sumael, quien acaba por diluirse por completo, junto a la Emperatriz del Sur, que pudo considerarse un preludio del personaje de Skara. Tan solo Yarvi consigue mantenerse como protagonista en las sombras.
Regresando a Media guerra, los tres protagonistas tienen en común la elección que deben tomar respecto a cómo ser en sus vidas y cómo actuar ante lo que está por venir. Por ejemplo, Skara deberá escoger entre sus miedos y su deber como reina, entre lo que debe ceder y lo que quiere conseguir, entre hallar la victoria y no seguir perdiendo. Y para ello, Abercrombie no abandonará nunca la duda en la que viven los personajes o la existencia de estas dos partes; es decir, incluso cuando Skara opta en algunos momentos por cumplir con su deber como reina, el autor no olvida mostrar sus miedos, cómo realmente se siente frente a lo que aparenta o qué desearía en realidad. Al final, es cierto que algunas de estas elecciones vitales son evidentes por dónde se desempeñarán desde un inicio, como quizás es el caso de Koll, aunque otras llevan a caminos curiosos, como ocurrirá con Raith.
Junto a ella, el sanguinario Raith, un guerrero de Vasterlandia fiel a su rey, Grom-gil-Gorm, a quien sirve como portaespadas y su copero. Desde su actitud belicosa inicial, deberá adoptar decisiones que lo apartan de aquello en lo que creía y comenzará a darse cuenta del vacío que supone ser un asesino, aunque descubra también que es lo único que se le da realmente bien.
Por su parte, Koll se convierte en el personaje más simpático del trío, a quien ya conocíamos desde su mención en la primera historia y su presencia en la travesía de la segunda aventura de la trilogía. Será quien tenga desde el principio dos caminos entre los que decidirse, caminos opuestos entre lo que quiere y que siente que debe hacer. Además, será quien mantenga el foco puesto en Yarvi para poder seguir viendo sus pasos y con el que tengamos una mirada más limpia de los terribles acontecimientos bélicos o de los inquietantes pasajes con los que cuenta la novela en ciertos momentos. Al poner todo el peso de la trama, incluyendo el final, en nuevos personajes, da cierta sensación de lejanía con los hechos que se narran, en los que suelen estar involucrados personajes ya conocidos anteriormente.
Como mencionábamos, Skara demuestra una gran valía como personaje y nos acerca a una faceta distinta a la que nos ofrecía Espina en el segundo libro, pero al compartir protagonismo con otros dos personajes, puede resentir nuestra empatía con ella. Sobre todo cuando con Koll existe una conexión más cercana por ser un personaje al que ya conocíamos. Y la tercera pieza en juego, Raith, asemeja su recorrido vital a lo que vimos de Brand en Medio mundo, solo que con un carácter más bélico. Por contra, personajes que habían tenido gran relevancia, como Espina Bathu o Brand, acaban por convertirse en sombras hasta llegar incluso a estar en un tercer plano, algo que también le ocurrió al rey Uthil respecto a su rol en Medio rey o a Sumael, quien acaba por diluirse por completo, junto a la Emperatriz del Sur, que pudo considerarse un preludio del personaje de Skara. Tan solo Yarvi consigue mantenerse como protagonista en las sombras.
Regresando a Media guerra, los tres protagonistas tienen en común la elección que deben tomar respecto a cómo ser en sus vidas y cómo actuar ante lo que está por venir. Por ejemplo, Skara deberá escoger entre sus miedos y su deber como reina, entre lo que debe ceder y lo que quiere conseguir, entre hallar la victoria y no seguir perdiendo. Y para ello, Abercrombie no abandonará nunca la duda en la que viven los personajes o la existencia de estas dos partes; es decir, incluso cuando Skara opta en algunos momentos por cumplir con su deber como reina, el autor no olvida mostrar sus miedos, cómo realmente se siente frente a lo que aparenta o qué desearía en realidad. Al final, es cierto que algunas de estas elecciones vitales son evidentes por dónde se desempeñarán desde un inicio, como quizás es el caso de Koll, aunque otras llevan a caminos curiosos, como ocurrirá con Raith.
En la elección de los personajes reside el carácter juvenil que se ha otorgado a esta trilogía, dado que siempre estamos ante personajes en evolución, casi adolescentes que deben tomar la decisión de qué tipo de adultos quieren ser, aunque el mundo en el que viven no sea el nuestro. En este sentido, es curioso observar cómo junto a Skara vemos también la evolución de su nueva clériga, Owd, la de Raith o incluso la compostura de Jenner, un viejo lobo de mar que, a su edad, también decide poner otro rumbo a su vida, mostrando que siempre puede presentarse una oportunidad para cambiar nuestro estilo de vida. No obstante, a pesar de esa necesidad de contar el crecimiento de un personaje, lo cierto es que Mar Quebrado tiene un hilo conductor que ya hemos mencionado y que es la causa de todos los acontecimientos: la venganza de Yarvi.
Por ello, si ya resultaba curioso cómo se alejaba de él para poner el foco en otros personaje sen Medio mundo, llega un punto en Media guerra en que estamos demasiado alejados de él como para acabar de comprenderlo, incluso aunque el autor le otorgue voz para explicarse o para que otros personajes, como Koll o incluso Skara, lo hagan por él, como ya sucediera al final de Medio rey entre Yarvi y la madre Gundrig o también al término de Medio mundo entre Brand y Yarvi. Al final, siempre hay alguien que mueve los hilos y el autor quiere dejar claro que también existen personas capaces de percibir cómo se mueven o incluso de tratar de alterarlos, como sucederá en esta última ocasión. Resulta llamativo cómo, llegado el caso, el comportamiento del clérigo puede llegar a sorprendernos, dado que no hemos podido percibir bien su evolución interna en el tiempo transcurrido entre su odisea y los acontecimientos actuales. En cualquier caso, Abercrombie siempre ha jugado sus cartas hacia el gris, por lo tanto, es lógico que todos los personajes lleguen a mostrar tanto lo mejor de sí mismos como lo peor. Y en esta cuestión, Yarvi es el ejemplo más representativo, llegando a ser incluso demasiado agrio, pero, sin duda, se convierte en el personaje con mayor trayectoria de toda la trilogía.
Cabe mencionar el detalle de las apariencias engañosas, cuestión también presente en la trilogía. Existen varios ejemplos: la incapacidad física de Yarvi frente a su gran poder estratégico, la débil apariencia física del Alto Rey frente a su poder en los reinos o, finalmente, la fragilidad que desprende la abuela Wexen frente a su alargada sombra de poder o la sensación de amenaza que transmitía. A ello hemos de unir la cuestión de los prejuicios, como los habituales e inconscientes enfrentamientos entre las dos naciones vecinas, Gettlandia y Vasterlandia, o incluso cómo la repetición de una serie de ideas en torno a una persona moldean su autopercepción, como ocurre con Raith frente a su hermano Rakki, sobre todo en cuestión de ver cuál de los dos es el listo.
La balsa de la medusa (1819), de Théodore Géricault |
Por último, el clímax de la historia narrada en Media guerra acaba siendo una escena veloz, tremenda y confusa, mientras que lo que debería haber sido el clímax de toda la trilogía se siente insuficiente y vacío. Si la intención de Abercrombie era transmitir ese sentido de vacuidad tras cumplir con una venganza, lo consigue sin lugar a dudas. En todo caso, le falta cierta contundencia al final, que en algunos aspectos queda abierto y con algunas cuestiones no abordadas debidamente. Por ejemplo, la presencia del príncipe Varoslaf con el que negocia la reina Laithlin a mitad de la obra, incluyendo la reaparición de cierto personaje antiguo que vuelve a desaparecer sin más repercusión, o la auténtica motivación de la antagonista, la abuela Wexen, cuya adoración a la Diosa única queda como una cuestión menor, en el aire. En este sentido, hemos sentido que ha habido una venganza, pero nunca percibiremos la magnitud de aquello con lo que se ha luchado. Sobre todo cuando, hacia el final de la novela, se nos muestra cómo la historia es cíclica y vuelven las viejas costumbres pero con nuevas personas ocupando las posiciones de siempre.
En definitiva, Media guerra culmina una propuesta de novela fantástica y juvenil bastante atractiva y madura, capaz de explorar los aspectos más grises de sus personajes sin caer en maniqueísmos habituales o prestarse a una lucha entre el bien y el mal. Quizás podemos sentir que el autor desaprovecha en ciertos momentos sus creaciones más atractivas o que quedan cabos sueltos e inexplorados en esta historia, que quizás se solventen con otras historias sobre este mismo mundo del Mar Quebrado. Mientras que otras cuestiones quedan más a la interpretación del lector, aunque con suficientes pistas por parte de Abercrombie, como la identidad de los antiguos elfos o la realidad de su magia.
En definitiva, Media guerra culmina una propuesta de novela fantástica y juvenil bastante atractiva y madura, capaz de explorar los aspectos más grises de sus personajes sin caer en maniqueísmos habituales o prestarse a una lucha entre el bien y el mal. Quizás podemos sentir que el autor desaprovecha en ciertos momentos sus creaciones más atractivas o que quedan cabos sueltos e inexplorados en esta historia, que quizás se solventen con otras historias sobre este mismo mundo del Mar Quebrado. Mientras que otras cuestiones quedan más a la interpretación del lector, aunque con suficientes pistas por parte de Abercrombie, como la identidad de los antiguos elfos o la realidad de su magia.
No obstante, siempre hay misterios que resolver incluso en nuestro mundo real, por lo que, ¿por qué no iban a existir en un mundo distante e inventado? Como existen las injusticias, la violencia, la sexualidad o los momentos de indecisión incluso entre adultos. Por todo ello, la coherencia y la madurez con la que está narrada la historia le otorgan a esta trilogía una excelente consideración y, sin duda, la hacen una obra muy recomendable.
Escrito por Luis J. del Castillo
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