Los testimonios que nos legan algunas personas sirven para que veamos nuestro mundo desde otra óptica, desde otra realidad que también existe como la nuestra, e incluso para que aprendamos a vivir desde otra perspectiva. Ante un problema o una situación inesperada, hay quien se refugia en este tipo de relatos intentando encontrar la respuesta o la forma de afrontarlo. Y también hay quien los escribe, unos quizás para aprovecharse de cierta fama, otros porque quieren darnos un relato sincero de sus experiencias y se le dio la oportunidad para ello. En este segundo caso podemos encontrar a Mi hermano persigue dinosaurios (2017).
A pesar del título, el joven italiano Giacomo Mazzariol (1997) nos va a contar no en sí la historia de su hermano, sino más bien la forma en que el nacimiento de su hermano, primero, y el síndrome de Down, después, afectaron a su vida y cómo lo afrontó desde su infancia hasta su actual juventud. Ese camino invadido de fases que atraviesa el narrador es todo un proceso que, enriquecido de anécdotas, amistades, un primer amor y el cariño hacia la familia, hacia su familia, no se queda en un relato insípido, sino que abunda en la comedia y también en la frustración.
Podríamos considerar que la novela se estructura de forma evidente en tres etapas tras un bello prólogo descriptivo sobre su hermano Giovanni. En la primera parte, Giacomo nos hace partícipes del momento en que la familia se enteró de que iban a tener un nuevo hermano menor, pasando a especificar todas las ilusiones que el hecho le produjo, además de las dudas y las anécdotas que su inquietud, propia de un niño de cinco años, provocó. Después, la forma en que los padres les avisaron de que su hermano sería especial y lo que esa palabra significó para él antes de descubrir la realidad que suponía el síndrome de Down.
Un primer paso invadido de humor y donde se deja ver la facilidad con la que los niños, exentos de ciertos prejuicios, pueden admitir al diferente. Gracias a toda esta introducción, Giacomo no solo logra crear un relato ameno y atractivo, de fácil lectura, sino que nos presenta a toda su familia y ya plantea el primer conflicto, un germen inicial que tendrá su repercusión en el resto de la novela: la aceptación de su hermano tras comprobar que sus expectativas no eran las que esperaba.
Las dos siguientes partes se complementan. La segunda es la entrada en la adolescencia y la distancia cada vez mayor entre ambos hermanos, que el narrador refleja bien al describir la habitación que ambos comparten y la forma en que uno ha empezado a desarrollar gustos más propios de un adolescente y el otro sigue anclado a temáticas que podrían considerarse más infantiles. Aquí comienza a distanciarse de la comedia inicial, más pueril, para pasar a plantearse cuestiones tan interesantes y humanas como la vergüenza, el sentimiento de culpa y el remordimiento. Cuando entra en el instituto, Giacomo oculta la existencia de su hermano, lo obvia sin saber por qué, pero hasta tal punto que llegará a cometer actos que no comprenderá y de los que se avergonzará, como amenazar a un compañero. En todo ese tiempo trata de pedir ayuda, de comprenderse, atravesando todo un proceso de cristalización, de cambio, que se romperá del todo en la tercera parte, cuando decida abrirse, cuando descubra que aquello que tanto anhelaba ocultar, es aceptado con suma facilidad por el resto de personas.
Por encima de un testimonio sobre el síndrome de Down, Mi hermano persigue dinosaurios enlaza mejor con las novelas de formación. Con un personaje en crecimiento que cambia y donde el narrador y protagonista no se guarda nada para sí: nos deja tanto los momentos en que odió la situación, en que no comprendía qué sucedía con su hermano o no lo aceptaba, como aquellos en los que, con cierta belleza y cercanía, nos muestra lo mejor de esa fraternidad. El resto de relato se completa con algunos paradigmas clichés, pero que funcionan bien dentro del estilo ligero y cercano de esta obra: el colega íntimo, el grupo de música que monta junto a unos amigos, el rival chantajista, el primer amor idealizado con sus altibajos, las travesuras entre hermanos... Todo el conjunto supone al final una invitación a romper esos miedos que tan solo existen en nuestro interior, pero que no se materializan cuando nos enfrentamos a nuestra realidad.
Podríamos considerar que la novela se estructura de forma evidente en tres etapas tras un bello prólogo descriptivo sobre su hermano Giovanni. En la primera parte, Giacomo nos hace partícipes del momento en que la familia se enteró de que iban a tener un nuevo hermano menor, pasando a especificar todas las ilusiones que el hecho le produjo, además de las dudas y las anécdotas que su inquietud, propia de un niño de cinco años, provocó. Después, la forma en que los padres les avisaron de que su hermano sería especial y lo que esa palabra significó para él antes de descubrir la realidad que suponía el síndrome de Down.
Un primer paso invadido de humor y donde se deja ver la facilidad con la que los niños, exentos de ciertos prejuicios, pueden admitir al diferente. Gracias a toda esta introducción, Giacomo no solo logra crear un relato ameno y atractivo, de fácil lectura, sino que nos presenta a toda su familia y ya plantea el primer conflicto, un germen inicial que tendrá su repercusión en el resto de la novela: la aceptación de su hermano tras comprobar que sus expectativas no eran las que esperaba.
Las dos siguientes partes se complementan. La segunda es la entrada en la adolescencia y la distancia cada vez mayor entre ambos hermanos, que el narrador refleja bien al describir la habitación que ambos comparten y la forma en que uno ha empezado a desarrollar gustos más propios de un adolescente y el otro sigue anclado a temáticas que podrían considerarse más infantiles. Aquí comienza a distanciarse de la comedia inicial, más pueril, para pasar a plantearse cuestiones tan interesantes y humanas como la vergüenza, el sentimiento de culpa y el remordimiento. Cuando entra en el instituto, Giacomo oculta la existencia de su hermano, lo obvia sin saber por qué, pero hasta tal punto que llegará a cometer actos que no comprenderá y de los que se avergonzará, como amenazar a un compañero. En todo ese tiempo trata de pedir ayuda, de comprenderse, atravesando todo un proceso de cristalización, de cambio, que se romperá del todo en la tercera parte, cuando decida abrirse, cuando descubra que aquello que tanto anhelaba ocultar, es aceptado con suma facilidad por el resto de personas.
Por encima de un testimonio sobre el síndrome de Down, Mi hermano persigue dinosaurios enlaza mejor con las novelas de formación. Con un personaje en crecimiento que cambia y donde el narrador y protagonista no se guarda nada para sí: nos deja tanto los momentos en que odió la situación, en que no comprendía qué sucedía con su hermano o no lo aceptaba, como aquellos en los que, con cierta belleza y cercanía, nos muestra lo mejor de esa fraternidad. El resto de relato se completa con algunos paradigmas clichés, pero que funcionan bien dentro del estilo ligero y cercano de esta obra: el colega íntimo, el grupo de música que monta junto a unos amigos, el rival chantajista, el primer amor idealizado con sus altibajos, las travesuras entre hermanos... Todo el conjunto supone al final una invitación a romper esos miedos que tan solo existen en nuestro interior, pero que no se materializan cuando nos enfrentamos a nuestra realidad.
Escrito por Luis J. del Castillo
Uy uy uy, no conocía yo este título pero me has dejado con la miel en los labios.
ResponderEliminarBesos.