Su afición por las artes se tradujo en su indecisión entre dedicarse a la pintura o a la literatura, una pasión que también heredaría su hija, que actualmente es historiadora del arte. Con dieciséis años, se trasladó a Madrid, donde pronto entró en contacto con los grupos literarios de vanguardia y empezó a colaborar en importantes revistas del momento como La Gaceta Literaria y Revista de Occidente. En esos años publicó sus primeras novelas y dos volúmenes de relatos vanguardistas (El boxeador y un ángel y Cazador en el alba), así como Indagación del cinema.
Francisco Ayala |
En el comienzo de la Guerra Civil se encontró dando conferencias en Sudamérica y, aunque previó que iban a perderla, regresó durante la misma y ejerció como funcionario del Ministerio de Estado, entre otros desempeños, en tareas diplomáticas desde la legación de España en Praga. Al caer la República se exilió con su mujer y su hija en Buenos Aires, donde retomó su dedicación a la literatura después de años de silencio. Pasó diez años trabajando y colaboró en la revista Sur, en el diario La Nación y en la editorial Losada, confundando con Lorenzo Luzuriaga la revista Realidad, una de las más importantes en la época del exilio. Sus primeras obras publicadas fueron Tragicomedia de un hombre sin espíritu (1925), Historia de un amanecer (1926) y Cazador en el alba (1930).
Algunas de sus principales obras |
(Erika ante el invierno, Francisco Ayala)
En 1950 se trasladó a San Juan de Puerto Rico, en cuya universidad enseñó Sociología, además de dirigir el departamento editorial y crear una nueva revista, La Torre. Las dos últimas décadas de su exilio transcurrieron en Estados Unidos, donde ejerció como profesor de literatura en las universidades de Princeton, Chicago y Nueva York, entre otras, hasta su regreso definitivo a España en 1977.
Ayala a la edad de treinta años |
En 2006, convertido en un clásico vivo, Francisco Ayala tuvo la oportunidad de asistir a los actos de conmemoración de su centenario. De manos del alcalde de Granada, José Torres Hurtado, recibió una reproducción de plata de la espada de Fernando el Católico como regalo de todos los granadinos. Por su parte, el rey Juan Carlos I le definió como «el auténtico artesano de la palabra, quien ha esculpido una vida llena de fuerza creativa, admirable lucidez y genial maestría». Ayala fallecería en Madrid el 3 de noviembre de 2009, a los ciento tres años de edad.
Ayala junto al rey Juan Carlos I en el día de su centenario |
(La invención del Quijote, Francisco Ayala)
En el mismo año de su centenario, nació la Fundación Francisco Ayala, cuya sede se sitúa en el palacete de Alcázar Genil de Granada. Su presidenta de honor es Carolyn Richmond de Ayala, segunda esposa del escritor, teniendo figuras relevantes de la sociedad y cultura andaluza dentro del patronato de dicha fundación. Tiene por objeto custodiar el legado creativo, intelectual y material de Francisco Ayala, además de promover el estudio y la difusión de su obra como precursor de la renovación de la prosa española de vanguardia, la narrativa y el ensayo del exilio, el pensamiento social y la teoría y la historia literarias. La Fundación asume la apuesta ética de Francisco Ayala en defensa de la libertad, entendida como patrimonio individual y compromiso social.
Ayala junto a su esposa Carolyn |
Soy un cómico que lleva años esperando a que se baje el telón, pero no termina de bajarse. Justificadas palabras pronunciadas por el propio Francisco Ayala, quien, en 2007, ya se refería a su longevidad. Se había convertido, por derecho propio, en todo un capítulo de la historia de la literatura española del siglo XX. Títulos como La cabeza del cordero, Muertes de perro o El jardín de las delicias ocupan ya un lugar de honor en la historia de la misma. Un lugar en el que sus memorias, Recuerdos y olvidos, tienen su propio espacio dentro del género autobiográfico. Sin duda, un narrador centenario, testigo de los sucesos más importantes durante generaciones del pasado más reciente.
Escrito por Mariela B. Ortega
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