Música Inolvidable (XIV): Mike Oldfield

17 abril, 2013

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Michael Gordon Oldfield (Reading, 1953) se convirtió en Mike Oldfield a muy temprana edad, cuando descubrió en la música el cauce perfecto para evadirse de una situación familiar cada vez más calamitosa. Mediante la articulación de una guitarra clásica o eléctrica podía fijar su propio mundo. Curiosamente, sus hermanos también optaron por la vía de la música: un hermano, Terry, se hizo compositor para documentales, y su hermana Sally, es cantante.


Tras probar suerte en algunas bandas y tocar en locales folk, el joven Michael se decide a grabar su propia maqueta y mostrarla en distintos estudios de grabación y discográficas, pero aquello no era lo que estaba de moda. El sonido, aún siendo todavía primigenio, resultaba demasiado personal. Pero quiso el destino que recalara en un nuevo estudio de grabación cerca de Oxford, The Manor, fundado por el ingeniero Tom Newman. A él sí le interesó, o supo ver, las facultades e inventiva del joven. A partir de ahí, Mike Oldfield encontró en estos nuevos colaboradores la familia que le animó y le permitió desarrollar su talento, llegando a convertir el estudio de grabación en una ¿segunda? casa, y en un elemento consustancial a la hora de perfilar un buen trabajo (como la sala de montaje lo es para el cine).


De este modo pudo Mike Oldfield concretar su celebrado Tubular bells (1973), compendio de todas las ideas que le bullían en la cabeza (es decir, de un estilo), y que se hizo enormemente popular cuando una de sus secciones se empleó como motivo principal de la película El exorcista (William Friedkin, 1973), lo que, pese a reconocer el joven músico la popularidad proporcionada por la cinta, procuró que no volviera a repetirse: Oldfield deseaba que su música gustara per se, y Tubular bells no fue concebida como la banda sonora de ninguna película, o al menos, de ninguna película “concreta”; en todo caso privada.

Pero el hecho incuestionable es que el álbum se comercializó con enorme éxito el 25 de mayo de 1973, inaugurando una fructífera (por calidad más que cantidad) etapa de trabajos novedosos y muy recordados, donde el británico desplegaba una amplia gama de contrastes sonoros y ritmos sostenidos por medio de instrumentos tanto acústicos como electrónicos. Él mismo se encargó de tocar la mayoría de instrumentos (con la colaboración de algunos instrumentistas para los que no tocaba, como la percusión). Así, siguieron otros trabajos tan estimulantes como el pegadizo Hergest ridge (1974), el mítico Ommadawn (1975), el panteísta Incantations (1978) y el dicharachero Platinum (1979).

 

El sonido Oldfield ya estaba instaurado. Pero el músico, como suele decirse, se ha ido reinventando en cada trabajo, incorporando los adelantos técnicos más novedosos a su sonido personalísimo; pero no a rebufo de nadie, sino (re)creando su propio y reconocible estilo, convertido ya en biografía musical. Consciente tal vez de que los fans, por lo general, son siempre veleidosos.

Por repasar algunos de los más trascendentales trabajos de esta segunda etapa podemos citar los ya clásicos Five miles out (1982), Crises (1983), Discovery (1984) o Islands (1987), imprescindibles por inaugurar un nuevo ciclo adornado con canciones retentivas, ensoñadoras y juguetonas.


Como fruto de esa reelaboración y evolución de sí mismo a la que nos referíamos, en los noventa se estrenaba Oldfield con otra major discográfica, Warner Music (WEA), fase en la que destacan Songs of the distant earth (1994), sinfonía electrónica basada en la bonita novela de Arthur C. Clarke, Cánticos de la lejana tierra (no era la primera vez que el músico mostraba su interés por la ciencia ficción, su personaje favorito es el capitán Kirk de Star Trek, según ha asegurado); o la segunda y tercera partes de Tubular Bells (1992 y 1998 respectivamente), junto a la joya de la corona, Voyager (1996).

Posteriormente aparecieron un hipnótico Light and Shade (2005) y, dentro de lo que podríamos considerar como un trabajo sinfónico de corte más “tradicional”, el hermoso Music of the spheres (2008), en cierta manera, culmen de todo un proceso global hasta la fecha.


Indudablemente, es la de Mike Oldfield una carrera de creación continua, jalonada de logros, y cuyo reconocimiento penúltimo ha sido su intervención durante la ceremonia de los Juegos Olímpicos en Londres (2012). De carácter reservado, casi recluido, y con el único apoyo de su determinación, Mike Oldfield convirtió su gran imaginación en notas musicales.

Que es uno de mis creadores musicales favoritos no es ningún secreto. Además, ¡los secretos gusta compartirlos con los seguidores de nuestro Baúl!


Escrito por Javier C. Aguilera


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