Otros mundos (XXIV): Los hombres de negro y los OVNIS, de Fabio Zerpa

23 febrero, 2018

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Uruguayo afincado en Argentina, Fabio Zerpa (1928) avistó un ovni hallándose en un avión militar en 1959, lo que le hizo interesarse vivamente por la incógnita de los no identificados. Estudió psicología y sociología, y se introdujo en el proceloso pero apasionante campo de la parapsicología. Esta experiencia inicial, más tarde confirmada por la gran oleada de 1978 sobre cielo sudamericano es, por lo tanto, el acontecimiento que desencadenó en el joven Zerpa un recorrido aventurero, externo e interno, encontrando mentira y verdad, y necesitando buscar la razón de esta gran sin razón de los ovnis (Una introducción inquietante).

Una inquietud que se manifiesta, como tantas veces, en la presentación y dirección de diversos programas de difusión y en la creación de una publicación especializada, Cuarta Dimensión. Investigador de campo, Fabio Zerpa indagó en toda la América latina y en España a través de su organización ONIFE, uno de tantos grupos dedicados, sino al elusivo esclarecimiento, sí a la taxonomía y constatación del fenómeno ovni. Entre la lista de colaboradores y asesores científicos que facilita Zerpa, se encuentran físicos, médicos y pilotos de aviación. Con ello se nos recuerda que, en cuestión de ovnis, la línea divisoria no está entre quienes creen o no creen, sino entre los que están bien informados y los que no (al igual que en cualquier otra circunstancia de la vida, al margen de las especializaciones profesionales).

Pero no fue únicamente el sorprendido Zerpa testigo de la objetividad del fenómeno; además, lo fue de sus nada angélicos custodios. Unos cancerberos que el autor reconoce le parecían formar parte de una conspiración demasiado ficticia y novelesca (Introducción). Pese a todo, algo positivo se derivó de este hecho, al advertir que yo ya tenía mi dimensión individual gracias a los hombres de negro.

Así, en Los hombres de negro y los OVNIS (Otros Mundos, Plaza y Janés, 1979), Fabio Zerpa anticipa que, en su opinión, estos no pertenecen al servicio secreto de ningún país, sino a un entente poco cordial y bastante más difuso. Seguidamente, nos da a conocer la identidad de su contacto en este asunto fascinante y peliagudo: un matemático de Oxford, catedrático de física y distinguido con el título de sir, que durante algún tiempo fue empleado en el servicio de inteligencia de Reino Unido.


Podemos considerar el de los muy literarios y cinematográficos hombres de negro como un epifenómeno dentro del fenómeno físico de los ovnis (como sucede con UMMO, otra interesante derivada, entronque o no con el evento de una forma directa). No en vano, lo que algunos desinformados (o malintencionados) tildaron de moda, fue la lógica e inquisitiva respuesta a la gran oleada de avistamientos registrada en todo el mundo, entre mediados de los setenta y primeros ochenta. Obviamente, también las hubo antes, ya que considerables oleadas se han venido registrando desde la segunda mitad del siglo XX. Pero especialmente significativa fue la de estos años. Más tarde, por las razones que sea, tales oleadas parecen haber remitido. Sin embargo, pese a la no identificación por parte de nuestra ciencia presente, agotados los debidos análisis y recusaciones, el fenómeno quedó definitivamente incorporado a nuestra sociedad. Tiempos aquellos de gran expectación y apertura, como de buena salud divulgativa (aparte de alguna ufana chaladura). Quien lo vivió lo sabe.

Es por ello que Los hombres de negro y los OVNIS se divide en tres partes intercambiables. En la primera se exponen varios lances ya clásicos, como el encuentro cercanísimo de Antonio Villas Boas (1934-1992), de Brasil, el de José Antonio da Silva (-), también de Brasil, o el del argentino Jorge Castillo (-), sobresaliendo el descubrimiento llevado a cabo por el comandante de aviación Bruce Cathie (1930-2013), respecto a un sistema de red de vigilancia por medio de antenas. Muchos de estos casos se presentan en forma de interrogatorios dialogados, al estilo de las novelas policiacas. Además, Zerpa incluye la evaluación psicológica de algunos de los testigos de tan extraordinarios sucesos (en tanto suponen una drástica alteración de la vida cotidiana). Circunstancias ligadas, en intuitivas palabras del autor, a seres más evolucionados, en escalones superiores de la gran espiral hacia la perfección, en pos de la comprensión y la unidad (75).

Abundando en ello, insiste en que el tiempo y el espacio solo son estructuras de nuestra facultad de percibir las cosas (…), pues en el inconsciente está el pasado y el futuro (124). Por algo, para Albert Einstein (1879-1955), ellos eran viajeros en el tiempo (Ídem). En cualquier caso, lo evidente es que estos visitantes no parecen pertenecer a nuestro tiempo, aunque interactúen con él. A los antedichos testimonios, se añaden de pasada las experiencias de déjà vu de gente tan reconocida como Louis Bromfield (1896-1956), Benjamin Franklyn (1706-1790), Charles Dickens (1812-1870) o sir Walter Scott (1771-1832) (Tiempo).


En segundo lugar, el libro recala en algunas consideraciones sobre el tiempo y las posibilidades teóricas de desplazamiento por él. Otras veces, Zerpa se deja llevar, con la mejor intención, por la candidez (sino real, sí expositiva), caso de elucubraciones más discutibles como la de una Tierra hueca y habitada (sin duda, la zona crepuscular más endeble del libro), o la propia indumentaria oscura de los interfectos (si bien, el propio Zerpa reconoce que no se trata más que de un vistoso aditamento). Por el contrario, gratos son los comentarios dedicados al tarot (262).

De este modo, los hombres de negro hacen su aparición estelar mediado el libro (Los hombres de negro en la investigación ovni), y lo hacen en forma de dos extrañas mujeres, puesto que, metidos en harina, no existe diferenciación por sexos. Hombres y mujeres de negro se hacen pasar por periodistas, investigadores o autoridades militares, y dejan tras de sí un reguero de intimidaciones y falsedades, cuando no de amenazas veladas o expeditivas, una vez han sustraído la información que precisan por vía del amedrentamiento o el robo.

Fabio Zerpa vuelve a ofrecer situaciones de primera mano, como la que narra la experiencia vivida por dos empleados de banca camino de Granada (España), desde Córdoba, al día siguiente de la Nochebuena. O la muy inquietante desaparición de varios adolescentes, en lo que podemos denominar el enigma de Thomasville, Georgia (EEUU) (me encantó esté improbable relato, al fidelísimo estilo de los ultracuerpos, aunque, tratando de encontrar alguna información sobre el particular en 2018, no hallé nada de interés).


En suma, ¿humanos o foráneos? El autor opta por lo primero, si bien, apunta a una posible doble naturaleza, por la que los hombres de negro se conducen como guardianes de una verdad poderosa, tanto como unos agresores fríos y calculadores. Se encargan de enmascarar o destruir, no ya la información emergente, sino el deseo por la información misma, no permitiendo el acceso al conocimiento (algo así como los modernos pedagogos). ¿Pero lo hacen con la complicidad gubernamental o a despecho de esta? En este sentido, su influencia sería de un orden paragubernamental, es decir, no amparada por mecanismos obstructores y paralelos como la CIA.

En fin, no cabe duda de que, a veces, es divertido elucubrar. Personalmente, no sé si han existido o siguen existiendo los hombres de negro, pero sí me interesa la cuestión en lo que tiene de posibilidad de injerencia en las libertades del individuo, aparte de a efectos dramáticos narrativos. En resumidas cuentas, si tales cuentas pueden resumirse, estamos ante la ramificación colateral de un fenómeno real y complejo, donde entrar en contacto con dicha gente parece ser lo más parecido a entrar en contacto con otro universo, alejado de nuestro más apegado egocentrismo. De cualquier manera, lo que sí ha de captar el fino radar del lector es la gran humanidad que se desprende, como prueba irrefutable, de las palabras de Fabio Zerpa.

Escrito por Javier Comino Aguilera 


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