Invisible, de Eloy Moreno, y adaptación a serie

11 enero, 2025

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Invisible es una novela escrita por Eloy Moreno y publicada en 2018 que aborda de manera directa las causas, el desarrollo y las consecuencias de un caso de acoso escolar. Ha gozado desde el inicio de cierto nivel de éxito y ha sido habitual que se haya convertido en lectura en colegios e institutos, especialmente por la sensibilidad que desprende y el retrato psicológico de sus personajes. Conocía la novela desde hace unos años, era lectura recomendada en el instituto donde daba clase en un curso que yo no impartía y muchos alumnos la habían leído y hablaban bien de la historia. Por ello, cuando me enteré de que iban a hacer una serie que adaptaba la novela, dirigida por Paco Caballero, que se estrenó el pasado 13 de diciembre, me animé a leer la novela y después a ver la serie, sobre todo porque el tema que abordaba me interesaba especialmente.

Aunque ya conocía el nombre de Eloy Moreno y sabía que sus libros solían abordar sobre todo historias sensibles con ánimo esperanzador, esta ha sido la primera novela que he leído de él y fue una experiencia agridulce. Por una parte, su manera de narrar y escribir no me convencía demasiado, con algunos recursos que hacían algo repetitiva la lectura, en ocasiones oraciones complicadas de más o metáforas simples enfocadas a mantener la intriga, incluso una estructura in extrema res que nos lleva a los primeros capítulos con el protagonista en un hospital, viviendo las consecuencias de un accidente cuya naturaleza descubriremos al final de la historia, pero que desaprovecha precisamente el mostrar posteriormente un cierre más completo de las tramas creadas. En ciertos aspectos, Invisible se me quedaba pequeño en lo que proponía. Me recordaba a la manera de escribir de Albert Espinosa, siendo más importante el mensaje que la narración. 

Pero, por otra parte, debo alabar la capacidad de Eloy para adentrarse en los pensamientos de sus personajes. Lo mejor del libro reside precisamente en cómo se adentra en las emociones de ese niño de 12 años que busca un refugio para lo que lo está pasando en elementos ficticios, pero también de ese acosador, MM, que anhela la validez de los demás o de esa profesora que no puede dejar que esa situación siga su curso sin más, marcada por sus propias experiencias vitales. Estos tres personajes dirigen el desarrollo de toda la novela y, sin duda, son la mejor construcción de su autor. Otros personajes secundarios acaban más desdibujados y son algo más planos, representados por leves señas de identidad, como les acaba sucediendo a Kiri y a Zaro, los amigos del protagonista. 


En referencia a la construcción psicológica, el autor es capaz de describir todos esos pensamientos que suceden en cuestión de segundos ante situaciones violentas que no podemos asumir. Quisiera destacar, por ejemplo, todo el proceso que sigue cuando el personaje comienza a ser acosado y, a la vez, debe controlar la ira que le invade, porque para él actuar de manera agresiva no es una opción válida, no está en su forma de ser. Igual que observaremos en varias ocasiones su carácter más sensible, llena de remordimientos y de atribución interna, hasta el punto de considerar que lo que le sucede es culpa de su "defecto": mostrar interés en estudiar y sacar buenas notas.

Otro de lo aspectos destacados son los argumentos que se esgriman para intentar acabar con esta situación y llevar a la reflexión a sus personajes. Sucede así con los relatos que la profesora crea en torno a palabras concretas, como "cobarde" y "empollón". Aunque creo que en ciertas edades pueden funcionar bien, cuando las leí, me parecieron algo simples. En realidad, Invisible es una novela bienintencionada, una historia para sensibilizar, pero no un tratado completo y exhaustivo sobre todos los aspectos que llevan a esta situación de violencia en las aulas, demasiado normalizada en ocasiones. Quizás por eso desde mi perspectiva, la novela no me acabó de convencer, se me quedaba corta en su recorrido narrativo, pero valoro sus aspectos positivos y estoy convencido de que cumple adecuadamente con su propósito, especialmente al público al que va dirigido. 


Cuando me enteré de su adaptación como serie, tuve un presentimiento que finalmente se ha cumplido: va a estar mejor desarrollada que la novela. Sin quitarle el mérito al autor original, la miniserie, producida por Morena Films y Áralan Films y distribuida por Disney+, aprovecha el material de la historia, siendo bastante fiel, pero lo amplía y mejora en aspectos narrativos que había echado en falta en la novela. Es verdad que el lenguaje cinematográfico no puede cubrir el mejor aspecto de la escritura de Eloy, que es el monólogo interno de sus personajes, pero potencia los que creo que son sus puntos débiles. Para empezar, la historia no se detendrá en el hospital, sino que observaremos más consecuencias y avanzaremos en el tratamiento del acoso de manera posterior, pero también dará más entidad a los personajes principales, asumiendo pocos cambios y haciendo crecer lo que nos proponía la novela.

Con todo, no quiero expresar que la serie sea perfecta. Arrastra algunos problemas que incluso estaban en la novela o genera otros propios. Por ejemplo, es fácil notar en los primeros capítulos unas actuaciones poco creíbles entre los adolescentes, con algunos diálogos que no están bien llevados, sobre todo en las escenas en flashback, pero considero que tiene un desarrollo in crescendo, incluyendo estos matices de interpretación, y que logra su cometido con creces: es una serie dura, que ataca directa a las emociones de sus espectadores y que retrata perfectamente el proceso depresivo de quien es víctima del acoso escolar y del aislamiento que este provoca. Por ello, igual que sucede con la novela, se convierte en una serie necesaria, muy necesaria en estos tiempos en que vivimos.

A partir de este momento, para poder referenciar correctamente lo que sucede tanto en la serie como en la novela, desarrollaré acontecimientos y desvelaré sucesos de la trama, si aún no la has visto y tienes ese propósito, no te recomiendo seguir leyendo. 


La serie comienza con Capi (Eric Seijo), apodo del protagonista cuyo nombre desconocemos, en el hospital tras haber sufrido un "accidente", cuya naturaleza, un intento de suicidio en las vías de un tren, conoceremos en el capítulo final y sobre el que oscilan todas las tramas de consecuencias de la serie. A partir de este hecho, comienza terapia con un psicólogo (en el libro, psicóloga, en la serie recibirá más desarrollo pues nos muestran todas las sesiones y las reflexiones del protagonista a través de la conversación), lo que permite tener dos líneas temporales: la del pasado, cuando Capi comienza el instituto y se desarrollo el acoso, que en la serie recibirá un tratamiento de colores cálidos que se irán enfriando poco a poco, y la del presente, donde los personajes empiezan a asumir las consecuencias de todo lo que ha sucedido, con un tratamiento de colores fríos, sobre todo un azul dominante. 

Entre los cambios más significativos, observamos cómo los padres de Capi se van enterando de todo lo que ha sucedido y que desconocían, se empiezan a interrogar a todos los compañeros de clase por una investigación interna del centro y se desarrollan los comportamientos y actitudes de Kiri (Liv Dobner), Zaro (Izan Fernández) y MM (Diego Montejo). Hay algunos cambios menores que no son relevantes, como que Kiri no es una amiga de la infancia, sino que se conocen en el cumpleaños de Capi previo a empezar el instituto, siendo su interés romántico desde ese momento, en detrimento del interés existente en la novela de Zaro. También se nos muestran más momentos de confianza y amistad entre los personajes, como la visita al centro comercial, confidencias entre amigos en una noche de verano o una tarde de estudio juntos. Se refuerza, sin duda, el interés romántico entre Capi y Kiri para fortalecer la decisión final del protagonista de quitarse de las vías antes de que lo arrolle el tren. 

Esto sucede, a su vez, rebajando la principal razón por la que Capi toma la decisión de apartarse en el libro: su hermana Luna, a la que todas las noches mediante cuentos le iba transmitiendo cómo se sentía. Aunque sucede igual con el cuento del capítulo seis, El niño al que nadie quería, este hecho se sustituye en la serie por la capacidad de Capi para dibujar (que en el libro era una habilidad de Kiri) e inventarse un cómic donde traslada sus vivencias a un superhéroe, el capitán Avispa, que combate a Virus, alter ego de MM. Una de las escenas de emoción más contenida se da cuando la profesora (Aura Garrido, de lo mejor de la serie con su actuación) le escucha narrarle las aventuras de ese superhéroe y ella comprende las metáforas que está empleando y todo el dolor que ha padecido. Resulta curioso porque también se rebajan las escenas en las que la profesora le ayuda tan solo con su presencia. En el libro, el protagonista se cree invisible porque los compañeros que le acosan le ignoran en varias ocasiones, descubriendo posteriormente que era por la presencia de esta profesora. En la serie, este hecho sucederá una única vez, pero el papel de la profesora se reforzará por las conversaciones más detalladas que mantiene con Capi o al mostrarnos en más detalle su pasado. 


Uno de los aspectos que tanto libro como serie abordan algo peor es el aspecto del profesorado y del funcionamiento del sistema escolar. En el libro, apenas se adentra en desarrollarlo, pero algunas cuestiones resultan llamativas, como ese momento en que la profesora tiene que colarse a buscar un informe de un alumno, cuando la realidad no es así. En la serie, se le pone mayor foco a la investigación que lleva a cabo la inspectora y también observaremos más conversaciones entre la profesora y la directora, incluyendo el momento en que es reprendida por haber agarrado a MM previa visita de los padres (en el libro, este hecho queda sin consecuencias). En la serie se decidió que la profesora fuera una sustituta que llega durante el curso al centro y es en el primer examen que hace para saber el nivel del grupo cuando le cambia la nota a Capi a un 10 pese a que debería estar suspenso, lo que no tiene lógica ya que no conocía su nivel previo. De la misma forma, resulta extraño que los tres alumnos que demuestran ser más disruptivos en la clase estén sentados juntos, cuando el resto de alumnos están sentados por parejas, o incluso detalles tan mínimos como que se vaya a realizar una actividad con Kahoot sin una pantalla o proyector en clase. También hay una visión del instituto demasiado genérica, se vende una imagen más internacional que local, lo que provoca que ciertos aspectos de su funcionamiento chirríen a quienes sí trabajamos en las aulas, aunque no sea lo relevante de la serie.

No seré, sin embargo, de los que se rasguen las vestiduras señalando que el profesorado no actúa como en la serie ante los casos de acoso. El acoso escolar es una cuestión muy delicada que presenta más variables que las vistas en la serie y que no siempre resulta tan evidente. Es más, en muchas ocasiones, hay ciertos hechos que se normalizan con bastante asiduidad y que dejan de ser llamativos para el profesorado y para los propios compañeros. No es una disculpa, incluso debo decir que hay igualmente profesores que no muestran la necesaria sensibilidad hacia estos hechos, pero no deja de ser un reflejo de la sociedad en la que vivimos. 


En realidad, incluso viendo los comentarios que se hacen a esta serie nos podemos dar cuenta de que aún queda mucho camino por recorrer. Las motivaciones del acoso escolar son variopintas. Como Capi dice en la propia serie, él se siente un chico normal que no sabe por qué le ha pasado esto. A diferencia del libro, donde se hace más hincapié en que es un chico que estudia bastante y saca buenas notas, en la serie lo percibimos como un muchacho más, que empieza a recibir acoso porque molesta a otro compañero repetidor. Lo cierto es que la dinámica de las aulas en muchas ocasiones ocultan sistemas de represión social. Aunque pueda sorprendernos, la figura del niño que se interesa por estudiar y que se muestra curioso y participativo en clase suele estar mal valorada por sus compañeros. De ahí que surja el mote de "empollón", que es una etiqueta que pesa socialmente y que puede llevar al aislamiento, que en la serie se refleja también en el mundo virtual, cuando la víctima es expulsada de todos los grupos. Para quitarse esa carga y evitar ser señalados, la táctica habitual es dejar de participar en clase, dejar de destacar, hacerse invisibles. Con ello no decimos que sean solo alumnos listos los que sufren esta represión, también lo sufren los que no entienden bien la materia, los que tienen dudas y se callan por no quedar de tontos antes los demás, los que no se arriesgan a responder por miedo al error y a provocar las risas de los demás si queda en evidencia. 

Al final, lo que logramos con estas dinámicas, son grupos de niños apáticos, desinteresados, que se acostumbran a no participar en clase ni a mostrar interés. Y en ello, en muchas ocasiones, también participan los profesores que destacan demasiado el error o que celebran en exceso a los que destacan por encima del resto. Es una dinámica de la que nos va a costar mucho trabajo desprendernos, porque está normalizada: lo guay es no mostrar interés en estudiar, quien lo hace, va contra la corriente. Y en muchos casos, esa es la excusa necesaria para aislar a alguien. Hay muchas más, como el aspecto físico, las diferencias raciales, los estereotipos de género o los comportamientos menos habituales, tanto por introvertidos como por extravertidos, cualquier matiz de diferenciación puede convertirse en la excusa del acoso. Pero el descrito en el párrafo anterior es el que más ha calado en el comportamiento general de los grupos. Incluso hoy ya es fácil encontrar esta situación de desidia y apatía en las clases universitarias y las personas que no quieren actuar así, se ven solas e incluso marcadas por sus compañeros. Lo sé bien porque lo viví como alumno y lo percibo como profesor. En mi caso, como adolescente, me llené de fortaleza para ignorar esta tendencia y seguir el rumbo que quería llevar en mi vida, pero eso no quiere decir que resultase fácil. La verdad es que estas circunstancias siempre dejan una huella indeleble en la mente de las víctimas, heridas y cicatrices que no tuvieron por qué ser físicas, pero que cambian la manera en que te comportas y en que entiendes las relaciones personales. Sentirte aislado de las personas que te rodean, sentir que eres una molestia para los demás, sentir que te rechazan de manera continua. Son cuestiones que fácilmente llevan a la depresión y que pueden empujar a tomar una decisión drástica, como sucede en Invisible


Otra de las cuestiones que se le achaca al personaje de Capi es su incapacidad para enfrentar la situación: ¿por qué no se enfrenta a MM? ¿Por qué no pide ayuda? ¿Por qué no acepta la ayuda que los demás le brindan? Durante el capítulo 6, la voz del Dragón en off, en uno de sus monólogos más significativos, nos brinda una de las razones: el dolor se puede sobrellevar, aunque al final de instale para siempre en las víctimas, pero la vergüenza es más difícil de asumir. Capi no quiere que nadie sienta lástima por él, no quiere que lo vean sufrir, no quiere ser débil, y por eso su manera de actuar es esconderse. De ahí que le recrimine en el capítulo tres de la serie al psicólogo que haya enseñado el vídeo a sus padres donde se le ve sufriendo acoso. En el libro se observa cómo es él quien cambia sus relaciones, alejándose cada vez más de sus amigos, y sus hábitos, dejando de estudiar, apurando la entrada al instituto y saliendo lo más rápido posible. Aunque esto en la serie se obvia, sí se hace hincapié en cómo rechaza los intentos de sus amigos, especialmente de Kiri, de ayudarle, no quiere que la chica que le gusta lo vea así. En el capítulo sexto veremos cómo también ella se ve influida por las opiniones de sus compañeros y se aparta de él aunque no sea lo que realmente sienta, lo que acabará por provocar aún más que Capi se aísle y aparte de sus amigos. Además, las víctimas se culpan de los que les pasa, algo que es más evidente en el libro cuando el protagonista considera que todo lo que le pasa es por su "defecto". Para empezar, una persona que se considere buena, que acepte las normas sociales y que haya sido bien educado por su familia, no tenderá a la violencia. Eloy retrata a la perfección esta cuestión en su relato de la primera vez que el protagonista se siente acosado: no sabe manejar su ira. No quiere herir a otros porque eso va contra su conciencia. Incluso la única vez que trata de hacer algo, se arrepiente, porque le pueden los remordimientos. Su única manera de dejar salir esa ira es a través de golpear objetos, gritar, dibujar e imaginar un mundo ficticio donde vuelca esas emociones que no sabe manejar aún. A quien le ha pasado como a él, lo entenderá perfectamente.

He leído varios comentarios al respecto de personas que, al sentirse acosados, decidieron actuar con la misma violencia, y que ese provocó el fin del acoso. Es lógico porque los acosadores siguen aprovechándose de la situación cuando no reciben consecuencias, especialmente si la víctima no es capaz de hacerles frente y está cada vez más sola. Es algo que en la novela se menciona en varias ocasiones de manera explícita, aunque pasa más desapercibido en la serie. Pero estamos llegando entonces a la conclusión de que la violencia es la solución, cuando es el problema. La creación de vínculos de confianza entre los niños y los adultos, sean sus padres o sus profesores, es fundamental. Empezar a eliminar la carga negativa que tienen los "chivatos", que evita que en muchas ocasiones los demás compañeros hablen o ayuden. Son algunas de las cuestiones que se deberían resolver. Y aún así, siento que es fácil decirlo de manera teórica, pero me temo que la práctica es una tarea titánica. Creo, sinceramente, que solo el esfuerzo individual continuado da frutos, aunque sea en nuestra parcela de acción. Como sucede con la profesora de Invisible, quizás no solucionemos el mal endémico, pero al menos no dejamos de luchar por ello. 


Es más, en muchas ocasiones los propios acosadores también llevan consigo una manera errónea de entender las relaciones y la vida. La disculpa no debe ser inmediata ni siempre válida, pero sí es necesario trabajar para evitar estas dinámicas sociales. Como se observa en la serie, MM comienza a arrepentirse de lo que ha sucedido e incluso observa impotente el pánico que infunde en Capi sin poder remediarlo. Es un muchacho inexperto que no sabe cómo actuar ni como remediarlo, como le confesará a la profesora. Y eso también sucede: muchos alumnos proceden de circunstancias vitales muy diversas, incluyendo carencias afectivas importantes o situaciones familiares complejas. No saben manejar sus vínculos y pagan su situación con otras personas. De ahí también que el amor sincero que pueda sentir por Betty (Eva Rodríguez), a quien es capaz de enseñarle su vulnerabilidad, está también intoxicado, llegando a ser posesivo con su novia y mostrando claramente una mala gestión de la relación romántica. A su vez, a nivel del aula, el hecho de comportarse mal es una forma de sentirse atendido por alguien. En el libro queda claro que MM siente que su padre le rechaza por sentirse culpable del accidente de tráfico en el que casi muere, pero eso también provoca un doble castigo en ese menor, que no solo siente ira por la situación (en la serie se expande hacia un acoso en el colegio en el que, por cierto, él actúa con violencia para salir de la situación), sino que también le hace sentir culpabilidad por el comportamiento de su padre, como si fuera el causante de algo que no puede manejar. En efecto, las circunstancias familiares y personales de todos son más complejas de lo que se percibe desde fuera. Y las familias no siempre son el refugio idílico para los niños que imaginamos. Ni siquiera aunque lo aparenten. 

Ahí tenemos el caso de los padres de Capi, que en la novela se sienten ausentes y que no perciben los cambios en el comportamiento de su hijo, ocupados de manera continua por el trabajo (una crítica directa a una de las carencias más importantes de nuestra sociedad actual, la falta de compatibilidad y conciliación adecuada entre la vida laboral y la vida familiar), mientras que en la serie nos muestra cómo se van enterando de lo que ha sucedido posteriormente. Por ejemplo, cuando ven la espalda magullada de su hijo y descubren que es anterior al accidente del tren, en el primer capítulo, o cuando descubren el vídeo que circuló por redes de su hijo siendo acosado en el tercer capítulo. La impotencia de estos padres refleja también la que se da en la realidad cuando estas situaciones suceden, porque no estamos preparados para asumir que estas circunstancias nos pueden golpear de la vida o ni siquiera sabemos cómo actuar. Un caso claro lo encontramos en las reacciones del padre de Capi en los capítulos iniciales de la serie o del padre de Zaro, que asume la amistad de su hijo con el protagonista sin observar realmente cómo se está desarrollando. En la novela, Zaro se apartaba cada vez más de Capi, mientras que en la novela llega al punto de bailarle el agua a los acosadores por evitar convertirse él también en un señalado. No se atreve a romper la dinámica ni a ayudar de verdad a su compañero, lo que después provocará que tampoco sepa gestionar sus emociones de arrepentimiento y culpabilidad, volviéndose más irascible y actuando con violencia con MM al final del capítulo quinto. En este sentido, el personaje está mucho más desarrollado en la serie que en el libro, donde pasa más desapercibido. 


En aspectos más técnicos, la serie maneja bastante bien sus recursos. Los elementos de fantasía están bien insertos gracias a la combinación entre efectos especiales y efectos visuales. Combina adecuadamente las dos líneas temporales, diferenciándolas con el uso del color, incluye planos subjetivos muy interesantes, algunos contraplanos muy bien traídos, como el que enfrenta a Capi con el psicólogo al final del capítulo quinto, algunas secuencias con recursos más propios del videoclip, como el final del capítulo tercero, con detalles como el uso de la cámara lenta o la inserción del mundo virtual mediante las conversaciones rodeando a los personajes. Hace un uso muy adecuado del sonido, con una banda sonora acertada que se silencia en los momentos oportunos. Es verdad que se han escogido canciones de carácter más internacional para la serie, algo que en la producción tendrá relación a su promoción fuera de España por tener una distribuidora como Disney+, pero no por ello dejan de ser acertados. Recuerdo especialmente en los dos últimos capítulos las canciones "Karma Police" de Radiohead, "Fear of the Dark" en una versión de Brides of Lucifer del tema de Iron Maiden, o "The Funeral", de Band of Horses. Por cierto, es recomendable también la canción promocional del grupo español Siloé.

En los dos últimos capítulos, seguramente junto al capítulo tercero, se concentran las escenas más duras. La escena de las abejas grabada con un móvil, con la posterior reacción de los padres en el presente, la escena de la paliza en el baño, la clase en torno a la palabra "empollón" y la muestra de un MM arrepentido que es incapaz de solucionar nada frente a un Capi temeroso que no puede afrontarlo, la escena del pozo y, seguidamente, el intento de suicidio en las vías del tren. Resulta muy difícil no afrontar con empatía y dolor todas esas circunstancias. Es cierto que, pese a todo este recorrido, su final no me acaba de convencer, se me queda insuficiente, algo abrupto e idílico, con esa reunión donde todos se culpan de lo sucedido. Creo que no acaba de tener toda la fuerza que podría. Y a nivel narrativo, durante varios momentos puntuales, MM trata de acercarse a Capi para intentar hablar con él y remediar la situación, sin éxito, se incluye también una visita al hospital, pero al final esta conversación no se llega a dar y creo que hubiera sido necesaria por el rumbo de este personaje y como parte de la sanación del protagonista.


En conclusión, la serie te empuja de manera necesaria a querer ayudar a Capi y remueve a quienes han vivido el acoso de una u otra forma. En este sentido, como decía antes, es una serie necesaria y está bien ejecutada, a pesar de los defectos que he mencionado. Creo que sirve para reconciliarse con el pasado, para concienciar a los jóvenes actuales, a los padres y a los profesores, para denunciar que la sociedad falla y que aún debemos trabajar más. Desde que la vi, no he podido evitar seguir dándole vueltas, volver a ver algunas de sus escenas, como la confesión de que sentía que debía ser invisible porque era más fácil asumir eso que la realidad. Me ha generado un reencuentro con emociones que hacía tiempo que no sentía, que creía ya olvidadas y que, en realidad, han marcado de manera inevitable mi forma de ser, y también una sensación de impotencia y frustración que me empuja a seguir trabajando, a intentar evitar que estas cosas sucedan aunque sepa que es muy difícil, mucho más de lo que se ve en la ficción. Por eso la describo como necesaria, porque puede conseguir remover conciencias. Y necesitamos que sea así.

Escrito por Luis J. del Castillo



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