Dentro de
las bandas pop de los años ochenta, el grupo de origen alemán Alphaville ha venido
siendo uno de los que más me ha acompañado últimamente. Existen otros a los que
recurro con frecuencia, pero en el caso de Alphaville, puedo hablar de un redescubrimiento.
Como soy bastante ecléctico, me gustan distintos géneros y estilos.
Los inicios
de la banda corresponden a 1982, aunque no será hasta 1984 que puedan ver su
primer disco publicado (un caso parecido al de a-ha), si bien, ya en 1983, dos sencillos con bastante éxito habían
precipitado la grabación del long-play.
Eran los temas Big in Japan (algo así
como poner nuestra pica en Flandes), y Sounds
Like a Melody. Que luego se incorporaron al álbum. Lo mismo que sucedió con
el singleEscuela de calor (1983) de Radio
Futura.
De este
modo, se suceden tres trabajos de gran calidad. Los álbumes Forever
Young (1984), Afternoons in Utopia
(1986) y The Breathtaking Blue
(1989), todos para Warner Music, o WEA. Las características esenciales las
proporciona un synth pop pegadizo y
sofisticado, sostenido por el empleo del sintetizador. Un sonido –puesto que el
pop existía desde mucho antes- que comenzó a desarrollarse en el binomio
1981-1982, con bandas tan esenciales como Maniobras
orquestales en la oscuridad (OMD:
Orchestral Maneuvers in the Dark), y
el concurso de músicos experimentadores de la electrónica como Evángelos
Papathanassiou, Vangelis
(1943-2022), Manuel Göttsching (1952-2022) o el reivindicable Mike Batt (1949),
este último combinando los avances de la electrónica con la formación
orquestal.
Del primer L.P.
destacó por derecho propio, aparte de los ya nombrados, el tema Forever Young, título del disco, y
apelativo que ya había sido empleado por la banda para una formación anterior,
de la que derivó Alphaville. Escrito, como el resto de las canciones, por los
tres integrantes, el vocalista Marian Gold (nacido Hartwig Schierbaum, 1954), y
los teclistas Bernhard Lloyd (Bernhard Gössling, 1960) y Frank Mertens (Frank
Sorgatz, 1961). Todo un himno al mito de morir joven, a la juventud, en
definitiva, con la amenaza nuclear como uno de los posibles telones de fondo. Donde,
pese a todo, cabe preguntarse si realmente es deseable vivir eternamente. En
realidad, estamos ante una de esas canciones en las que cada línea constituye
un mundo independiente, una historia por sí misma, aunque el título pretenda
interconectarlas. Las implicaciones semánticas son muchas, se desparraman verso
a verso, incluso rozan la imagen expresionista. No siguen necesariamente una
línea argumental, aunque sí anímica. Lo que queda claro, sin demasiado asomo de
duda, es que, tarde o temprano, todos nos iremos a otro sitio.
Algunos son como el agua, algunos son como el calor.
Unos son la melodía y otros el ritmo.
La juventud es como los diamantes al sol,
y los diamantes son para siempre. Hay tantas
canciones que olvidamos tocar.
La misma línea
estética, entrecortada y simbolista, impregna la mayoría de las letras de la
banda. Algo más de argumentario ofrece Big
in Japan. Las cosas son fáciles
cuando eres grande en Japón. Esto viene a significar el triunfo fuera de tu
país, antes que en tu propia tierra. Reyes
en algún punto del planeta habrá siempre, en imitación a los quince minutos de
Andy Warhol (1928-1987). Una idea que combina, según declaraciones de los
propios componentes, con los errabundos enamorados y atrapados en alguna
adicción tóxica (caso de que el amor no correspondido no lo sea), de la cual
desean escapar para poder sentir ese abrazo amoroso al natural, sin añadidos ponzoñosos.
Esta última parte también aludía a los adictos que hacían vida alrededor de la estación de metro del Zoológico de Berlín, el mismo
lugar donde surgió la historia de la película Yo, Cristina F. (Christinae
F, wir kinder von Bahnhof Zoo, Uli Edel, 1981), en torno a los
desgarradores relatos de Christiane Vera Felscherinow (1962). El tema germano
vuelve a aparecer en To Germany with Love,
esta vez, en torno a una serie de textos escuetos, casi telegráficos, del
citado talante expresionista, con una cita beethoveniana
final. Y Summer in Berlin, más contemplativo
y bullanguero. Junto a una serie de consignas provocativas en In the Mood, entre el sueño y el
surrealismo.
En el caso
de Sounds Like a Melody, sobreviene la
descripción de una atmósfera placentera, el baile gozoso con la pareja,
sinónimo de la unión corporal. El tema con el que se abre el disco, A Victory of Love, habla del amor como
juego, manejado por uno de los involucrados. A su vez, Lies hace hincapié en los peligros del éxito, sobre todo cuando
este nos viene de repente. Todo es una
entrevista (Everything’s an interview).
Nada de
esto se alcanzaría sin la voz de Marian Gold, profunda y sugerente, y el
ensamblaje rítmico y contrapuntístico de los sintetizadores. El sonido de
cuando pensábamos que el futuro iba a ser mejor de lo que ha sido. Cierra el
álbum una canción perfecta, con superposición de voces, despreocupada y amena, The Jet Set.
Generalmente
no me gustan las recopilaciones. Tan solo cuando no existe otro remedio, porque
el material está descatalogado. Esto se aplica a todos los grupos y solistas de
los que he hecho mención en esta sección a lo largo de los años. Alphaville no
es una excepción. Escucho los discos completos, tal y como fueron concebidos,
sea en casa o mientras camino. No obstante, resulta inevitable hacer referencia
a los éxitos más sonados y sonantes de una banda. De Afternoons in Utopia sobresale la composición Jerusalem (Jerusalén), dedicada
a la capital de Israel. Nuevas letras simbólicas, diagonales o directamente crípticas,
se abren camino en Fantastic Dream, The Voyager, Carol Masters o Red Rose
(más la expresión de un estado de ánimo). Otras avanzan con un hilo más
argumental, como Sensations (el
“bombardeo” de noticias, como prolegómeno a la futura invasión de las redes
sociales), Universal Daddy (sobre un
Padre Espiritual común a todos), o Lassie
Come Home (en realidad, una sucesión de imágenes aparentemente inconexas,
donde el tema de la droga vuelve a aparecer, tratando de hilvanarlo todo). El tercer
disco es incluso mejor, con su curiosa mezcla de synth pop, como los previos, y la inclusión de baladas, algunas de
ellas de cierto carácter retro. Completamente
alejado de la nueva vertiente pop furibunda y chillona, que comenzaba a abrirse
paso con grupos como Transvision Vamp
(1986-1991).
El tema
principal es Romeos, una obra maestra
instrumental y vocal, donde todos somos solitarios romeos callejeros (We're all lonesome street side romeos), especialmente
en épocas de pandemia o enfermedad, aunque con las miras siempre puestas en la
esperanza.
Siguiendo
el mismo método en la redacción de las letras que los anteriores trabajos,
destacan canciones como la placentera Summer
Rain, She Fades Away, sobre el
sentimiento de pérdida en una relación; el amor como esoterismo en la retentiva
The Mysteries of Love, y For a Million, de idéntico asunto, pero
serpenteante simbolismo. Una nube sigilosa cubre los recuerdos expuestos en el
cielo de este álbum. Como dato anecdótico, el músico electrónico Klaus Schulze
(1947-2022), intervino en este disco en calidad de arreglista.
Alphaville en directo
Un aspecto
que diferencia aquella música de la actual, residía, entre otras cosas, en la
personal voz del cantante. No te daba la sensación de que todo el mundo cantaba
igual o decía las mismas cosas (aunque las dijeran). Los vocalistas de la
mayoría de formaciones se distinguían por su timbre intransferible. En
cualquier ámbito, de cantautor, música pop, country,
dance, techno, metal, folk, nuevos románticos… Ahora no. Y
bien que lo lamento. Lo mismo puede aplicarse a las actuales voces del doblaje de
películas en español. Correctas pero carentes de personalidad.
Otros
discos de Alphaville siguieron en los años noventa. Prostitute (WEA, 1994) y Salvation (WEA, 1997). Hasta el
inevitable trabajo de versiones revisadas, en este caso, arregladas para una gran
orquesta, Eternally Yours (Edel,
2022). Sin embargo, el meollo
continúa estando en los tres primeros y magníficos trabajos.
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