Los grandes placeres, de Giuseppe Scaraffia

28 junio, 2015

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La vida puede llegar a ser un viaje iniciático tan fascinador como traumático, dependiendo del carácter de cada uno y también de otros factores igual de inaprensibles, como el lugar de nacimiento, la época o la buena o mala fortuna. Un poco de todo ello encontramos en los escuetos pero bienvenidos artículos-cápsula de Los grandes placeres (I piaceri dei grandi, 2012; Periférica, 2015), del escritor turinés Giuseppe Scaraffia (1950).

Por medio de anécdotas enlazadas e impresiones personales, el autor va entretejiendo un panorama en el que el protagonista es el artista ante el proceso de la vida. Escritores, pintores, personalidades del mundo del espectáculo, que bien optan por lanzarse de cabeza a la aventura de la existencia o, por el contrario, prefieren alejarse del mundanal ruido.

El hecho es que, en base a esas predisposiciones, circunstancias y personalidad, cada uno de nosotros dedicamos buena parte de nuestras energías a escapar del vacío (un vacío que cada cual puede llenar con los calificativos que crea más convenientes). Y aquí es donde entra en juego, además, el valor de la imaginación. Ya sea para comprender el mundo presente como para crear otros alternativos en los que poder ser, el artista no se ha visto precisamente privado de imaginación.

Podemos sentir o insensibilizarnos por medio de todo tipo de placeres: peligrosos, lúcidos, surrealistas, mundanos, ocultos o solo recoletos… De todos ellos, la importancia del momento o de un objeto fijado en el tiempo puede formar parte del arte de vivir. Forman la otra historia del arte, y con bastante frecuencia de la literatura, pues grande es el número de escritores que se confiesan en las páginas de este libro ecléctico. Una historia de lo íntimo que muestra el aspecto más humano –con todo lo que ello conlleva- de sus protagonistas.

Giuseppe Scaraffia
Por ejemplo, con respecto a los degustadores de los llamados libros de viejo (Bouquinistes, en las orillas del Sena), u otras aficiones como la de escribir una postal, o paladear el intervalo espacio-temporal que ofrece una travesía en crucero, en la cual no habría sido sorprendente toparse con Balzac (1799-1850), en eterna huida de sus acreedores (Deudas).

Divertida es también la definición de Jonathan Swift (1667-1745) sobre sus tres tipos de médicos favoritos (Dieta), como tierna es la relación de muchos personajes con los gatos, destacando en este aspecto la opinión del filósofo e historiador Hippolyte Taine (1828-1893) (Gato).

Soledades a las que se agregan otras galerías, como esa tierra fronteriza que constituye un jardín, espacio físico que proporciona solaz psíquico; o la estancia en un hotel, lugar jungiano de causalidad y destino. Apartado en el que debía haberse incluido a nuestro Julio Camba (1882-1962), aunque justo es reconocer que, si bien la gran asignatura pendiente de escritores, ensayistas y profesores de universidad extranjeros sigue siendo la literatura española, Scaraffia sí que incluye alguna que otra grata sorpresa, más allá de Picasso (1881-1973).

En el apartado de la elegancia destacan las estupendas descripciones acerca de la distinción de William Powell (1892-1984), Fred Astaire (1899-1987) o Cocteau (1889-1963), que llegan a tiempo de zambullirnos en el proceloso oleaje de los objetos, entre los que sobresalen muñecas, bicicletas, motos, ositos de peluche e incluso los llamativos y ancestrales tatuajes, fetiches arrullados por las encantadoras metáforas de un manantial…

Gabriele D'Annuzio y Colette, dos de los personajes más citados
Toda una gama que cubre ámbitos tan variados como el del sometimiento al café, las drogas o el alcohol, a veces un mero coqueteo, a veces un entente más que cordial; las actitudes de la vida frente al chocolate, la condena que supone una soledad no deseada, el egocentrismo, o ¡la lucidez que proporciona la calvicie!

Compartimentos no tan estancos para paladear sin prisas, al margen de la longitud del texto (huyan de todo aquel que les asegure que tal libro se lee, nada, en dos horas…; la extensión de cada obra depende de la duración que uno le quiera dar); aunque, en este caso, sí resulta conveniente poseer cierto poso cultural para poder degustar todos los personajes y acontecimientos que se nos presentan, algunas veces sobreentendidos.

El contenido puntualiza las reflexiones de un personaje en un determinado momento del devenir cíclico de la existencia, a la que siempre es provechoso avituallar con un poco de esa chispa imaginativa.

El enigma de Deseo, por Dalí, 1929
También llama la atención el curioso pacto de tolerancia de algunas parejas abocadas a la infidelidad, casi tanto como la destemplada aversión “al agua y el jabón”, o en fin, por la fatal atracción al abismo del suicidio…

Por otra parte, obligado es recordar mentalmente (o con la ayuda de Google) la fisonomía de muchos de los artistas citados en el apartado dedicado a la nariz, aunque, sin duda, una de las mejores anécdotas la encontramos en la “triple conjunción” del vaticinio a D’Annunzio (1863-1938) ¡por parte de tres pitonisas diferentes! (Quiromántico).

¿Casualidades de la vida? Repleta de meditaciones y agudezas, Los grandes placeres entretiene de forma sincrética pero sin perder puntada, devolviéndonos, siquiera por unos instantes, el sabor de lo anecdótico y lo cotidiano, de la felicidad o tristeza del momento. Y lo hace a lomos de todos aquellos que han sentido y deseado antes que nosotros. Como una lámpara maravillosa que entiende la vida a modo de un continuo desear, convertida en una fuente de experimentación casi inagotable.

Escrito por Javier C. Aguilera

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