Rocketman, de Dexter Fletcher

18 junio, 2019

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Dentro del paradigma de los biopic, podemos encontrar un subgénero dedicado a mostrar la vida de un artista, generalmente algún cantante que haya sido líder de masas durante su vida y cuya trayectoria haya atravesado el éxito junto a las tentaciones más inesperadas. Seguramente porque sea anodino observar a cualquier artista sano que nunca haya tanteado los terrenos más siniestros y oscuros de nuestra existencia. Aún con la nostalgia de los setenta y los ochenta, le ha llegado la hora a la figura de Elton John (1947-), quien emprendió en 2018 una gira de tres años para despedirse de los escenarios y centrarse a sus setenta años en su familia. Parte de esa despedida tiene relación con Rocketman (2019), su película biográfica en la que el cantante ha ejercido como productor.

A la cabeza del proyecto ha estado Dexter Fletcher, un veterano actor que desde 2011 ha ido ocupando el cargo de director en distintas películas, siendo las más relevantes hasta la fecha la comedia biográfica Eddie el Águila (2016) y la sustitución no acreditada de Bryan Singer al mando de Bohemian Rhapsody (2018), también un biopic centrado en otra estrella del rock de la época, Freddie Mercury (1946-1991). Quizás por ello, este proyecto, Rocketman, se parece y es comparada -inevitablemente- con el estreno del año pasado, a pesar de que hay algunas diferencias evidentes.

Para empezar, debemos destacar que Rocketman es, ante todo, un musical que repasa los principales acontecimientos en la vida de Elton John hasta cierto punto crítico de su vida. La obra se abre con una escena prólogo que nos enmarca toda la narración y que resulta ser una declaración de intenciones: aquí no hay medias tintas y el personaje, interpretado por un portentoso Taron Egerton, se dirige directamente a cámara para confesar todas sus adicciones, desde las drogas hasta el sexo, sin reparo alguno. Ante el grupo de rehabilitación, Elton se irá abriendo, empezando por una infancia solitaria, falta de cariño y cercanía por parte de sus padres, pero donde ya empezó a mostrar un don por la música, un oído absoluto que le permitía tocar cualquier pieza al segundo de escucharla y que también le abrió las puertas del conservatorio. Posteriormente, se mostrarán sus inicios como pianista de sueldo para grupos y su encuentro casual con el letrista Bernie Taupin (Jamie Bell), con quien conformará un tándem extraordinario. Comienza entonces un viaje hacia el estrellato y también hacia la soledad, las drogas, los excesos y las relaciones tóxicas. Llegado cierto momento, lo único que necesitará el artista será la redención. Volver a encontrar su lugar en un mundo que lo ha arrastrado a perderse. En fin, una historia cliché, pero donde importa más el cómo que el qué.


Los paralelismos con Bohemian Rhapsody y con tantas otras películas sobre artistas, reales o ficticios, que atraviesan los mismos conflictos son inevitables. Incluso porque se acoge a la misma cadencia. Por una parte, los personajes son tratados de forma maniquea, dividiéndose entre los buenos y favorecidos por este retrato, como la abuela del protagonista, Ivy (Gemma Jones) o su fiel letrista, Bernie, y los malvados y ruines, por diversos motivos, como sus padres, Stanley Dwight (Steven Mackintosh) y Sheila (Bryce Dallas Howard), o su representante, John Reid (Richard Madden); este trío es caracterizado por su frialdad y distancia en el trato con Elton y por la forma de tratarlo cruelmente, aprovechándose de su fama, pero sin otorgarle nunca ni el más mínimo aprecio.

El monólogo que interpreta Bryce Dallas Howard al teléfono certifica el rechazo de los tres personajes y revela el miedo y el trauma del protagonista desde su infancia, ese ansia de sentirse querido que nunca llegará a satisfacer con las drogas, las relaciones esporádicas ni la fama. El problema detrás de la forma en que son tratados estos personajes, tan relevantes en el relato de la película, es que los convierte en seres irreales y difíciles de creer. Son versiones distorsionadas por el sentimiento de quien relata. No en vano, la película apuesta desde el principio por moverse en el filo de la ficción y la fantasía, incluyendo metáforas bastante acertadas, aunque evidentes. Por ejemplo, el enfrentamiento entre el Reggie niño y el Reggie, ya Elton John, mayor del principio, con The Bitch Is Back en boca de, precisamente, el infante; este cruce entre ambos personajes, el mismo en realidad, tendrá su cénit en otra secuencia al ritmo de Rocket Man, y su conclusión cerca del final de la obra, como clímax principal.


Por otra parte, el repaso por los acontecimientos de su trayectoria profesional son prácticamente obviados (salvando su primer concierto en el mítico Troubadour, en Estados Unidos, no veremos ninguno de sus grandes conciertos, ni participaciones en festivales de renombre ni ninguna de las extraordinarias colaboraciones que hizo) para preferir mostrar los más escabrosos: el intento de suicidio, el matrimonio fallido, el descubrimiento de su orientación sexual y su relación con su representante y una considerable cantidad de ocasiones en que lo veremos esnifar o emborracharse. En este sentido, la película no evita los excesos ni rehuye en ningún caso la homosexualidad del personaje como se puede considerar que ha sucedido en otras ocasiones. Sin embargo, sus romances acaban siendo siempre perniciosos y no hay más trama que esta espiral de autodestrucción de la que sale de forma abrupta, sin más. Además, sobrevolemos toda la acción con vaguedad, sin datos exactos. Nunca sabremos en qué fecha estamos, ni siquiera cuando la película acabe, aunque podemos intuir que finaliza en 1990.

Por suerte, la película cuenta con factores muy agradables y positivos. Por una parte, su carácter de musical nos permite disfrutar de versiones de las canciones más famosas de Elton John que ahondan en las diversas circunstancias argumentales. En ocasiones, deteniendo el tiempo para explorar los sentimientos de los personajes, como en la rotunda I Want Love, que adelanta uno de los motivos esenciales de la historia del protagonista, o Tiny Dancer, que remarcará la soledad del protagonista en uno de sus primeros pasos hacia la fama. Sin olvidar la caída a los infiernos que supone Bennie and the Jets. En otras, para darnos un espectáculo metafórico, como es el caso de la onírica Rocket Man, la fantástica I'm Still Standing o la menos agraciada en la versión cinematográfica Sorry Seems To Be The Hardest Word, que podría haber resultado mucho más conmovedora. También tiene un lugar especial en la narración Your Song, aunque solo sirva para hacer avanzar la trama. Y no podemos olvidar las trabajadas coreografías, que recuerdan al sello clásico de los musicales de la MGM, como The Bitch is BackSaturday Night’s Alright for Fighting y Honky Cat.


Otro de los factores más brillantes de la película es su reparto, que encaja adecuadamente en sus roles y les otorgan un carácter definido y adecuado. Destaca sobre todo el actor principal, Taron Egerton, cuya presencia se mimetiza a la de Elton John y sabe darle la fuerza y la personalidad necesarias. Ayuda bastante el alto nivel de caracterización tanto en maquillaje como en vestuario, destacando este último aspecto por la fidelidad a la extravagancia de Elton en el escenario. Es decir, a un nivel técnico, la película tiene un nivel considerablemente alto, que suple seguramente las carencias narrativas, obviando quizás el sector de efectos especiales, ocasionalmente insuficientes y cutres. Tampoco merece la pena su final, más semejante al telefilme con rótulos sobre lo que sucedió después, aunque tengan el acierto de mostrar, casi en forma de making off, la imitación del vestuario real de Elton John con fotografías de archivo comparativas con fotogramas de la película.

En definitiva, una película aceptable, que servirá para conocer mejor a Elton John y descubrirlo en el caso de quien no lo hiciera, disfrutando además de sus canciones, aunque sean versiones bastante buenas. El principal problema de Rocketman seguramente resida en que se siente tarde, cuenta con la sombra del éxito de Bohemian Rhapsody, a pesar de que opta por ser una película musical más cruda y arriesgada en su relato que aquella, y con un nivel de actuación semejante, pero que se siente menos original e impactante. Con todo, si disfrutasteis de aquella, lo haréis de esta, que es capaz de brillar con más fuerza y personalidad.


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