Animales fantásticos: Los crímenes de Grindelwald, de David Yates

09 diciembre, 2018

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El mundo de varitas y hechizos con regusto a latín regresa con la secuela de Animales fantásticos y dónde encontrarlos (2016), que iniciaba una saga alejada del mago que dio origen a este universo, Harry Potter. En esta ocasión, seguiremos con las peripecias de Newt Scamander (Eddie Redmayne) dentro del inicio del apogeo del mago oscuro Grindelwald, quien estuvo detrás de los eventos que acontecieron en Nueva York casi dos años antes. En esta ocasión, retornamos a Europa para observar cómo la sociedad mágica se empieza a dividir en un ambiente de crispación, espionaje y traiciones previos a una guerra. Nos adentramos en Los crímenes de Grindelwald (2018).


La obra de David Yates tiene unas virtudes visuales más que evidentes, virtudes que no son capaces de ocultar sus graves defectos narrativos. Con una introducción epatante de tono siniestro y casi bélico, aunque de acción algo confusa tanto por la oscuridad como por el movimiento de cámara, la película después se adentra en un soporífero desarrollo donde se tratan de justificar los hechos que se van a narrar a continuación pero sin demasiado acierto. Tenemos varios frentes y tramas que acabarán por cruzarse en el final.

Por una parte, tenemos al protagonista, Newt Scamander, recluido en Reino Unido por haber perdido el derecho a viajar al extranjero por el incidente de Nueva York. A cambio de tal privilegio, se le solicita que ocupe el puesto de auror, como su hermano mayor Theseus (Callum Turner), con el fin de encontrar a Credence (Ezra Miller), el obscurus al que Newt conoció en Estados Unidos y que, a pesar de las evidencias de que había muerto (en una incongruencia respecto a la anterior entrega que se resuelve sin más explicación en esta película), sigue vivo y ha sido visto en París. Tras rechazar el trato y dejar que otros aurores más despiadados se hagan cargo, Scamander es convencido por su antiguo maestro y mentor, Albus Dumbledore (Jude Law) para que encuentre a Credence y evite así que el mago oscuro Grindewald se haga con él. Newt emprenderá la misión tras ciertas reticencias cuando descubra que su camino se pude volver a cruzar con Tina.


Junto a él, volvemos a encontrarnos con la pareja de Queenie y Jacob, cuya trama secundaria será resolver las diferencias que tienen respecto a su prohibido matrimonio. Curiosamente, aunque sea una trama poco desarrollada, quedando generalmente al fondo del argumento general, tiene en conjunto las escenas inicial y final del conflicto entre ambos más solventes, aunque la forma en que, por ejemplo, Queenie llega a su resolución final sea un tanto floja e inconsistente.  

Por otro lado, tenemos al antagonista, Gellert Grindelwald (Johnny Depp), que despliega su plan para convencer a Credence de que se una a sus aliados y así poder usarlo para acabar con el único mago al que teme: Albus Dumbledore. A su vez, inicia su campaña para convencer a los magos de sangre pura de que ellos deben liderar el mundo. Con un discurso populista y una actitud tiránica va desarrollándose un personaje bastante interesante que se equipara, como resulta evidente, al ascenso del fascismo o el nazismo en esta misma época, previa a la Segunda Guerra Mundial. Aunque también se puede relacionar con el resurgimiento de este mismo tipo de discursos en la Europa actual.


Por último, tenemos un conjunto de personajes en torno a la trama de Credence, que además de ser el objetivo de prácticamente todos los demás, tiene su propia búsqueda de identidad, tratando de descubrir su pasado como hijo perdido de un linaje de magos. Todo ello se pone en relación con una antigua profecía cuyo contenido no se acaba de mostrar, pero que parece resultar de vital importancia para justificar el asesinato del mago obscurus por parte de los gobiernos mágicos. Además, se une a una historia familiar relacionada con los Lestrange, a quien todos piensan que pertenece Credence, siendo relevante aquí Leta (Zoë Kravitz), antigua amiga e interés romántico de Newt, quien está prometida con su hermano y sobre la que la película irá desarrollando algunos flashbacks en Hogwarts y la sensación de ser una bruja de claroscuros, marcada por la mala consideración que tiene su familia dentro del mundo mágico.

Como se puede comprobar, hay una gran cantidad de personajes, incluso algunos no nombrados, que se alejan por tanto del círculo algo más cerrado que en la anterior ocasión. Sin embargo, la realidad es que todos confluyen al final, dado que las tramas están relacionadas desde el principio gracias a la figura de Credence, a excepción seguramente de la relación entre Queenie y Jacob. El principal problema es que lo que podría haber sido una aventura con un tono de thriller, con todos los personajes buscando a Credence con diferentes objetivos o acaso tratando de descubrir su identidad, queda disperso por completo, dado que no comprendemos exactamente por qué cada grupo quiere al obscurus, cuál es la intención de cada cual o por qué se dan tantas vueltas vacías de contenido. Es más, podemos afirmar que existe un trasfondo que tiene una gran fuerza dramática, como demuestra el tercio final, en el que se concentran todos los mejores momentos de la película.


Ahora bien, a pesar de ello, como ese final se sustenta en una narrativa carente de empatía con sus personajes, con un desarrollo bastante plano y donde no se consigue justificar las acciones realizadas por cada bando, pierde la catarsis necesaria con el público. Muchos quedarán sorprendidos o epatados por el final, que quizás les haga olvidar, o perdonar, la falta de rigor o el aburrimiento que destilan prácticamente los dos tercios iniciales de la obra. Pongamos algunos ejemplos a continuación. Leta Lestrange tiene un desarrollo flojo, sobre todo de su relación con Newt, lo que provoca que su importancia en el final, incluyendo uno de los momentos cumbres tanto de la historia como del personaje, no tenga el carácter emocional que pretende, dado que no se ha logrado conectar con el espectador o entender al personaje. La forma en que Queenie es manipulada resulta tan pueril como la actitud tan inverosímil que tiene esta bruja capaz de leer el pensamiento.

La relación fraternal entre Newt y Theseus carece de profundidad alguna, incluso habiendo tenido la oportunidad de hacerlo mediante flashbacks, lo que provoca que todo se sustente en apenas dos escenas sueltas a lo largo de la película. El comportamiento y la investigación de Tina son tratadas de forma algo rebuscada, así como su encuentro con Yusuf (William Nadylam). Incluso el ambiente del circo en que se encuentra Credence y su nueva amiga, Nagini (Claudia Kim), es desechado con demasiada rapidez, apenas unas trazas, que no permiten que conectemos con las necesidades de un personaje ya de por sí poco expresivo, pero que se sitúa en el centro de todo el interés argumental, presente y futuro.


En otras palabras, y para concluir, Los crímenes de Grindelwald es una oportunidad desperdiciada, incluso porque cuenta con buenas actuaciones. Una obra que es, obviamente, un blockbuster que da la talla a nivel técnico, pero que pretende aparentar ser más inteligente en su guion de lo que realmente es cuando enmaraña innecesariamente su argumento y oculta todos sus golpes o giros argumentales casi hasta el final. Hubiera sido más interesante ir desvelándolos a lo largo del metraje, con cautela y paciencia, a través de los propios descubrimientos particulares de los protagonistas, para mantener la atención del espectador y promover una mayor cercanía con los personajes, lo que permitiría una catarsis más eficiente con ese final tan espectacular con que cierra. Algo menos humorística que su predecesora, más ambiciosa y con momentos bastante maduros, concentrados la mayoría en el tramo final, y dejando la puerta abierta a las secuelas. Lamentablemente, para llegar a lo mejor, tendremos que atravesar todo un nudo pesaroso que da demasiados tumbos sin sentido.


1 comentario :

  1. Me encantan los protagonistas pero es un género que no me atrae nada, y a pesar de lo espectacular, no me motiva.
    Besos.

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