Para el sábado noche (LXIII): Retorno al pasado, de Jacques Tourneur

20 julio, 2017

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Versátil y eficaz en cada ocasión, el realizador Jacques Tourneur (1904-1977) demostró su pericia y creatividad abordando todo tipo de relatos. Su género cinematográfico por excelencia fue el de su propia personalidad. De este modo, en la pieza maestra del cine negro Retorno al pasado (Out of the Past, RKO, 1947), todo el turbio entramado de mentiras y traiciones que afecta a los personajes principales y secundarios es visualizado por Tourneur de un modo exclusivamente fílmico, combinándolos y oprimiéndolos en un único plano (una sola realidad).

El título original de la película, basada en una novela del también adaptador Daniel Mainwaring (alias Geoffrey Homes [1902-1977]), llamada Build My Gallows High (-), hace referencia a una emergencia del pasado, que se vuelve a manifestar en el presente, lo que se puede complementar con la traducción de dicho título al español, por el que el principal protagonista, el ex detective con gabardina Jeff Bailey (un estupendo Robert Mitchum), regresa a su pasado en el primer tercio de la película. 

Pero señalábamos la caligrafía cinematográfica de la historia. En ella, resulta fundamental la labor fotográfica del operador Nicholas Musuraca (1892-1975), capaz de combinar tanto la buena disposición de algunos de los personajes, como la desorientación moral del resto, por medio de la enorme cantidad de matices que sabe extraer de la fotografía en blanco y negro; gracias, además, a la construcción espacial facilitada por Tourneur (esa disposición de los personajes es tanto moral como visual). Y por qué no, a ello también ayuda la climática aportación del habitual compositor del estudio, Roy Webb (1888-1982). En definitiva, un elenco artístico y técnico capaz de escapar del convencionalismo para seguir ofreciendo, hoy en día, una película de sólida factura formal y acusada brillantez verbal y argumental.


Al pueblo de Bridge Post, en las cercanías del lago Tahoe (entre California y Nevada, EEUU), llega un forastero, no sobre un caballo, sino a lomos de un vehículo a motor, preguntando por el paradero de alguien llamado Jeff Bailey, un gasolinero de la localidad. Será la primera vez, no en un tiempo histórico pero sí narrativo, que este personaje trate de localizar al referido Bailey. Al poco rato, el visitante se entera de que el ex detective le ha quitado la novia a un lugareño, aunque la narración nos muestra que, a pesar de las habladurías, el compromiso entre Jeff y Ann Miller (Virginia Huston), que a tal nombre responde la muchacha, es firme.

Es este un entorno apacible pero inestable, habida cuenta de que Bailey se halla atrapado por su pasado. En resumen, el forastero es Joe Stefanos (Paul Valentine), un viejo conocido de Jeff (que realmente se apellida Markham), a sueldo del empresario ecuestre y niño rico, Whit Sterling (Kirk Douglas).

Bailey se verá entonces éticamente obligado a contar a su compañera el porqué de toda esta situación, y qué es lo que les aguarda. Desde su presente histórico, Jeff vuelve a la vida un tortuoso pasado para prometerse un futuro de apariencia más feliz, pero con todo el carácter esquivo de dicha felicidad. Sin embargo, para poder liberarse de ese ayer y poder emprender un mañana juntos, habrá de poner fin a un asunto anterior, que quedó sin resolver. He estado en demasiados sitios, le confiesa Jeff a Ann. En este sentido, la chica es plenamente consciente de los secretos que acompañan a su enamorado, incluso antes de conocerlos, aunque no por ello deja de ofrendarle su confianza; de todos los personajes que desfilan por Retorno al pasado, el de Ann es uno de los más nobles (hay otro, como veremos), e igual de firme y decidido que el resto.


Realmente, ¿se puede escapar al destino? Jeff pone en antecedentes a Ann acerca de cómo hubo de encargarse de la localización de una mujer llamada Kathleen Moffat (Jane Greer), que huyó con cuarenta mil dólares de Sterling, ¡después de dispararle! (si bien, fallando la puntería). La estratagema de esta femme fatale consiste en hacerse querer, desear, compadecer, y hasta de rogar, con ánimo de salir indemne de cada una de las molestas situaciones con su dinero. Jeff no tarda en sentirse traicionado, y aquí es donde la narración se ubica nuevamente en el presente. A partir de este momento, la reaparición de Joe, Sterling y la propia Kathy pondrán a prueba la capacidad del detective de escapar de dicho pasado; en tanto que Kathy, aunque pretenda lo contrario, trata de escabullirse de todo asomo de atadura, compromiso y generalidad (que la despersonalice).

Por su parte, para poder asir ese huidizo futuro con tan interesada e interesante dama, Bailey -o Markham- fue capaz de trasladar su oficina de Nueva York a Los Ángeles. Razón por la que, ya en este primer flashback, Jeff se topa con su pasado en forma de un antiguo socio, Jack Fisher (Steve Brodie). Solventada esta eventualidad, la narración habrá de resolverse, como queda dicho, en el presente. El nuevo encargo propuesto por Sterling consiste en recuperar unos documentos contables onerosos para él. Para ello contará Jeff con la complicidad de la secretaria del tipo que los ha sustraído, Meta Carson (Rhonda Fleming). Adelantándose a las posibles derivadas, que Jeff Bailey ha intuido hábilmente, será esta la segunda vez que Joe pregunte por su paradero (esta vez, a Kathy).


Por primera vez, el redivivo detective toma la delantera y recupera los documentos, aunque todos los demás crean llevar las riendas. No obstante, es acusado de un doble asesinato que no ha cometido. Aún estando así las cosas, el investigador privado no pierde dicha delantera, al ser él mismo quien decida el final que tendrá (casi) todo… Su ayudante en el negocio de la estación de servicio es un joven sordomudo (Dickie Moore), que le echará una mano, no solo con la gasolinera, sino librándole de una muerte segura. Es el segundo personaje positivo de la película. Ahora bien, respecto a la espléndida resolución de la misma, caben dos interpretaciones. O bien miente el muchacho a Ann, a sabiendas, o bien cree decirle la verdad. Es decir, queda en entredicho hasta qué punto es el chico consciente de que, en efecto, Jeff emprendía una huida forzosa con Kathy, o si, por el contrario, supone que esta era voluntaria, como parecen confirmar las apariencias.

Personalmente, la mentira piadosa me parece todo lo romántica y bienintencionada que se quiera, pero altamente improbable. Cabe la posibilidad de que con ello quiera el muchacho (del que desconocemos su nombre) permitir a Ann rehacer su vida, dada la evidencia de la fuga en común entre Jeff y Kathy, pero de este modo, si la joven cree que Jeff la ha traicionado, resulta poco creíble que pueda comenzar otra vida como si tal cosa. El pasado también es un componente vital para este personaje, y acabaría por resurgir. Por eso, si atendemos a la posibilidad de un malentendido entre ambos supervivientes, el final resulta mucho más desolador. En cualquier caso, el encontronazo con el destino (que no la casualidad) semeja ser algo funestamente establecido.


De ese hado tiene Jeff consciencia, aún de forma inconsciente, en casi todo momento de su pasado. Ello no puede quedar mejor reflejado que en las reflexiones de las que nos hace partícipes, por medio del clásico recurso de la voz en off. Con ella nos advierte de lo fútil y atávico de su actuación, cuando estando en Acapulco, sabe que Katy no va a comparecer cuando él lo desea, y mucho menos, dejarle bien parado. Pese a lo cual, Jeff Bailey acaba cediendo, no ya a la fatalidad de dicho destino, sino a su inevitabilidad, tratando de amarrar una ilusión de pareja que no se puede sostener.

Escrito por Javier C. Aguilera


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