Clásicos Inolvidables (CXXIV): Desayuno en Tiffany's, de Truman Capote

09 marzo, 2017

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Ed. de Zorro Rojo ilustrada por Karen Klassen
En un mundo revestido de triunfos y gran vida, existen también las miserias, por mucho que se intenten ocultar. En cualquier ciudad, en cualquier barrio, podemos encontrar a personas que tratan de vivir sobre su propia miseria, capaces también de convertirse en estrellas excéntricas que tras su pulido brillo solo ocultan un halo triste y, quizás, hasta gélido. Truman Capote (1924-1984) viajó hacia lo peor del ser humano en A sangre fría (1966), pero donde mejor retrató al mundo de las apariencias que mencionábamos fue en Desayuno en Tiffany's (1958).

Quizás es cierto que la elegante actuación de Audrey Hepburn (1929-1993) en la adaptación cinematográfica ha dejado una pátina en la imaginería popular que oculta las aristas más sombrías o los temas censurados de la época, como las menciones al lesbianismo, que estaban presentes en la novela original. Es más, también ha servido para invadir con una imagen glamurosa a Desayuno con diamantes (Blake Edwards, 1961) cuando esta también contiene gran parte de esas sombras. Porque lo cierto es que a pesar de las diferencias que se suelen referir entre ambas versiones de la historia, ambas guardan una misma construcción del personaje Holly Golightly, que es en esencia lo más relevante.

Tanto que me sorprende la cantidad de análisis que han tratado de buscar un modelo real al personaje a partir de las declaraciones del autor o de sus amistades. Como también las críticas continuas a la adaptación por su divergencia con la obra original, sin entenderlas como visiones distintas, aunque no tanto como parecen, e igualmente ricas en sus terrenos artísticos.

Truman Capote
Capote nos transporta en su novela a la voz narrativa de un hombre anónimo, un escritor que bien podría ser su trasunto, que empieza a recordar a una vecina de su pasado, Holiday Golightly, de quien aún no se había atrevido a escribir. A partir de la llamada de un viejo conocido común, que parece haber encontrado el rastro de la mujer en África, el escritor comienza a narrar sus vivencias junto a la peculiar Holly en Manhattan (Nueva York). La muchacha vive de forma despreocupada y desprende un gran carisma, capaz de arrastrar tras de sí a numerosos hombres, abrumando con su verborrea vacía y ocultando un pasado  y un drama interno que al final acabará por perseguirla. Sin embargo, no existe ningún afán de cambio, asumiendo siempre una huida hacia delante.

En efecto, Truman Capote describe un panorama en el que conviven toda una serie de personas de distinto calado, desde escritores noveles y representantes de Hollywood hasta modelos o criminales, que en torno a Holly muestran una vida vacía o excesivamente lúdica, llena de excentricidades y de una sinceridad única. Precisamente, su sinceridad le hará referirse a temas que podríamos considerar tabú, como su condición de acompañante de hombres, de los que aprovecha para sacar dinero, o su trato con un preso de Sing Sing.

Ilustración de Karen Klassen
En apariencia, casi parece que estamos ante una cabeza hueca, pero en realidad, y como el escritor irá descubriéndonos conforme avance el relato, se trata de un personaje que impone sus límites, que levanta barreras a su alrededor y que, en el fondo, nunca será capaz de confiar en nadie y de abrirse a los demás, pero sí de aprovecharse de todos de forma astuta.

Para ello, se oculta tras una frivolidad con la que maquilla todo, desde sus opiniones sobre cualquier asunto, incluyendo la valoración artística o la homosexualidad, hasta sus malos momentos, como un embarazo frustrado, la traición amorosa de una amiga o una detención. Algo que tan solo en una ocasión no logrará mantener, con un acontecimiento que la golpea con tanta fuerza que desata en la dicharachera muchacha un ser más bestial y desgarrado, y también más frágil. Aunque Capote opta por elidir la acción y tan solo describir las consecuencias. Esta combinación de trivialidad y fragilidad erigen a una mujer que se convierte en centro de atención para personas muy variopintas, convirtiéndose en la amiga de todos, pero de nadie. En un objeto de deseo incapaz de permanecer demasiado tiempo quieta.

En este sentido, todos los personajes que aparecen en la novela orbitan en torno a esta protagonista absoluta, siendo irrelevantes más allá de esta relación. Este hecho incluye al narrador, sobre el que han existido diversas tesis, incluyendo la ya mencionada, y algo manido, del trasunto de Capote, lo que para algunos lo convertirían en el vecino gay de Holly, como si acaso tuviera que haber siempre una vinculación biográfica entre escritor real y voz narrativa.

Lo cierto es que la novela desprende una especie de amor platónico, casi fraternal, incluso la protagonista lo llamará por el nombre de su auténtico hermano, Fred, en varias ocasiones. Pero es relevante la introducción de la novela, donde dos personajes, el narrador y el camarero Joe Bell, comparten confidencias y recuerdos sobre la muchacha, para ambos una especie de mito atractivo, de criatura fantástica y única que pasó por sus vidas como un cometa inolvidable. Por cierto, cabe destacar también la teoría de que la protagonista es también un trasunto de Capote, con el que compartiría un pasado sureño y el estilo de vida en la gran ciudad.


Aunque aparente frivolidad, el libro retrata en realidad la fragilidad humana que se esconde entre las imponentes y magnéticas calles neoyorquinas. En Desayuno en Tiffany's, Truman Capote ideó a una gran antiheroína, en tanto que rompe el esquema clásico de valores. Quizás guarda mucha semejanza con El gran Gatsby (F. Scott Fitzgerald, 1925), incluyendo a un narrador testigo, a unos personajes vacíos y frívolos y la construcción de un personaje carismático que oculta a un ser frágil, aunque en la novela de Fitzgerald (1896-1940) existe un final trágico que Capote no emula.

En definitiva, lo mejor de Desayuno en Tiffany's es su protagonista. Holly es incapaz de cambiar, de dejar de ser salvaje, incapaz de sentirse poseída por otros o de poseer ella a nadie, siempre en búsqueda de un hogar, pero siempre en huida. Porque en su búsqueda de la libertad, también busca su identidad, y a la vez teme encontrársela. La soledad y el desamparo de Holly así como sus ansias de sentirse libre acaban convirtiéndola en un ser más real que toda su verborrea e insustancialidad. Y nos muestra que la vida, en ocasiones, es una lucha contra nuestras miserias.

Escrito por Luis J. del Castillo


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