Clásicos Inolvidables (LXXVII): Fuenteovejuna, de Lope de Vega

22 octubre, 2015

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La vida de Félix Lope de Vega y Carpio (1562-1635) ha estado teñida de novelescas historias personales, generalmente relacionadas con sus relaciones amorosas, fundidas con una prolija producción literaria, especialmente teatral. La fama alcanzada en las tablas como muestra de su genialidad escritora le valieron el sobrenombre de Fénix de los ingenios, a la par que la denominación de Monstruo de la Naturaleza, en palabras de Cervantes, por la ingente cantidad de obras, esencialmente teatro y poesía.

No obstante, el nombre de Lope de Vega está íntimamente ligado al del teatro del Siglo de Oro, debido no solo a sus grandes dotes dramatúrgicas, que le valieron el favor del pueblo, sino también porque su poesía ha procedido generalmente de sus obras teatrales. Además, debido a la cantidad (por ejemplo, se especula que escribió más de mil comedias o tres mil sonetos), no siempre se le ha prestado la suficiente atención, a pesar de ser uno de los grandes poetas de lírica barroca, junto a Góngora y a Quevedo. De la misma forma, hoy prestaremos atención a una de sus obras más conocidas: Fuenteovejuna.

La trama de la obra nos transporta a 1476, momento de tensiones políticas y sociales por la Guerra de Sucesión Castellana entre Isabel la Católica y su sobrina, Juana de Trastámara, popularmente conocida como la Beltraneja. Durante esta guerra, la Orden de Calatrava tomó posesión de Ciudad Real por la fuerza, ocasionando una brecha en las defensas castellanas contra las portuguesas (aliadas de Juana), hecho por el que finalmente el Maestre de la Orden se disculparía a los Reyes Católicos al ser derrotado. La obra dramática de Lope sitúa como ideólogo de esta acción al Comendador Mayor de la Orden, Fernán Gómez, el tirano de esta comedia. Al regresar victorioso de Ciudad Real a su encomienda, Fuente Ovejuna, mantendrá un dominio basado en la fuerza y en la lujuria. Ante el desarrollo de diferentes injusticias, incluyendo la deshonra de distintas mujeres, el pueblo se alzará contra él para matarlo. 

Lope de Vega
Como hiciera siglos más tarde Federico García Lorca con obras como Mariana Pineda (1928) o Bodas de sangre (1933), Lope de Vega se basará en un suceso real para la creación de esta obra. En este caso, Lope pudo beber de la fuente de la Crónica de las tres Órdenes y Caballerías de Santiago, Calatrava y Alcántara (1572), de Frey Francisco de Rades y Andrada, que recoge tanto la toma de Ciudad Real por parte del Maestre de Calatrava, subtrama político-militar en la obra, como el caso insólito de Fuente Ovejuna, centro argumental. Además, y de manera posterior, el acontecimiento fue también tomado como argumento para otra obra barroca, Fuente Ovejuna, de Cristóbal de Monroy y Silva (1612-1647).

En la clasificación clásica, esta obra podría ser considerada una tragicomedia, en tanto que a pesar de los sucesos trágicos, con respecto al asesinato del Comendador, se sobrepone un final feliz. El propio Lope la identificó, sin embargo, como una comedia histórica, el primer término por ser un término más laxo en su época, el segundo por partir, como hemos visto, de un hecho histórico, a pesar de los numerosos sucesos inventados por el autor.

Fuenteovejuna muestra el saber hacer de Lope en la dramaturgia, aún cuando ciertos elementos, como la construcción de algunos personajes, se asienten sobre la base de su copiosa producción, al reconstruir algunos caracteres similares con otras obras de su autoría. La trama se desarrolla entre dos planos asimétricos en longitud: el del pueblo de labriegos y el de la corte real (principalmente por Don Fernando y Doña Isabel, los Reyes Católicos, y por Don Manrique, padre de Jorge, a quien dedicó sus célebres coplas) y la nobleza, notándose la diferencia esencialmente en el lenguaje empleado y en la métrica.

Sin duda, el apartado más interesante y rico es el relacionado con el pueblo de Fuenteovejuna, donde se desarrollan todos los sucesos relevantes en la obra, incluyendo características de la poesía pastoril. Así, cuando se introduce en la comedia al pueblo, representado en esta primera ocasión por los jóvenes Laurencia, Pascuala, Mengo, Frondoso y Barrildo, se dará pie a dos situaciones seguramente atípicas en la realidad: el recurso del tópico de menosprecio de corte y alabanza de aldea durante el diálogo, criticando la hipocresía de los círculos sociales elevados, y un debate filosófico (que sirve para mostrar una imagen elevada de los personajes pastoriles) en torno al concepto del amor, incluyendo hasta tres líneas de pensamiento distintas. Esta primera mención al amor también permitirá situar en contexto las actitudes de dos de los personajes centrales, por su relevancia a lo largo de la obra, Frondoso y Laurencia.

Tristán e Isole. La Muerte, de Rogelio de Egusquiza (1845-1915)
Comendador: Ya es ida. Infame, alevoso,
suelta la ballesta luego.
Suéltala, villano.
Frondoso: ¿Cómo?
Que me quitaréis la vida.
Y advertid que Amor es sordo,
y que no escucha palabras
el día que está en su trono. (pg. 41)

Ambos serán los amantes de la comedia. Ella negará en un principio toda clase de amor, especialmente cuando se muestre el deseo lascivo del Comendador en sus intentos por deshonrarla; serán dos las ocasiones, la primera provocando la huida de Lucrecia y la segunda, frustada por Frondoso al defenderla con una ballesta. Solo surgirá en ella la admiración en el labriego cuando este muestre sus buenas intenciones, relacionadas con la mención al matrimonio. Precisamente, el amor será la excusa empleada por Lope para permitir que Frondoso se enfrente al Comendador, al que, como su señor, no debería poder ofender según las relaciones de vasallaje medievales.

Resulta imprescindible hacer mención a este hecho dado que el atropello que cometerá Fernán Gómez hacia los recién casados será la apertura de la caja de Pandora hacia la referencia de otros crímenes similares (cuestión que se había vislumbrado en otros diálogos), originando una unión basada en el amor social que permite al pueblo alzarse contra su señor. Debemos tener en cuenta, además, que el pueblo en sí se considera deshonrado y que, para el pensamiento de la época, la honra suponía la vida, dado que era otorgada por Dios, y su ausencia, por tanto, te apartaba de la existencia. Esa es la lógica que mueve a caballeros de las gestas medievales, como el Cid (tanto por el destierro como por la afrenta de Corpes), a recuperar la honra perdida, o lo que moverá a Rosaura, en La vida es sueño (Calderón de la Barca, 1635), a vengarse de quien la había deshonrado, viviendo hasta cumplir tal cometido en una existencia incompleta.


Comendador: Conquistará poco amor.
Es llave la cortesía
para abrir la voluntad;
y para la enemistad
la necia descortesía. (pg. 19)

Por otra parte, Lope justificará la acción del pueblo centrando en el Comendador todas las características negativas posibles, como el orgullo vanidoso, mostrada al inicio de la obra, cuando espera impacientemente al Maestre de su Orden; la lujuria, principal origen del abuso hacia el pueblo, llegando a enviar a sus siervos a por sus víctimas o incluso compartiéndolas con ellos; o la deslealtad a la Corona, relativa a la conquista de Ciudad Real. El dramaturgo pondrá en boca de Laurencia la definición de Fernán Gómez: de no veros con la cruz (de Calatrava, bordada en sus vestimentas), os tuviera por demonio.

Sobre el desarrollo final de la obra, debemos mencionar la falta de truculencia en escena, desdoblando la acción entre lo que se presenta al espectador y lo que se oye o se explica a través de los personajes. Se presentarán así descripciones varias sobre las acciones contra el Comendador y parte de sus siervos así como las posteriores menciones a las torturas que recibirá el pueblo para que confiese el culpable, incluyendo a niños (aunque sin resultado, siempre responderán que Fuenteovejuna lo hizo, convirtiendo así al pueblo en un personaje -colectivo- más de la obra). Tan solo la cabeza del Comendador hará aparición insertada en una pica y como parte del escenario. En este sentido, el sentido dramático de Lope es más cercano al Manierismo que al Barroco, algo sobre todo visible si comparamos esta versión de la historia con la realizada años más tarde por Cristóbal de Monroy.


Flores: [...] Rey supremo,
mis heridas no consienten
dilatar el triste caso,
por ser mi vida tan breve.
De Fuente Ovejuna vengo,
donde, con pecho inclemente,
los vecinos de la villa
a su señor dieron muerte. (pg. 133)

Debemos destacar el control de la escena que mantiene Lope durante toda la comedia, insertando elementos paulatinamente, como la mención a los delitos del Comendador así como manteniendo la intriga al concluir los actos con momentos de clímax. A continuación, incluirá conversaciones anticlimáticas, bien narrando lo sucedido anteriormente (debemos recordar que entre la representación de la obra se podía realizar un entremés, por lo que era necesario resituar al espectador en la acción) o incluyendo escenas dedicadas al amor o al humor. En este sentido, debemos mencionar a Mengo, personaje labriego que permite relajar la acción dramática con sus chanzas. Por último, la inclusión de letrillas que simulan ser populares, acompañados por música, sirven también como recurso contra la tensión, siendo empleada, por ejemplo, tras el cruento asalto al Comendador.

Por otra parte, debemos comentar algunos aspectos sobre la popularidad de esta obra. A través de los estudios métricos de la obra, se ha determinado que tuvo que ser escrita entre 1612 y 1614, siendo una de las numerosas producciones que Lope escribió sin tener un enorme éxito entre el público de la época. La obra obtendría fama durante el siglo XIX tanto por ser descubierta, gracias a traducciones, y representada en el resto de Europa (curiosamente, la primera representación moderna sería en Moscú, en 1876) como por la reivindicación y el entusiasmo de Menéndez Pelayo hacia la misma. A partir de entonces, sería empleada en el siglo XX como ejemplo del uso del pueblo como personaje colectivo, entendiendo a Lope como el descubridor de este concepto, aunque también sería manipulado para adaptarse al ideal de la lucha por la libertad contra la tiranía de cualquier condición, llegando incluso a suprimir el papel de los Reyes Católicos. Ello ha dado pie a numerosas interpretaciones y, también, a acrecentar la fama de la obra, incluyendo numerosos estudios sobre la misma.

Los Reyes Católicos administrando justicia (1860), de Víctor Manzano.
No obstante, no debemos perder la perspectiva de las intenciones y de la ideología del autor, muy distates de la opinión e interpretación generalizada en el siglo XX. Aunque haya podido ser considerada como una gran obra teatral democrática, en tanto a que el pueblo se rebela contra la tiranía del comendador, lo cierto es que Lope sigue situando la necesidad del pueblo de tener un señor, pasando del Comendador a un señor superior, el rey, representado en esta época por los Reyes Católicos.

Aún cuando hoy nos resulte más acorde la lucha contra el poder corrupto, no debemos recriminar al autor ser hijo de su tiempo, aún menos si tenemos en cuenta que Lope fue defensor de la nobleza, además de servir como secretario al Duque de Sessa. En este sentido, es curiosa la concepción de Menéndez Pelayo sobre la obra, que la consideró reveladora sobre el carácter español, tan sentidamente democrático como monárquico. A pesar de ello, podemos entender Fuenteovejuna como un acercamiento a la justicia, una justicia representada por un pueblo que se siente ultrajado y que requiere soluciones, aunque resulten dramáticas. El triunfo social del pueblo es celebrado entre gritos contra la tiranía.

En conclusión, una muestra a partes iguales del ingenio de Lope, cuya lectura en la actualidad nos ofrece un nuevo punto de vista, distante seguramente del que tuvo su autor, pero no por ello incorrecto. Las letras se renuevan a cada lector que se embarca entre las páginas de un libro. En el caso de la brillantez de ciertos clásicos, la clave se sitúa en ser capaces de ofrecernos aún hoy algo nuevo sobre nosotros o sobre el mundo que nos rodea.

Ocaso (Fotografía de LJ)
LAURENCIA: Amando, recelar daño en lo amado
nueva pena de amor se considera;
que quien en lo que ama daño espera
aumenta en el temor nuevo cuidado.

El firme pensamiento desvelado,
si le aflige el temor, fácil se altera;
que no es a firme fe pena ligera
ver llevar el temor el bien robado.

Mi esposo adoro; la ocasión que veo     
al temor de su daño me condena,
si no le ayuda la felice suerte.

Al bien suyo se inclina mi deseo:
si está presente, está cierta mi pena;
si está en ausencia, está cierta mi muerte. (pg. 138)



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