El abuelo que saltó por la ventana y se largó, de Felix Herngren

23 agosto, 2014

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El humor absurdo venido desde Suecia triunfó en forma de best-seller por parte del autor Jonas Jonasson y sus títulos largos, una tendencia semejante a la de Albert Espinosa o a la del fallecido Stieg Larsson, aunque su contenido dista del de estos. Poco vamos a referirnos a los valores literarios de sus novelas, pues no son desconocidas, pero sí de una película que adapta el libro y de sus valores cinematográficos. Felix Herngren se pone en la dirección de este film tras varias comedias, especialmente para televisión, y cuenta con otro actor cómico de cierto nombre en su país, Robert Gustafsson, para interpretar la vida de este abuelo tan especial.


Como es habitual en el cine, la película cuenta una doble historia, la del pasado del protagonista a través de flashbacks y la de su presente centenario, con la huida de la residencia donde habita en busca de su objeto de deseo más importante: los explosivos. De esta forma, y cumpliendo con el título, El abuelo que saltó por la ventana y se largó, empieza a relatarnos la marcha de este hombre y las casualidades que, junto con su actitud dejada, provocarán toda una aventura en la que las cosas le saldrán excesivamente bien. Como sucediera con Forrest Gump (Robert Zemeckis, 1994), esta película nos narra las peripecias vitales de un hombre que ha vivido acontecimientos importantes del siglo XX con gran simpleza mental y un determinante deseo por explotar cosas con dinamita, similar al correr de Forrest. Lamentablemente, Allan está carente de algo que Forrest tenía en demasía: carisma, alma, cierta humanidad.


La historia del presente se centra en una trama relacionada con negocios turbios e investigación policial donde se irán enredando una serie de personajes que aceptaran todo lo absurdo de la situación con naturalidad, pese a su desconcierto inicial. No es extraño: ellos tampoco suelen llevar una vida corriente. Tenemos a un hombre maduro que habita una estación abandonada en la más absoluta soledad, un eterno estudiante que ha empezado mil y una carreras y una especie de ecologista que convive con un elefante y cuya antigua pareja es un hombre enloquecido de celos. 

Y todos intentan convivir en la huida con un maletín que contiene una fortuna y a la caza de la cual se encuentran diferentes delincuentes que irán perdiendo ante este curioso grupo como si se tratasen de malvados de dibujos animados: les sucede de todo y todo, de manera ridícula. Hemos dejado aparte la ineficacia del cuerpo policial, que seguramente contenga una crítica sutil pero eficaz de la poca profesionalidad de algunas personas.


Por su parte, la parte del pasado de nuestro protagonista recorre acontecimientos como la Guerra Civil Española, la Segunda Guerra Mundial, el proyecto Manhattan, el dominio soviético de Stalin y los gulag, de donde consigue escapar, así como años de doble espía durante la guerra fría. Pero no será un simple espectador, sino que estará presente en todas ellas, llegando a conversar con Franco, Stalin, Churchill o los científicos que estuvieron detrás de la bomba atómica. Fragmentos que resultarían muy interesantes si no se hubiera recurrido a toda una serie de tópicos y situaciones absurdas que no logran ser un buen contrapunto a Allan Karlsson, nuestro protagonista.

El pretendido humor no encaja bien si la actitud de Karlsson se entrelaza con escenas rocambolescas, como un Franco invadido por los tópicos andaluces o un Stalin alegre con sus copas de vodka. Tan solo algunos personajes norteamericanos logran ese efecto, precisamente en la parte de la creación de la bomba atómica se logra una situación que aprovecha las características del personaje con la necesidad de los científicos. También es remarcable las escenas enmudecidas del espionaje.


Toda la historia del siglo XX podría haber resultado muy interesante, y sin duda, funciona mejor que la carrera, casi una road movie de la historia del presente, con intentos de escenas humorísticas que resultan predecibles, como el momento en que Karlsson salta por la ventana, donde se pretende dar la sensación de que el salto es bastante pronunciado, pero tan solo está en un primer piso, podría ser efectivo de no haber sido porque justo antes habíamos visto que la habitación estaba a ras de suelo. No obstante, contiene tantas situaciones que alguna provocará la carcajada del espectador.  

La calidad visual es buena, aunque está claro que la influencia de la carrera televisiva de Herngren afecta a los recursos que se emplean en la película, como el uso de los zoom para advertir situaciones que intenta hacer ver por graciosas, aunque no las sean, así como algunos primeros planos. Pero, en definitiva, una película insuficiente, este podría ser el calificativo que otorgáramos a este film, que si bien parecía tener una historia interesante y cómica, y que realmente logrará la risa de algunos, no aprovechó lo que le otorgaba el material original y se alarga en lo que debería haber sido algo más entretenido.





2 comentarios :

  1. Pues me pasa tal y como me comentaste tú en mi blog pero a la inversa: sin haber visto la película, pero sí habiendo leído el libro, mi sensación es la misma. Yo también pensé en Forrest Gump mientras leía la novela, pero tal y como dices Allan no tiene carisma ni alma ni humanidad. Un personaje muy vacío.
    Saludos.

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    1. En efecto, es lo que ya comentábamos, poco que añadir tanto a tu reseña, que recomiendo también a nuestros lectores, como a tus palabras aquí. Solo una cosa: ¡muchas gracias por comentar! :)

      ¡Un saludo!

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