Mi nombre es Khan, de Karan Johar

15 abril, 2014

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Hay hechos que marcan una época o un tipo de pensamiento, aunque este pueda resultar negativo para el ser humano. El odio a los otros por motivos como la raza, el sexo o la religión es uno de los ejemplos que más se ha reiterado en la historia de la humanidad y sobre ello sobrevuela Mi nombres es Khan (2010) a partir de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en las Torres Gemelas de Nueva York. Aunque antes de llegar a este determinante hecho, que provocó el miedo y el rechazo a los musulmanes, lo que se ha venido a denominar islamofobia.
 
El hecho en cuestión marca las dos partes, que se diferencian claramente, en que podríamos dividir el largo metraje, superior a dos horas y media. En la primera parte,  observamos el ascenso a la felicidad de su protagonista, Riswan Khan (Shahrukh Khan, famoso actor en Bollywood), dentro de lo que podría pasar por una película sobre una persona con síndrome de Asperger que, por un motivo desconocido, pretende conocer al presidente de los Estados Unidos, siendo maltratado en su camino por tener creencias musulmanas; unido todo ello al relato amoroso. En la segunda parte, revelado ya el motivo, se entremezclan las tramas comenzadas, aparece el espíritu de una road movie y se siembra cierta inverosimilitud en algunos acontecimientos. Sin embargo, ello no resta valor a que la película goce de un mensaje humanitario y antiracista que alcanza y emotiva a los espectadores, aunque falle en su forma. Algo que quizás haya provocado que sea tachada como sensiblera, ciertamente raya ese límite en ocasiones, pero que no deja de pertenecer a las características de los géneros que abarca, especialmente el drama familiar.

Karan Johar firma la dirección de esta cinta india tras llevar bajo su nombre varias cintas de Bollywood. Ha sido esta, sin embargo, la que le ha dado a conocer ante un público internacional, convirtiéndose en una de las películas de este país con mayor recaudación en el extranjero. No obstante, el buen hacer de esta obra no resulta original si nos fijamos en la popular Forrest Gump (Robert Zemeckis, 1994), que cuenta con unos personajes y una trama similar, e incluso en esta se recorría parte de la historia estadounidense desde la perspectiva del protagonista, como sucede en Mi nombre es Khan con algunos de los hechos más recientes, desde los atentados de 2001 hasta las elecciones estadounidenses, con la victoria de Barack Obama.

Karan Johar
Aunque la imitación es clara, la intención de ambas cintas es diferente, mostrando la obra india un mensaje de confraternidad entre culturas y religiones, pero también contra la paranoia estadounidense posterior al 11-S y contra la yihad que acaba afectando a personas inocentes, como a Mandira (Kajol) y su hijo. El mensaje básico de la película habla de la existencia de buenas y malas personas, sin importar nada más, e incluso se introduce, para ello, en la interpretación de los mensajes del Corán en una de las escenas más interesantes de la segunda parte, donde encontramos el debate entre un médico musulmán que capta personas para la causa yihadista y el protagonista, con Asperger, que muestra el error en su interpretación y la idea que su madre (interpretada por Zarina Wahab) le transmitió. 

El tratamiento del síndrome de Khan es otro de los ejes en los que se centra la cinta, esencialmente en la primera parte. Sus monólogos en off nos muestran la contradicción de esta enfermedad que provoca que sienta por dentro siendo incapaz de expresarlo externamente. Esta declaración, que se observa en distintas partes del film, se contrapone a las escenas de funerales donde se mantiene aparte, jugueteando con piedras e indiferente a lo que sucede a su alrededor. Sin embargo, ello no provoca que pueda ser cercano a los demás, que pueda tener una familia o desempeñar su trabajo, pese a que los otros lo vean diferente y, por ello, sufriera a lo largo de su vida la marginación de los demás.


Estas circunstancias logran conmover a los espectadores, pero hay algo más allá: no es un simple cuento de hadas, ni solo propaganda, ni es una simple historia maniquea o un giro de tuerca al sueño americano, pues a pesar de que, en efecto, contenga elementos de todo ello, también muestra unas circunstancias personales que van más allá de la propaganda, que se alejan del cuento de hadas y cuenta con personajes que muestran su duda, alejándose de visiones simples, además de ignorar el denominado sueño americano por una lucha por la confraternización. Jugando además con una fotografía preciosista, aunque en ocasiones contenga escenas que, junto con la música, resulta herederas del Bollywood más parodiado, aunque ello no va en detrimento de la cinta, salvo que no sea del agrado del espectador.


En definitiva, una emotiva historia quizás demasiado larga y con una segunda parte dispar en su desarrollo, incluyendo ciertos hechos mal incorporados tanto en coherencia como en cohesión a la narración, que bebe de fuentes claras aunque con elementos distintivos. En efecto, falla en su ambición, aunque su intención sea válida. La actuación principal merece la misma atención que obtuvo Tom Hanks en Forrest Gump, delimitando bien la situación del síndrome de Asperger y retirando el carácter de enfermedad por una situación especial que determina su forma de ver el mundo. Y esta película trata de mostrarnos esa visión.

Escrito por Luis J. del Castillo





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