¡A ponerse series! (VIII): Un hombre en casa & Los Roper

14 junio, 2013

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Robin: ¡Me gustan las chicas muchísimo, son mi sexo opuesto favorito!

También existen los géneros dentro de la televisión, y en el de la comedia (o sit-com, si queremos ser más precisos), una serie como Un hombre en casa (Man about the house, Thames, 1973-1976) ostenta un puesto honorífico. El éxito de la serie británica fue tan grande que derivó en un spin off, una ramificación del material original, Los Roper (George & Mildred, 1976-1979), del que también nos ocupamos en este comentario, y que solo se vio interrumpido con el triste fallecimiento de la fabulosa Yootha Joyce en 1980.

Los creadores de todos estos personajes fueron los escritores Johnnie Mortimer (1930-1992) y Brian Cooke (1937), que acertaron de pleno al crear ese mundo “alternativo” que nos gusta encontrar en las mejores series de televisión, para meternos en él de cabeza.


Chrissy: Mamá, te conozco, no estás cambiando de tema, estás tratándolo de manera diferente.

El episodio piloto, Tres son multitud, sirve, naturalmente, como presentación. Estamos en el 39 de Middleton Terrace, en un barrio entre la periferia y el centro de Londres. Concretamente, en una casa algo avejentada que los Roper han convertido en pensión, y en la que comparten piso (la parte superior del inmueble) dos chicas, Chrissy (Paula Wilcox) y Jo (Sally Thomsett), las cuales amanecen tras una fiesta dándose cuenta de que necesitan a otra compañera para poder seguir pagando el alquiler, después de que una tercera haya abandonado al apartamento para “cometer la insensatez de casarse”. La solución al problema se encuentra justo al lado, en el baño, donde un chico duerme “la mona” dentro de la bañera.

Se trata de Robin (Richard O’Sullivan), que estudia para cocinero (la chica que se ha marchado era la encargada de menesteres tan engorrosos). Finalmente, Robin ocupará la vacante, pero para conseguirlo tendrá que convencer a los caseros, el matrimonio formado por los Roper (Brian Murphy y Yootha Joyce), al tiempo que descubrirá que la oportunidad no es tan “provechosa” como parece.


Jo: Si quieres una conversación intelectual, estoy capacitada para tenerla.

Los guionistas desarrollaron muy bien la personalidad de cada uno de los personajes, de tal manera que un esquema de los mismos podría quedar establecido así: 
  • Robin Tripp: Es noble, ocurrente, atento y solícito. Ha escogido su dedicación en el futuro, por encima de lo que piense la familia.
  • Chrissy Plummer: Es independiente, pragmática, irónica. Adora a Robin, aunque no está enamorada de él.
  • Jo (apellido desconocido): Ingenua y seductora. Sabe el efecto que produce en los hombres y cree que Evelyn Waugh es una novelista (No nos moverán).
  • George Roper: Mezquino en apariencia, un tanto roñoso, se las da de manitas, ¡también en apariencia! Un abuelo cebolleta de la Batalla de Inglaterra.
  • Mildred Roper: Abnegada, sarcástica, servicial, frustrada y muy coqueta, incluso sofisticada. Se queja de que la última vez que salió con su marido fue para sacar la basura.
  • Larry Simmonds (Doug Fisher): El amigo ligón que no se come una rosca.
  • Jerry (Roy Kinnear): un chapuzas-contratista, conocido de George Roper, aprovechado, desaprensivo… el reverso tenebroso del buen obrero.
A los que podemos agregar, jocosamente:
  • El Pato Mojado: El típico, bullicioso y elegante pub donde se reúnen de cuando en cuando.
  • Óscar: el periquito del señor Roper.


George Roper: Vaya, solo hay una galleta de chocolate, ¿y la tuya?

Muchas de las comedias de situación que hemos podido disfrutar después parten de aquí, hasta el punto de repetirse, con las oportunas modificaciones, muchos de los argumentos de Un hombre en casa. Estas habrán sido más gráficas, más lo que sea, pero difícilmente más graciosas, y desde luego no dejan de ser derivados de una fórmula que eclosionó en una serie que a la larga, proporcionó un nuevo modo de entender la comedia en aquella pequeña (pero gran) pantalla. Incluso con el tiempo llegaron los remakes.

Así, se perpetuaron las “desventuras” de los personajes principales por medio de un reboot, como se diría ahora, titulado Apartamento para tres (Three’s company, 1977-1984), simpático sucedáneo protagonizado por John Ritter; más otro spin-off, El nido de Robin (Robin’s nest, 1977-1981), en el que nuestro bonachón chef regentaba su propio bar y al fin encontraba novia. También, pero con el casting original, se produjo una película para televisión (lo que antes se conocía por telefilme), titulado precisamente Un hombre en casa (1974), en la que nuestros vecinos se las veían con el pérfido secuaz (un magnífico Peter Cellier) de un empresario-basura, que pretendía desalojarlos de sus casas.


Mildred Roper: Reconozco a un hombre cuando lo veo, ¡tengo muy buena memoria!

Entre los momentos más divertidos y delirantes, que animo a quienes no los conozcan a descubrir, están la “confusión gastronómica” que se produce en Ni perros ni gatos, los celos provocados por los potenciales pretendientes en El honor de los mayores o El admirador, el enfrentamiento con el matón del barrio en Llámame gallina, el miedo a la vejez, peluquín incluido, en Al partido; el cuidado de un bebé en Casi dos metros y ojos azules, el desanimo ante los estudios en Devolvedme al viejo Southampton, el “misterio” del desván en El cuco en su nido, las tribulaciones del alquiler en No nos moverán, Uno más en casa o Hijo mío, hijo mío; el estrafalario paso por el quirófano en Tal para cual, el “baile” de las invitaciones para un baile en No pienso bailar, no me invites, El juego de las generaciones y Se acabó la fiesta; las fotografías de las vacaciones en Ven a cenar conmigo, las “batallitas” del señor Roper en Todo por el juego o ¿Conoció usted a Rommel?, las “atropelladas vicisitudes” para lograr el permiso de conducir en En la carretera, la visión nada beatífica del matrimonio en La dulce trampa o Ama y deja amar; las películas amateur de 16mm. en La última sesión de cine, las publicaciones eróticas del señor Roper en A la derecha, dijo George; los inesperados efectos de una lámpara de rayos solares en Los adoradores del sol, el regalo de aniversario de los Roper, consistente en unas entradas apara ver a Sinatra, en Ven a volar conmigo, y el psicotrópico arreglo del jardín, planta de cannabis incluida, en el genial Cómo crece su jardín.

Todo ello reflejo de un tiempo no tan distinto al actual, en el que comenzaban a plantearse (jugando con ellos) temas como el de la empatía, la independencia, el empleo de la libertad y la responsabilidad individuales, las identidades sexuales, las citas a ciegas y tuertas, los padres y madres…


Larry: ¡Por favor, no me pegue en la cabeza, que estoy estudiando!

El final de Un hombre en casa, o al menos de su línea argumental, llega cuando Chrissy se enamora del repelente Norman (Norman Eshley, que ya había interpretado a un pretendiente anterior), el hermano de Robin al que todo sale bien. No obstante, esta resolución no está exenta de ironía, pues el idilio casi parece una parodia de Un hombre y una mujer (Claude Lelouch, 1966), a base de talonario, que para colmo transcurre en un Londres grisáceo y ventoso.


Jeffrey: ¡Cinco minutos con Roper pueden acabar con todo un año de educación!

La casa donde habitan los Roper se ha quedado vacía. Los que habían llegado a ser casi como unos hijos para el matrimonio, han partido para proseguir con su vida, de tal modo que Mildred convence a George de que ha llegado el momento de cambiar de aires. Los nuevos aires serán ahora, para George y Mildred, los del 46 de Peacock Crescent, un acogedor barrio residencial a las afueras de Londres. Un nuevo hogar que les proporciona –a su pesar- Jeffrey Fourmile (el eficaz Norman Eshley de nuevo), su flamante y clasista vecino, que trabaja en la inmobiliaria de la zona. El reparto, queda entonces completado así:
  • Jeffrey Fourmile, como el apesadumbrado vecino que contempla como el señor Roper convierte su jardín en un trastero, y que es descrito al modo caricaturesco (resulta más atrasado que conservador, hasta el punto de llegar a censurar a su hijo por la lectura de los X-Men).
  • Ann Fourmile (Sheila Fearn): la esposa sarcástica y desenvuelta.
  • Tristán (Nicholas Bond-Owen): el chico de los Fourmile, de unos ocho años en principio.
  • Ethel Humphrey (excelente Avril Elgar): la hermana “rica” de Mildred.
  • Humphrey Humphrey (¿trasunto del Humbert Humbert de Nabokov?: es broma. Lo interpreta Reginald Marsh): el marido de Ethel, dedicado a la industria cárnica.
Podemos añadir a la madre de Mildred, interpretada por Gretchen Franklyn (también tendremos ocasión de conocer al padre, un hermano ¡y hasta un hijo natural de George!). Y por qué no, ya que todo queda en familia, a Trufa (Pussy Galore), el foxterrier de Mildred (La adopción, El perro o yo), y a Moby Dick, el pez de colores de George.


Ann: Creo que hemos tenido suerte con estos vecinos.

Entre los momentos más tronchantes se encuentran la redecoración de la casa de los Fourmile en Mi marido en casa de los vecinos, las visitas de la hermana de Mildred en El juego de las parejas, El peor corte de todos o Tengo un caballo, lo que se “enseña” en las escuelas y la “orientación familiar” en Educación sexual y Cartas a Dorothy, el plan para la organizarse unas buenas vacaciones en La mejor manera de viajar, la defunción de Óscar en Venta benéfica, o la del pobre Moby Dick en En busca del pez perdido, el regalo de aniversario en A vueltas con el reloj, la desfachatez del “vividor” de El viajero, la búsqueda de empleo en Un empleo para George, El trabajo ante todo y El empleo de Mildred, la aparición de algún antiguo pretendiente y el fantasma de los celos en Creo en el pasado, La tentación está al acecho o La ambición de conducir, la esperpéntica función navideña de la comunidad en No hay nada como el espectáculo, el “arte del modelado” en el chacotero Día de pañales, los prejuicios y las “malas” amistades en el espléndido Quien lo encuentra se lo queda, el delirante periplo de George por el barrio en una silla de ruedas en George mete la pata, o la secuencia del entierro en El dinero o la vida, en el que George pierde una moneda sobre el ataúd del finado.


Tristán: ¿Qué es embarazada?

George y Mildred nos dejan otras imágenes inolvidables, como aquella de Mildred leyendo El semental con rulos en A la cama (el mismo episodio en que confiesa que su horóscopo es virgo), la de George y Jeffrey Fourmile compitiendo con el juego de tenis electrónico en Segundo día de Navidad, y no menos antológica, la “poco ducha” instalación en el aseo, en Hay que ducharse.


Escrito por Javier C. Aguilera "Patomas"

Próximamente: Sherlock Holmes



2 comentarios :

  1. No habia escuchado de esta serie pero al leerla esta realmente interesante

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  2. Ay... Lo que me pude reír con esta serie... Es simplemente MARAVILLOSA. De un humor que no se ha vuelto a ver más, por más que lo hayan intentado copiar.

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