Super 8, de J.J. Abrams

07 abril, 2013

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Hablar de Super 8 es remitir a una época concreta, la década de los ochenta, con aquellos films que marcaron a una generación y que suelen tener el reconocido sello de Steven Spielberg con la célebre relación entre Elliot y E.T.. En esta ocasión, viajamos a 1979 con una pandilla de amigos que han decidido grabar un cortometraje de terror titulado El caso, para el que se escabullirán al lado de unas vías de tren con el fin de grabar unas escenas. Allí serán testigos de un accidente que traerá consecuencias para sus vidas y para el pueblo en el habitan, con la llegada de un extraño ser perseguido por el ejército estadounidense.


Jeffrey Jacob Abrams es el director detrás de esta historia, bajo la cual también se esconde la sombra de Spielberg como productor. Entre el archiconocido, para bien y para mal, creador de Lost y el rey Midas de Hollywood se ha construido la historia de Super 8, lo que acrecentó la expectación de los futuros espectadores de este film. No obstante, Abrams ya se ha caracterizado por desilusionar a muchos seguidores con el final polémico de su serie estrella, y en esta ocasión lo consiguió también, pero posiblemente no por realizar una mala película, sino porque muchos espectadores, ya adultos, esperaron ver en este film una idea original, y se encontraron con un claro homenaje a una época.

J. J. Abrams y Steven Spielberg durante el rodaje del film
En una sola palabra, Super 8 es un claro pastiche que ha recogido aquellas aventuras de chavales que se disfrutaron con Los Goonies (1985) y E.T., el extraterrestre (1982) junto a elementos de ciencia ficción extraídos de la experiencia cinematográfica y televisiva de Abrams, con producciones como Monstruoso (Cloverfield, 2008, Matt Reeves), y su sobrado conocimiento y admiración a este género. Se ha creado una película inocente, heredera de una época que ya no está de moda, pero que no podemos rechazar por considerarla poco original, pues no es su pretensión. Precisamente, no debería ser cercana a una generación que no ha vivido cerca de las cintas Kodak para grabar o que no han disfrutado de una infancia alejada de los actuales avances tecnológicos, tan positivos para algunas cosas y tan negativos para tantas otras. Un regalo para esos jóvenes espectadores y para esos padres que han echado en falta un estreno que aunara cine familiar y calidad.

Imágenes de Gremlins, Los Goonies, E.T. y una de las cintas de 8mm que emplean en Super 8
Podremos hablar de sus incoherencias, como la imposibilidad de sobrevivir a un choque entre un tren y una camioneta siendo el conductor de esta última, y, aún menos, que este choque produzca tal destrozo en un tren. Pero es indiscutible que en toda película que incluye a un público juvenil las hay. Al público adulto sólo le quedará disfrutar con la añoranza de que no se hacen ya películas de este estilo, que remite de forma tan directa a una etapa de su vida ya pasada, sin caer en la crítica fácil que incluso muestra el no haber comprendido bien el argumento que traían, problema quizás de una campaña publicitaria que vendía otra cosa. Super 8 es, a fin de cuentas, una película de sugerencias, precisamente lo que puede provocar un vacío en el espectador, o la necesidad de que le cuenten más.

Uno logra empatizar con los personajes, pero algunos son tan esquemáticos que incluso puedes llegar a confundirlos o a no parecer lo suficientemente trabajados. No es el caso del protagonista, Courtney, que en su debut nos realiza un Joe Lamb creíble y extrapolabla a los recuerdos de tantos niños que ya han dejado de serlo. El conjunto coral infantil que lo rodea trabajan de forma eficiente, para lamento de unos personajes adultos que se han convertido en fantoches, desde un malo malísimo con uniforme militar (Noah Emmerich) hasta un padre policía (Kyle Chandler) que ni entiende ni parece querer entender a su hijo, creando situaciones que resultan poco creíbles.

Joel Courtney y Elle Fanning interpretando a Joe Lamb y Alice Dainard en el film
La principal relación amorosa del film también resulta un tanto forzada, algunos incluso la podrían considerar cursi, pero no serían justos con lo que un primer amor representa en un joven como Joe. Tampoco la relación entre el extraterrestre y los protagonistas será la entrañable visita de E.T., pues no coinciden ni en aspecto ni en trato, por lo que esa conversación, o mejor, ese monólogo de Joe ante el alienígena no alcanza al espectador ni resulta convincente. Son fallos perdonables por un público menor, pero que no pasan desapercibidos, pues se suman a varias inconsistencias que te dejan un sabor amargo al final, con ganas de que Abrams hubiera dedicado más tiempo en ciertos temas de la trama en lugar de recrearse en esas añoranzas del pasado.

Muy curioso y convincente será el cortometraje que se ofrece junto a los créditos, El caso, que sin dejar de ser un film al estilo casero, muestra de forma simpática el producto final de los protagonistas. Este elemento sirve, sin duda, para regocijar a aquellos amateurs de los años ochenta que cogían una cámara con cinta magnética y grababan sus propias escenas, soñando ser auténticos cineastas.

 
Estamos, para concluir, ante una película que aúna guiños y elementos de los ochenta con los recuerdos de los espectadores de films aclamados en su infancia o adolescencia. Un regalo a disfrutar por jóvenes actuales, con una historia que se unirá al resto sin grandes aportes, pero con mayor técnico visual. No esperemos un guión adulto, pues estamos ante un film de tópicos cuyo objetivo es recordar, inevitablemente para su director, a otros títulos inolvidables. La cuestión es si esta historia podrá llegar a serlo.

Escrito por Luis J. del Castillo


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