Para el sábado noche (IX): Sin frenos, de David Koepp

10 abril, 2013

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Menos mal que todavía existe un cine que no se basa en remakes (o descafeinados biopics). La trayectoria de David Koepp es más que interesante: sus guiones para Parque Jurásico (1993), Atrapado por su pasado (1993), Ojos de serpiente (1998) o Spiderman (2002), junto a realizaciones tan estimulantes como El efecto dominó (1996) y El último escalón (1999), puesta en imágenes de la excelente novela de Richard Matheson (publicada en su día por La Factoría de las Ideas).


En Sin frenos (Premium rush, Columbia Pictures, 2012), Wilee (Joseph Gordon-Levitt) trabaja como mensajero en bici, repartiendo encargos por toda la ciudad de Nueva York: una auténtica jungla de asfalto. Es uno de esos personajes que me agradan, todo un Peter Pan de treinta y tantos, con casco. Se trata de un chico con coco, aunque para algunos lo tenga más en las nubes; es decir, con más imaginación de la habitual (esta no cotiza demasiado) y bastantes recursos, lo que le hace ser un buen recolector de magulladuras y sopapos varios (no solo físicos). Más que un chico anti-social, es un contra-estirados que, pese a estar a punto de concluir una carrera, de momento no quiere embutirse en el pertinente traje.

Pero un encargo de última hora se complica, y un dislocado malo de tebeo (moderno, pues resulta letal), Robert Monday (Michael Shannon), se empeña en recuperar dicho encargo a cualquier precio (a través de uno de los flashbacks descubrimos por qué). El “McGuffin”, en este caso, es el resguardo de una fuerte suma de dinero, aunque este, como comprobamos al final, acaba teniendo un rostro propio: el de una abuela y su nieto. Pero el azar ha encontrado en Wilee a su víctima pasajera, a lo que tiene que sumar su rivalidad con un mimado compañero de trabajo (Manny: Wolé Parks).


Todo el relato se desarrolla bajo un fresco sentido del humor (como por ejemplo, el poli joven montado en bici que se obceca en darle alcance). Ahora bien, el filtro del sarcasmo no invalida la propuesta crítica. Por ejemplo, en un momento de la narración, un prestamista chino advierte a su paisana Nima (Jamie Chung), que si tiene algún problema, no llame a la policía. Existe un orden interno agazapado en los guetos; ellos disponen de su propia ley. Así, Wilee el desclasado, se las ve frente a todo un retablo de personajes inestables, incluyendo a los desaprensivos que tratan de sacar provecho de las personas que huyen de una dictadura.

Queda, así mismo, bien reflejado el cosmopolitismo de las grandes ciudades, una sinfonía de sushi y politonos.


Un elemento a tener en cuenta reside en la ramificación en distintos puntos de vista que se apodera de la narración en un determinado momento, una acción que se “fragmenta” para enriquecer toda la estructura. Además, en Sin frenos, toda la acción adrenalítica hace gala de una calculada, esto es, bien planificada puesta en escena. Más claramente, Koepp no confunde ritmo frenético con confusión de la imagen. Se trata de un “descontrol” perfectamente medido, y un buen ejemplo de ello, además de las persecuciones, es la representación visual del GPS mental que emplea Wilee, tanto para planificar sus entregas por la ciudad, con sus recovecos y rutas alternativas, como para sortear el tráfico en un momento determinado.

Entre los momentos mejor resueltos por medio de esta puesta en escena se encuentran el intento de recuperar la bici a la entrada de una comisaría, o la huida del depósito de vehículos de la policía. Todo ello, junto a un buen empleo de los recursos disponibles, tales como un espejo de tráfico, móviles, coches y grúas (en otro momento del relato, los colegas del gremio hacen causa común, como hacían los camioneros del convoy de Peckinpah).


La suma de estos elementos convierte Sin frenos en algo más que una anécdota simpática. De hecho, todo parece ir más “acelerado” por las aceras que en la propia calzada, razón por la cual, con toda seguridad, Wilee quiere reivindicar con su actitud su propio espacio, su propia identidad (¿qué clase de mensajero eres?, le pregunta sorprendida su –casi- ex novia Vanessa, Dania Ramírez).

Ideal para nuestro sábado noche, este Cassavetes sobre ruedas por Chinatown y la Quinta Avenida, nos muestra a un personaje que no solo es el mejor en acrobacias y velocidad, sino también en lealtad.


Escrito por Javier C. Aguilera


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