El lado bueno de las cosas, de David O. Russell

28 marzo, 2013

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Todos hemos sentido más de una vez la necesidad de encontrar el lado bueno de las cosas, tanto en la vida real como en la historia que hoy descubriremos. En esta película conoceremos a Pat, un profesor que acaba de pasar los peores ocho meses de su vida. Ingresado durante ese tiempo en una institución mental por agredir al amante de su mujer, Pat vuelve con lo puesto a vivir de nuevo en casa de sus padres. Convencido en tener una actitud positiva ante la vida y recuperar así a su ex-mujer, su mundo se descoloca cuando conoce a Tiffany (Jennifer Lawrence), una chica con ciertos problemas personales y no muy buena fama en el barrio. A pesar de su mutua desconfianza inicial, entre ellos pronto se surgirá una amistad y un vínculo muy especial que les ayudará a encontrar el lado bueno de sus vidas.


Dirigida por David Owen Russell, esta película ha sido adaptada de la novela homónima escrita por Matthew Quick. Otros films como Tres reyes (1999), en el que trabajó con George Clooney y Mark Wahlberg contando con una gran crítica por parte de la prensa especializada, o The Fighter (2010), que se convirtió en su film más taquillero y en el que tuvo la oportunidad de ser candidato al Oscar como mejor director, son algunos de los más destacados en su carrera como director. Pero, esta vez, Russell tenía todo un reto por delante al ponerse al frente de la dirección de El lado bueno de las cosas, ya que es una historia compleja, emocional y problemática pero, a su vez, divertida y romántica. El propio director estima que reescribió el guion veinte veces en cinco años, puesto que se sentía muy atraído por la historia por las relaciones familiares que en ella se tratan, y también por la conexión con su propio hijo, que es bipolar y tiene trastorno obsesivo compulsivo.

Escena durante el rodaje del film junto al director David O. Russell
En los pasados premios Oscar, El lado bueno de las cosas logró una candidatura en cada una de las ternas de actuación de los premios Óscar. Esta hazaña no había sido lograda desde 1983 con Reds, ocurriendo por primera vez en 1953 con De aquí a la eternidad. Finalmente, sería Jennifer Lawrence la que conseguiría llevarse uno de los más grandes e importantes premios: el Oscar a la Mejor Actriz.

Si nos trasladamos al reparto de la película, comprobaremos que supone uno de los puntos más fuertes de la misma. Russell tenía claro que Bradley Cooper era el único que podía interpretar brillantemente a Pat dándole sentimientos tan contradictorios como ternura, fuerza, ira y temor, sobre todo tras ver otros papeles suyos en películas como De boda en boda o Historias de San Valentín. Por otra parte, Russell no creía que Jennifer Lawrence fuera adecuada para el otro papel protagonista, y su audición iba a ser solamente una formalidad. Él pensó que Lawrence, de tan sólo 22 años, era demasiado joven en contraposición de Cooper, de 38. Pero tras su audición cambió su opinión. Según él, su poder de expresividad, tanto en sus ojos como en el rostro, juega a su favor, así como la seguridad en sí misma o su naturalidad, todo ello con la confianza y muestras de vulnerabilidad necesarias para interpretar a Tiffany. Sin duda, Jennifer Lawrence ha sido la gran sorpresa del film, con una frescura juvenil y una fuerza interpretativa innata, además de contar con la madurez necesaria para un papel de esta magnitud psicológica.

Tiffany (Jennifer Lawrence) y Pat (Brandom Cooper)
No es la típica comedia americana a la que nos tiene Hollywood acostumbrados en estos últimos años. Sin duda, la autenticidad que logra y el grandísimo nivel interpretativo de sus actores han conseguido sacar el lado bueno a esta película, llevándola a la cima de la crítica. Además, la comedia que nace del drama no resulta nada forzado, resultado de unos personajes naturales y cercanos al público. Es fácil que el espectador reconozca  sus propios rasgos en Pat o en Tiffany, sobre todo cuando intentamos superar una mala racha. Si además sumamos el encanto de una excelente Jacki Weaver y la experiencia del gran Robert De Niro, ambos encarnando a los padres de Pat (Dolores y Pat Sr.), el resultado no puede ser más brillante.

 Dolores (Jacki Weaver) y Pat Sr. (Robert De Niro), padres de Pat
El guión presenta a unos personajes principales poco comunes. Es inusual que una película nos muestre el problema de padecer un trastorno mental alejándose del tópico común, y aquí encontramos hasta tres historias paralelas que nos demuestran que, locos o no, al final tienen las mismas necesidades: la familia, los sueños y, sobre todo, volver a creer en el amor. Las risas y la emotividad de las escenas más intensas, como la discusión entre los personajes de Cooper, De Niro y Lawrence, se dan la mano con una gran elegancia y soltura gracias a la naturalidad existente en los diálogos y en sus actuaciones.

Además del drama, tampoco nos alejamos del romanticismo, porque la extraña relación entre Pat y Tiffany, dos personas ciclotímicas (leve bipolaridad) con problemas severos y desconcertantes cambios de humor, engancha desde el primer momento por su singularidad, fuerza, vitalidad y sinceridad. Y, todo ello, gracias a Bradley Cooper y Jennifer Lawrence. El primero se maneja perfectamente con su personaje y se hace patente la química existente con su compañera. Además, muestra sin esfuerzo y con mucho encanto sus problemas, su inseguridad y las ganas de volver a llevar las riendas de su vida. En contraposición, la estrella protagonista de Los Juegos del Hambre emociona y atrae en todo momento al espectador; resulta excéntrica, encantadora, seductora, tierna y polifacética, siendo todo aquello que el personaje requiera. Y, además, lo hace sin pretensiones, sin caer en la sobreactuación y en lo irritante. Sin duda, logra transmitir una imagen sincera y desbordante de emoción.

El dúo protagonista junto a Chris Tucker
Hay que destacar también que, en cuanto a la trama, el ritmo avanza rápidamente durante el primer tercio de la película, mientras que, posteriormente, se ralentiza. Decae brevemente en algunas ocasiones, que coinciden a veces con los instantes protagonizados por De Niro o Chris Tucker, aunque este último (el amigo afroamericano de Pat) acaba resultando entrañable a medida que avanza el film. En otro sentido, hay detalles americanos que en su contexto y cultura son mejor entendidos, como puede ser el deporte (la obsesión que Pat Sr. tendrá con el fútbol americano) y el ambiente de apuestas y supersticiones que ello conlleva.

Bradley Cooper junto a la flamante ganadora del Oscar a la Mejor Actriz, Jennifer Lawrence
En conclusión, a veces la vida nos llevará por caminos que no queremos recorrer. Dará problemas, de diversos tipos, pero hay que aprender de todo ello y también saber como afrontarlos. Tendremos que aceptarnos como somos, al igual que habremos de respetar a los que nos rodean. Si nos fijamos, la película nos hace ver que todos tenemos un punto de locura, tratando profundamente los trastornos psicológicos de cada uno de los personajes de manera humana y natural, sin centrarse en el tópico de que simplemente están locos. Todo pasa y todo se acaba solucionando, sobre todo con fuerza y unión. Deberemos hallar la fórmula de encontrar la incógnita: la felicidad; tendremos que olvidar esa canción y, por último, aceptar la ayuda de los demás en ese camino. Pues no hay mejor medicina que el amor familiar y el valor de la amistad; pero, sobre todo, el amor de esa persona que te hace ver la vida de otro color, que te hace ver el lado bueno de las cosas.



Escrito por Mariela B. Ortega


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