Para el sábado noche (VIII): Absolución, de Anthony Page

05 octubre, 2012

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La obra cinematográfica de Anthony Page no es muy extensa, con ejemplos como Nunca te prometí un jardín de rosas (1977) o la simpática La dama del expreso (1979), remake del clásico de Hitchcock, puesto que hablamos de un director más volcado en el teatro, pero presenta un título tan interesante, áspero y absorbente como el presente, principalmente por venir firmado por el también británico (aunque el primero naciera en la India) Anthony Schaffer, autor de los libretos de La huella (Sleuth, Joseph L. Mankiewicz, 1972), Frenesí (Frenzy, Alfred Hitchcock, 1972), El hombre de mimbre (The wicker man, Robin Hardy, 1973), la reescritura de Asesinato en el Orient Express (Murder in the Orient Express, Sidney Lumet, 1974), Muerte en el Nilo (Death on the Nile, John Guillermin, 1978) y Muerte bajo el sol (Evil under the sun, Guy Hamilton, 1981).

Entre medias, Absolución (Universal, 1978), intenso drama con escolares de por medio, en el que el padre docente Goddard (extraordinario Richard Burton) es puesto a prueba por el alumno más inteligente de la clase, al confiarle un hecho bajo secreto de confesión, después de mostrarse bajo la influencia del mochilero Blakey (Billy Connolly), el típico espíritu que piensa que es libre y que se ha instalado en los bosques, junto al colegio.


A partir de ahí, y rizando el rizo de lo que le acontecía a Montogomery Clift en Yo confieso (I confess, Alfred Hitchcock, 1953), nos adentramos en una inesperada espiral de drama psicológico y relato policiaco, que deriva en agudo drama existencial, en el que el avieso responsable nos confirma que, aunque la verdad “está ahí fuera”, nunca resulta como la habíamos imaginado.

Subtramas nutren de materia vital al nudo principal, como el anhelo de juventud y belleza que se desprende de la obra poética que recita Goddard; anhelo que emergerá bajo la máscara de la maldad, y en ambas direcciones, también en la del alumno que como necesidad vital busca la integración y solo recibe desdén, en una etapa en la que se precisan afectos y en la que aún se está construyendo la personalidad. De hecho, la madurez puede sobrevenir en forma de represalia bíblica.


El entorno aislado del victoriano colegio parece el marco ideal para una venganza perfectamente pergeñada a través de una narrativa inteligente del engaño, donde el intelecto suple cualquier tipo de carencia física o de orden psicológico. Y es que Absolución, encuentra en el interior de los personajes su mayor interés; hasta qué punto su manera de pensar (o creer) determina su manera de actuar.

La historia, envuelta en la excelente atmosfera opresivo-estudiantil plasmada por John Coquillon, el magnífico director de fotografía de Peckimpah, se nos dice basada en un hecho real. Nada he localizado sobre este extremo, y tampoco deseo adentrarme más en ella en atención a quien no la conozca, pero lo que sí parece claro es que la intervención de Page como realizador dotó la película de una considerable ambigüedad y turbiedad, al no tomar nunca partido (como ocurre en la novela de Anthony Burgess, La naranja mecánica, adaptada por Kubrick, otro “mecanismo” sobre la moral y la libre voluntad), y al desestimar la inclusión de oportunos flashbacks que explicaran la trama.Como curiosidad, resulta grato identificar a Andrew Keir (el director) sin su barba quatermasiana o de “padre Sandor” (ver Drácula, príncipe de las tinieblas).


Que el mundo infantil o de la adolescencia no es siempre tan idílico ya lo sabían muchos de los grandes escritores de cuentos. La mayoría de veces por culpa ajena a ellos, aunque otras por la propia naturaleza díscola, indolente y retorcida (hasta demoniaca) de los propios pimpollos.

No podemos dejar de recordar, en este sentido, obras tan notables e inquietantes como La mala semilla (The bad seed, Mervyn LeRoy, 1956), ¿Qué habéis hecho con Solange? (Cosa avete fatto a Solange, Massimo Dallamano, 1972), Perversión en las aulas (Child’s play, Sidney Lumet, 1972), El otro (The other, Robert Mulligan, 1972), ¿Quién puede matar a un niño? (Narciso Ibáñez Serrador, 1976), El señor de las moscas (Lord of the flies, Peter Brook, 1963 y Harry Hook, 1990) o El buen hijo (The good son, Joseph Ruben, 1993). Hasta incluso por intervención celeste, como en El pueblo de los malditos (Village of the damned, Wolf Rilla, 1960 y John Carpenter, 1995) o Cumpleaños sangriento (Bloody birthday, Ed Hunt, 1981). No obstante, Absolución seguirá siendo, pienso que para el buen connoisseur, un pilar incontestable y harto disfrutable.

Escrito por Javier C. Aguilera


1 comentario :

  1. Hola! he pasado por aquí y me ha gustado tu blog asi que te sigo desde ya.
    Pásate por el mio tu y tu blog quedáis oficialmente invitados XD

    Besotes!!

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